La difí­cil decisión que enfrenta Berlí­n

«Los lí­deres alemanes insisten en ver el mundo a través de la lente de una economí­a más pequeña, abierta y muy competitiva. Sin embargo, la zona euro no es una economí­a pequeña y abierta, es una gran economí­a relativamente cerrada. El paí­s-motor de tal unión debe proporcionar un mercado dinámico para los socios menos solventes. Si no lo hace, desatará una ola de incumplimientos en los sectores público y privado que, a su vez, afectarán al sector financiero y a las exportaciones del paí­s- motor.»

Esta decisión uede provocar sin duda una crisis política, pero que será menos grave que la crisis financiera que iba a estallar en caso de que no sea puesta en marcha. Al final, Alemania tiene que escoger entre una zona euro sin duda diferente a la "Gran Alemania" que imaginó, y … nada de zona euro. Entiendo que sus líderes y su pueblo odien haberse dejado encerrado en una posición tan difícil. Pero es necesario asumirlo. La canciller Angela Merkel debe tener, y de forma clara y limpia, la valentía de tomar esa decisión. (LE MONDE) THE WALL STREET JOURNAL.- En el frente político, la crisis de deuda soberana de Europa ofrece cobertura para los líderes de China. Un yuan subvaluado —que ayuda a las firmas chinas a ganar cuota de mercado a expensas de rivales extranjeros— podría ser parte de la razón de los padecimientos de Europa. Pero la inmediatez de la crisis distrae la atención de problemas que arden a fuego lento, como la tasa de cambio. Las pujantes reservas de divisas, también producto del yuan controlado, incluso permiten que los líderes de China se hagan pasar por los salvadores de Europa, comprando deuda soberana en su hora de necesidad. Francia. Le Monde La difícil decisión de Berlín Martin Wolff “Un día, los historiadores pueden ver (el Tratado de) Maastricht como un paso hacia el surgimiento de una potencia europea estable. Pero hay otra posibilidad, más sombría: (…) El intento de sumar Estados pueda llevar a un enorme aumento de la fricción entre ellos”. Hace veinte años que escribí estas líneas en el Financial Times. Mis temores están en trance de hacerse realidad. La crisis actual no sólo ha demostrado que el diseño inicial de la zona euro era defectuoso, lo que ya sabían en ese momento la mayoría de los analistas más lúcidos, también ha revelado –y de forma exacerbada– la falta esencial de confianza, por no hablar de la falta de un sentido de identidad común entre pueblos que están encadenados a lo que se ha convertido en un matrimonio de "incompatibilidades". Fue una visita a Roma la que me hizo darme cuenta de la magnitud del fracaso. Al oír de boca de un funcionario de alto nivel italiano: "hemos abandonado las válvulas de seguridad tradicionales, que eran la inflación y la devaluación, a cambio de tasas de interés más baja, pero ahora no nos beneficiamos de la debilidad de estas tasas ". Pérdida de confianza Luego añadió: "Sería preferible salir (de la unión monetaria) que aguantar treinta años de sufrimiento". Estas observaciones reflejan una pérdida de confianza en el proyecto y en los socios. En su última conferencia de prensa, Jean-Claude Trichet, el presidente saliente del Banco Central Europeo (BCE), se refirió a la excelente trayectoria de la institución en la lucha contra la inflación. Pero este modesto aumento de los precios ha enmascarado la aparición de desequilibrios en la unión monetaria y la falta de medios –o de voluntad– para resolverlos. Como resultado, la quiebra de un Estado o un estallido de la zona del euro, incluso ambos, son ahora posibles. La carrera por la seguridad que entraña, y que incluye medidas para proteger exposiciones transfronterizas en una unión monetaria en teoría integrado, hace correr el riesgo de implosión. Estamos siendo testigos de una interacción fatal entre los temores de insolvencia soberana, aparición de una escasez de liquidez soberana y tensión financiera. Tal como fue concebida, la zona euro carecía de algunas instituciones clave, siendo la más importante un banco central que pueda y quiera actuar como prestamista de última instancia en todos los mercados principales, un fondo de rescate suficientemente provisto para garantizar la liquidez en los mercados de bonos soberanos, y métodos eficaces para gestionar un tejido interconectado de insolvencias soberanas y crisis bancarias. En ausencia de instituciones fuertes, las actitudes y las políticas de los países centrales de la zona se han convertido en cruciales. Como todos los demás, admiro la reconstrucción política y económica de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial y tras de la reunificación, su compromiso con la estabilidad económica y la alta calidad de los productos manufacturados que exporta. Pero esto no es suficiente. Los líderes alemanes insisten en ver el mundo a través de la lente de una economía más pequeña, abierta y muy competitiva. Sin embargo, la zona euro no es una economía pequeña y abierta, es una gran economía relativamente cerrada. El país-motor de tal unión debe proporcionar un mercado dinámico para los socios menos solventes, cuando ya no son capaces de financiar sus déficit, o financiarlos directamente. Y si el sector privado se niega a proveer los fondos necesarios el sector público debe hacerlo. Si no lo hace, desatará una ola de incumplimientos en los sectores público y privado que, a su vez, afectarán al sector financiero y a las exportaciones del país- motor. La incapacidad de los dirigentes alemanes para explicar estas realidades a su población hace que sea imposible resolver la crisis actual. En su lugar, mantienen la ilusión de que cualquiera puede convertirse en prestamista. Economías pequeñas y abiertas como Letonia o Irlanda, probablemente puedan reactivar la competitividad y el crecimiento mediante la deflación, pero para un gran país como Italia, la solución es demasiado doloroso para ser creíble. