Marcos García Diez, profesor de Historia y Geografía

“La ecuación de [arte rupestre = sapiens] se ha roto”

Entrevistamos a Marcos García Diez, coautor del artículo sobre la datación de las pinturas rupestres de origen neandertal para el arte parietal de la Península Ibérica -que ocupa la portada de la prestigiosa revista Science de este mes- profesor de Historia y Geografía en la Universidad Isabel I y uno de los más reputados expertos en prehistoria y arte paleolítico de nuestro país. Es autor de nueve libros y casi 200 publicaciones nacionales e internacionales en revistas de máximo impacto como Science y PlosOne.

El estudio de estas tres cuevas españolas ha demostrado que estamos ante el arte rupestre documentado más antiguo del mundo, y además que la autoría de las pinturas es indudablemente neandertal. ¿Sospechaban que este iba a ser el resultado?

No desde el principio. Este proyecto ha tenido dos fases. En la primera, desde el 2008 hasta el 2012, lo que queríamos era datar las pinturas rupestres de estas tres cuevas. Y nos dimos cuenta de que eran muy antiguas porque se le escapaban al margen de datación del Carbono-14 o del AMS. Luego encontramos figuras (representaciones de manos) en la cueva del Castillo que nos daban cronologías en torno a los 41.000 años, y esas fechas se nos quedaban en el límite entre cuando la Península estaba habitada por sapiens y por neandertales. Era un límite difuso. Pero aquella investigación ya apuntaba a que había arte rupestre mucho más antiguo de lo que se pensaba, y entonces se planteó una pregunta y un debate: si hay arte en las fechas del 40.000 ¿por qué no va a haberlo en fechas más antiguas?«El neandertal es igual al sapiens, al menos en lo mental/cognitivo.»

A partir del 2012 empezamos una segunda fase del proyecto donde la pregunta principal que nos hacíamos era averiguar si había arte en épocas donde solo había neandertales en la Península. Entonces ya la intuición era alta, teníamos «la mosca detrás de la oreja» y nos pusimos a buscar pruebas. Y sabíamos que en determinadas cuevas, cuando hay figuras o dibujos con motivos superpuestos entre ellos, en la parte más antigua siempre aparecían manos en negativo, concentraciones de color más o menos informe, formas alargadas, y en algún caso signos muy sencillos. Y a partir de 2013 buscamos ese tipo de motivos que tuvieran calcitas encima para poder datarlas con el método U-Th. Y resultó que la intuición era cierta.

Esta investigación tiene un profundo impacto para la antropología. Se ha demostrado más allá de cualquier duda que nuestros primos neandertales ya tenían arte. ¿Qué importancia tiene todo ello?

La primera importancia es para el conocimiento de la evolución humana. La famosa ecuación que todos hemos estudiado (y todos hemos defendido) de que «Homo sapiens = arte rupestre (y nunca antes de 40.000 años)», es decir, que solo el hombre moderno tenía la capacidad de construir símbolos, de tener arte, de construir un lenguaje gráfico… ese axioma se ha roto.

Y más allá de esa consecuencia para el área de la evolución humana, tiene también implicaciones en biología y hasta en filosofía. Cuestiona el tema de la «singularidad humana», que tradicionalmente los hombres modernos nos habíamos atribuido solo a nosotros mismos, en un momento en el que tampoco había más datos para decir lo contrario. El mismo Linneo en el s. XVIII ya decía que solo nuestra especie tenía esa singularidad simbólica/artística, y que ese era un atributo que nos distingue del resto. Ahora debemos abrirnos a que la capacidad de construir símbolos, incluso símbolos que están vinculados a la identidad de grupo, de tener un lenguaje gráfico y artístico, no sea exclusiva de nuestra especie.

Esto demuestra que la aparición del pensamiento simbólico apareció en etapas muy anteriores en la evolución humana. ¿Qué trascendencia tiene para nuestro linaje la aparición de lo simbólico?

Lo simbólico tiene repercusiones de carácter social tremendamente importantes. Solo basta observar para qué seguimos utilizando los seres humanos modernos los símbolos, a veces sin darnos cuenta. Por ejemplo una bandera de un país, un escudo de un equipo de fútbol: construimos un artificio -en el fondo eso es un símbolo- para transmitir una idea, algo que diferentes personas entendemos como un significado, que se puede transmitir. Es un elemento de identidad de grupo, de cohesión social.

