La deuda mata imperios y provoca revoluciones

«El mundo cruje bajo el peso de la deuda. O, para ser más exactos, el viejo mundo, ese que va de Berlí­n a Tokio, pasando por toda Europa Occidental, Parí­s, Londres y Washington. En este gigantesco arco del «apalancamiento», que se extiende sobre más de 15.000 kilómetros, el endeudamiento total, el que agrupa los compromisos del Estado, las empresas y los hogares, sobrepasa en todas partes dos años de producción. En Francia, franqueó los 2 billones de euros hace diez años, los 3 billones en 2006 y el umbral de los 4 billones será alcanzado este verano»

Queda, en fin, la solución Truman: la inflación. Consiste en erosionar la deuda or el alza de los precios. El deudor paga entonces en una moneda devaluada. En realidad, la única vía que podría hacer subir los precios viene de las materias primas. Las últimas grandes oleadas de inflación vienen de ahí, en 1950 con la guerra de Corea, en los años 70 con los choques petroleros. Hoy, los países emergentes son grandes consumidores de productos básicos, los recursos son a menudo limitados y a las minas les cuesta responder a la demanda. Esto es lo que podría formar el cóctel salvador de un mundo demasiado viejo. (LES ECHOS) THE WALL STREET JOURNAL.- Pero los analistas dicen que se está gestando una oleada de ventas mayor y más perniciosa que podría hacer caer aún más a la divisa común europea. Algunos gestores de capital y bancos centrales más grandes del mundo —que ejercen mucha más influencia en los mercados cambiarios que los fondos de cobertura— dicen que cada vez son más escépticos sobre el euro y los activos europeos. BREAKING VIEWS.- ¿Sabe algo Alemania que el mercado no sabe? Es la pregunta que preocupa a los inversores tras la sorpresa de Berlín de prohibir las ventas a corto al descubierto de las acciones en sus diez principales financieras. Las inesperadas y aparentemente innecesarias restricciones sobre las ventas a corto sugieren que el Gobierno alemán sabe que las cosas están a punto de tomar un giro a peor. En la febril imaginación de los agoreros, la prohibición es un precursor de una quiebra griega, o incluso de una retirada de Alemania de la zona euro. Francia. Les Echos La solución de la inflación Jean Marc Vittori El mundo cruje bajo el peso de la deuda. O, para ser más exactos, el viejo mundo, ese que va de Berlín a Tokio, pasando por toda Europa Occidental, París, Londres y Washington. En este gigantesco arco del “apalancamiento”, que se extiende sobre más de 15.000 kilómetros, el endeudamiento total, el que agrupa los compromisos del Estado, las empresas y los hogares, sobrepasa en todas partes dos años de producción. En Francia, franqueó los 2 billones de euros hace diez años, los 3 billones en 2006 y el umbral de los 4 billones será alcanzado este verano. Las causas de esta fantástica ascensión son conocidas: desequilibrios financieros planetarios, innovación financiera desbocada, intervención pública desfalleciente especialmente en Estados Unidos (incitaciones al endeudamiento inmobiliario, reglamentaciones demasiado descuidadas, política monetaria laxa), y, más recientemente, impacto devastador de la crisis financiera sobre las cuentas públicas (planes de estímulo, caída de ingresos fiscales). Las consecuencias se van a hacer sentir en los meses y años venideros: una asfixia de la actividad. La deuda es un veneno mortal que mata imperios y provoca revoluciones. Para escapar, no hay más que tres salidas, dejando de lado las fantásticas historias sobre la ayuda venida de un crecimiento imaginario. En primer lugar, la solución César Birotteau: rembolsar a los acreedores mes tras mes apretándose el cinturón a riesgo de morir de agotamiento, como lo hizo el perfumista imaginado por Balzac. Es una vía que seduce especialmente a aquellos que están impregnados de una cultura cristiana donde se gana la salud por sus esfuerzos. Pero, al menor contratiempo, se corre el riesgo de meter a la economía en la espiral depresiva descrita en 1933 por el economista Irving Fisher. A continuación, la solución