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, muy bien puede reclamar austeridad: no va a suceder. Hoy, primero tenemos que apagar los fuegos más violentos. Sólo entonces será posible construir una zona euro ignífuga. Efectivo en cantidades ilimitadas La opción menos mala sería que el BCE proporcionará liquidez en cantidades ilimitadas a los gobiernos y las instituciones financieras solventes. No debería ser difícil intelectualmente mostrar que comprar bonos no es incompatible con el mantenimiento de la estabilidad monetaria, puesto que la oferta monetaria ampliada creció sólo un 2% por año. Sin embargo, sería políticamente sensible. Incluyendo para el italiano Mario Draghi, que asume el cargo de presidente del BCE el 1 de noviembre. Pero es la única política posible a la vista del insuficiente tamaño del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) en caso de que se deba movilizar para rescatar a los países grandes que lo necesiten. Será entonces cuando los políticos se atrevan a apoyar esta iniciativa. ¿Qué pasaría si Berlín se niega a apoyar algo tan audaz? El BCE debería seguir adelante y no permitir que se prduzcan una sucesión de colapsos. Entonces sería Alemania la que tendría que decidir si abandona la unión monetaria, posiblemente con Austria, los Países Bajos y Finlandia. Pero los alemanes deben ser conscientes de que esto implicaría una fuerte alza en el tipo de cambio, una fuerte caída de la rentabilidad de las exportaciones de su país, una crisis financiera enorme y una fuerte caída del PIB. Sin contar que esto significaría el fracaso del esfuerzo de dos generaciones para construir un marco europeo sólido. Alemania tiene derecho a veto sobre eventuales medidas para ampliar el apoyo al presupuesto público, pero ahora está en trance de "perder el control" del BCE. Frente a una crisis tan peligrosa para Europa y para todo el mundo, la única institución europea con la capacidad de actuar en la escala requerida debería seguir este camino; el coste de la inacción podría de hecho ser devastador. Esta decisión puede provocar sin duda una crisis política, pero que será menos grave que la crisis financiera que iba a estallar en caso de que no sea puesta en marcha. Al final, Alemania tiene que escoger entre una zona euro sin duda diferente a la "Gran Alemania" que imaginó, y … nada de zona euro. Entiendo que sus líderes y su pueblo odien haberse dejado encerrado en una posición tan difícil. Pero es necesario asumirlo. La canciller Angela Merkel debe tener, y de forma clara y limpia, la valentía de tomar esa decisión. LE MONDE. 19-9-2011 EEUU. The Wall Street Journal La crisis le quita presión al alza del yuan Tom Orlik Una de las primeras víctimas del desvanecimiento de la recuperación global ha sido la presión para que el yuan se aprecie. La elite económica mundial está en Washington para las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional, del 23 al 25 de septiembre. En el pasado, esta ha sido una oportunidad para ejercer un poco de presión sobre China para que permita una apreciación más rápida del yuan. Las señales en agosto ciertamente eran positivas. El ritmo anualizado de la apreciación del yuan contra el dólar repuntó a más de 11%, frente a un promedio de alrededor de 5% en los primeros siete meses del año. La tasa de cambio ponderada al comercio —una medida más amplia de los movimientos del yuan— también avanzó un poco. Pero el aumento marcado de agosto ya se ha desvanecido. La apreciación casi se detuvo por completo en la primera quincena de septiembre, y es poco probable que retome el ritmo de agosto. Hay tres razones por las cuales Beijing permite la aceleración de los avances en su moneda: fuertes exportaciones, alta inflación y presión internacional. Una recuperación global menguante conspira contra las tres. Las cifras de comercio para agosto, según las cuales las exportaciones estuvieron cerca de un récord, fueron sorprendentemente fuertes. Pero ahora que las economías de Estados Unidos y de Europa están al borde del precipicio, la perspectiva es sombría. La encuesta oficial más reciente de los productores fabriles chinos muestra una caída de los pedidos extranjeros, lo cual inquietará a Beijing acerca de imponer presión monetaria adicional sobre los exportadores. La inflación, entretanto, está alta pero parece haber superado su cenit. El índice de precios al consumidor cayó a 6,2% interanual en agosto de 6,5% en julio y se espera que una recuperación económica debilitada lastre aun más los precios. Los precios de las importaciones de materias primas por China también se han moderado. El crudo cayó a US$86 por barril en la primera quincena de septiembre frente a US$113 por barril en abril. Ello reduce la presión inflacionaria importada, y el incentivo para acelerar la apreciación del yuan. En el frente político, la crisis de deuda soberana de Europa ofrece cobertura para los líderes de China. Un yuan subvaluado —que ayuda a las firmas chinas a ganar cuota de mercado a expensas de rivales extranjeros— podría ser parte de la razón de los padecimientos de Europa. Pero la inmediatez de la crisis distrae la atención de problemas que arden a fuego lento, como la tasa de cambio. Las pujantes reservas de divisas, también producto del yuan controlado, incluso permiten que los líderes de China se hagan pasar por los salvadores de Europa, comprando deuda soberana en su hora de necesidad. La apreciación del yuan no se detendrá por completo. Un acción resuelta de la Reserva Federal que tenga el impacto de debilitar aun más el dólar podría obligar a avances en la tasa de cambio bilateral. Pero una recuperación global menguante significa que la apreciación acelerada de agosto ya es noticia vieja. THE WALL STREET JOURNAL. 19-9-2011

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