Hasta las modas o una determinada forma de vestir. Son elementos formales, accesorios, con un componente estético-simbólico-artístico que nos sirven para agruparnos e identificarnos dentro de una estructura. Y esa es una de las características más definitorias de lo humano: hay elementos de abstracción, de especulación, de introspección.»El hallazgo cuestiona la “singularidad humana”»

Y detrás de la cohesión también surge una pregunta: en el momento en el que un grupo se identifica y se delimita entre sí, también hay implícito un elemento de distinción frente a otros. Y eso seguramente está vinculado a causas de aumento demográfico y de ocupación del territorio que se está produciendo en cronologías de la época neandertal. Aparece una mayor complejidad en la organización social, tanto interna de los grupos, como de los diferentes grupos humanos que están próximos entre sí. Y esto no tiene por qué conllevar un planteamiento de exclusividad entre grupos, puede haber identidad a la vez que integración. Pero el caso es que para esto se usan los símbolos.

Conforme conocemos más a los neandertales en lo antropológico, prehistórico, o genético, más se evapora esa visión deformada, de hombres simples y brutos. Se dibuja una humanidad tan parecida a la nuestra que apenas nos diferenciamos en sutiles aspectos. ¿Están contribuyendo los estudios a vindicar a los neandertales como una rama hermana de nuestra propia humanidad?

Claro. Teníamos un puzle más o menos asentado y ahora tenemos muchas piezas que nos han saltado. Piensa que nosotros, incluidos los investigadores, hemos construido el concepto de lo que es «sapiens» o de lo que es «neandertal» desde el punto de vista cognitivo con elementos de diferenciación. «Lo que tenemos los sapiens es lo que no tienen otros Homo». Se ha construido esa identidad sobre la noción de la superioridad intelectual, de las capacidades simbólicas. Y esto se tambalea por completo.

Ahora viene un debate apasionante, con muchas preguntas desde muchos lados: la arqueología cognitiva, desde antropología física o desde la paleogenética. Un debate que tendrá que abordarse de forma multidisciplinar. Ahora se sabe que los humanos modernos tenemos entre un 1% y un 3% de genes neandertales. Para que eso haya sido transmitido ha debido de haber cruzamientos y descendencia fértil. Y en biología hay un axioma: para que haya especiación dos poblaciones deben ser incapaces de reproducirse.

Siempre hemos aceptado que la representación simbólica estaba vinculada al hombre moderno. Desde el punto de vista de la arqueología cognitiva y mental, los neandertales son Homo sapiens. Claro que hay diferencias anatómicas y fósiles, pero ¿qué es más trascendente desde el punto de vista de la evolución, a qué damos más peso?. ¿A las diferencias en los huesos del cráneo, o a que desde el punto de vista cerebral tenga las mismas capacidades que el sapiens moderno?. Para nosotros, el neandertal es igual al sapiens, al menos en lo mental/cognitivo.

En España tenemos un patrimonio artístico paleolítico inmenso, uno de los mayores del mundo. ¿Da esta investigación un nuevo impulso al estudio de la prehistoria y del arte rupestre en nuestro país?

Lo primero es destacar la potencia mundial que es España en lo que se refiere a patrimonio prehistórico. España tiene la candidatura de patrimonio mundial de Altamira ampliada a otras cuevas, como todas las de la zona mediterránea. Solo con lo que sabemos que tenemos en nuestras cuevas, el patrimonio de España es representativo de prácticamente todas las fases de la prehistoria. Nuestro país tiene reconocido, a nivel mundial, un patrimonio que recorre desde hace un millón de años hasta el año cero. Somos de forma indiscutible una potencia mundial en patrimonio prehistórico.

¿Va a suponer esto un nuevo tirón en los diferentes ámbitos, en el académico, en el investigador, o en el social?. Yo espero que sí. Y creo que el modelo en el que fijarse es el aprovechamiento que se hizo con muy buen criterio en Atapuerca. Dejando aparte las cuestiones científicas, Atapuerca ha sido un modelo para otros muchos equipos a nivel internacional en lo que se refiere a la divulgación, a socializar ese patrimonio. Espero que sepamos dimensionar lo que tenemos, en potenciar nuestro patrimonio.

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