Relevados 4 agentes del CNI en La Habana

La embajada de los lí­os

Tal y como ha sido presentado por la mayorí­a de los medios de comunicación españoles, el asunto suena a trama salida de cualquier entrega de James Bond. Pero los intereses que hay en juego son demasiado serios como para tomárselo a broma. No sólo las fracturas internas, y con ellas el futuro del régimen cubano, sino también la lucha contra el terrorismo etarra y las relaciones de inteligencia entre España, Washington y la UE andan en medio de esta enrevesada intriga.

El verdadero fondo de la cuestión no se ha manifestado hasta varios meses desués, cuando el CNI –el servicio de inteligencia español– se veía obligado a hacer público que cuatro de sus agentes destinados en un punto tan sensible para España como Cuba debían salir de la isla, cuando apenas llevaban un año en ella, sin que se sepa a día de hoy quienes ni cuando van a remplazarles. No resulta fácil explicar de forma sencilla tan enmarañado asunto. Trataremos de hacerlo. El pasado mes de marzo saltaba una auténtica “bomba” periodística en todas las agencias internacionales: el vicepresidente cubano y “mano derecha” de Fidel Castro Carlos Lage y el incombustible ministro de Asuntos exteriores de la isla, Felipe Pérez Roque –considerados ambos como “las jóvenes promesas” del régimen llamados a sustituir a los hermanos Castro en un futuro no muy lejano– habían sido cesados fulminantemente. Pocos días después se sabía que hasta una treintena de altos funcionarios habían corrido su misma suerte. ¿Qué relación existe entre estos altos funcionarios depurados y los 4 agentes españoles invitados a abandonar la isla? El vínculo entre ambos acontecimientos es un actor tan oscuro como desconocido, y de cuya mano entran en escena jugadores e intereses insospechados: el cubano de ascendencia vasca Conrado Hernández, delegado de un organismo oficial dependiente del Gobierno vasco, la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial (SPRI). Fue este oscuro personaje –íntimo amigo de Carlos Lage desde sus tiempos de estudiante y del que no se sabe muy bien todavía para quién trabaja realmente– el que grabó en su finca de Matanzas las 7 horas de vídeo en las que los dos altos dirigentes cubanos quedaban seriamente comprometidos por sus críticas, comentarios mordaces y chistes sobre Fidel Castro y su hermano Raúl. Empresario muy bien relacionado desde siempre con la alta nomenklatura del régimen cubano, Conrado Hernández aparece públicamente en escena en 1998, el año en el que un golpe de mano interno en el PNV protagonizado por Arzallus –a la sazón presidente del partido– propicia la sustitución de Ardanza por Ibarretexe. La llegada del nuevo gobierno vasco trae aparejado el “fichaje” de Conrado Hernández como su delegado comercial en Cuba. A través de la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial, el gobierno vasco pasó a relacionarse con varias empresas vascas que operan en Cuba, de las cuales las más importantes son las creadas por un grupo de ex-dirigentes de ETA y a las que apuntaba el juez Garzón, en su instrucción de 1991 contra KAS, la red de relaciones internacionales Xaki y la estructura de financiación de ETA. Conrado actuaba de “enlace” entre este grupo de empresas, el gobierno vasco y el régimen cubano. Pero, al parecer, esta no era su única misión. Al mismo tiempo, el vasco-cubano mantenía estrechas relaciones, a través de la embajada española en La Habana, con el servicio de inteligencia español. Todavía no está claro si fue el CNI quien propuso a Conrado grabar las conversaciones con Lage y Pérez Roque, si éste lo organizó de motu proprio o, incluso, si como da a entender ahora la versión extraoficial de la inteligencia española, fue “invitado” a ello por los mismos servicios secretos cubanos sabedores de su privilegiada relación con los dos dirigentes y sus contactos con el CNI. Sea como fuere, el caso es que las cintas, tras el registro de su despacho, cayeron en manos de la inteligencia cubana. La cual las utilizó internamente como la prueba palmaria de la traición de Lage y Pérez Roque y motivo más que suficiente para un cese fulminante del que, de cara al exterior, no se dieron más explicaciones que las crípticas palabras escritas por Fidel Castro en una de sus habituales colaboraciones en la prensa cubana, en la que afirmaba que “no supieron resistirse” a las mieles de un poder que desató en ellos una “ambición que estimuló a los enemigos de Cuba”. Hasta aquí, los actores en presencia parecen claros. Otra cosa distinta es el director de escena, que por regla general siempre suele actuar escondido tras los telones. De un lado, los servicios secretos españoles, para los que cualquier información que revelara la existencia de fracturas internas en el seno del régimen cubano es un arma vigorosa para inclinar a la UE a adoptar una posición ante Cuba más abierta y menos intransigente. Pero hablar del CNI es, obviamente, hablar también de la CIA, la agencia que ha estado detrás del nacimiento de sus antecesores (el SECED de Carrero Blanco y el CESID de los primeros años de la transición), de la formación de sus mandos y agentes e incluso de su financiación. Y que justo un par de meses después de la llegada de Obama, el CNI ande interesada en conocer las disidencias o fracturas internas de la cúpula dirigente cubana no parece precisamente una causalidad. Del otro, el PNV y el gobierno vasco, del que su aparato exterior –una especie de combinación entre ministerio de asuntos exteriores y servicios de inteligencia internos del partido– ha sido siempre una poderosa pieza de poder en su seno. Y de la que existen numerosas constancias de su estrecha vinculación histórica con diversos servicios de espionaje (ingleses y franceses en el primer tercio del siglo XX, los nazis en la segunda guerra mundial y la CIA después de ella). Ya se sabe que en esto de vender su alma, el PNV no ha hecho nunca ascos a ninguna potencia extranjera que estuviera dispuesta a comprársela. La resultante final de esta enmarañada sucesión de cabos, es que la inteligencia española se queda momentáneamente inoperativa en Cuba, el seguimiento del entramado empresarial etarra en la isla cercenado y las relaciones político-diplomáticas al más alto nivel con la dirigencia cubana hibernadas coyunturalmente. ¿Qué servicio tan importante (y para quién) debía cubrir el CNI como para arriesgarse a poner todo esto en juego? La conjetura de un ofrecimiento por parte de Zapatero a Obama de los recursos políticos, diplomáticos y de inteligencia de España en Iberoamérica para actuar como “avanzadilla” de la nueva estrategia norteamericana para la región, es la última de las hipótesis que debería descartarse.

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