Lenin: rechazar la deuda como hizo Rusia en 1917, lo que implica no poder recurrir al menor préstamo durante decenios. Otras formas menos violentas consisten en alargar la deuda en el tiempo, hablándose entonces de renegociación o reestructuración. El acreedor acepta entonces, más o menos forzado, la pérdida de una parte de su dinero. Este medio ha sido muy utilizado por los reyes de Francia y más recientemente por países emergentes como Argentina. Agitando muy fuertemente los mercados. Queda, en fin, la solución Truman: la inflación. Consiste en erosionar la deuda por el alza de los precios. El deudor paga entonces en una moneda devaluada. Al salir de la Segunda Guerra Mundial, cuando Harry Truman sucedió a Franklin Roosevelt en la presidencia del país, Estados Unidos tenía una deuda inflada por los gastos militares superior al 100% del PIB. En una década, el alza de los precios la rebajó en un 40%. La inflación no es sólo un alza autoalimentada del nivel general de los precios. Es también un mecanismo de repartición de las rentas, entre deudores y acreedores. A una inflación más alta, más pierden los prestamistas, a no ser que hayan tenido la astucia de indexar los reembolsos al alza de los precios. Por lo tanto, la solución de una deuda demasiado pesada, es precisamente una transferencia. Para evitar perderlo todo, los acreedores que han prestado demasiado se resignan a una amputación de sus rentas futuras. En su “Teoría general”, Keynes apostó por una solución más radical: “la eutanasia de los rentistas”. Su traductor al francés prefirió el concepto más dulce de “desaparición”. Pero el problema es que se desconoce como provocar la inflación, y esto al menos por cuatro razones. Es difícil aumentar los precios en un mundo más abierto, donde los consumidores han tomado el poder, donde las fábricas están lejos de volver al máximo de sus capacidades y donde los sindicatos han perdido su poder. Por el contrario, la India, el único gran país tocado hoy en día por la inflación, está relativamente poco abierto al mundo. El segundo obstáculo es financiero; los inversores tienen ahora los medios para defenderse. Pueden marcharse a cualquier parte (las dos terceras partes de la deuda pública francesa está detentada por extranjeros). Al menor signo de inflación, levantarán el vuelo como los gorriones. El tercer bloqueo es institucional: después de las llamaradas de los años 70, los gobiernos han confiado la vigilancia de los precios a banqueros centrales independientes. Es cierto que el patrón del Banco central europeo, Jean-Claude Trichet, ha reculado recientemente. Pero cuesta imaginar una marcha atrás sobre la cuestión de la inflación, dado que el objetivo principal asignado por el tratado europeo al BCE es “mantener la estabilidad de los precios”. El último punto, el más importante, es político. Cuando Keynes quiso neutralizar a los rentistas, estos eran poco numerosos. Pero, hoy en día, se cuentan por decenas de millones: los jubilados cuyas rentas vienen de los fondos de pensiones, los detentadores de sicav, los ahorradores. Y tienen tanto mayor peso cuanto que son a menudo personas de edad, y por tanto muy activos en las elecciones. Es por ejemplo impensable que Nicolas Sarkozy haga campaña en 2012 sobre el tema de la inflación, puesto que no habría sido elegido en 2007 sin el voto decisivo de las personas de más de 65 años. La democratización del capital de esta últimas décadas constituye un dique formidable contra la inflación. En realidad, la única vía que podría hacer subir los precios viene de las materias primas. Las últimas grandes oleadas de inflación vienen de ahí, en 1950 con la guerra de Corea, en los años 70 con los choques petroleros. Hoy, los países emergentes son grandes consumidores de productos de base, los recursos son a menudo limitados y a las minas les cuesta responder a la demanda. Esto es lo que podría formar el cóctel salvador de un mundo demasiado viejo. LES ECHOS. 20-5-2010 EEUU. The Wall Street Journal El euro se vuelve el patito feo del mercado cambiario Mark Gongloff, Neil Shah y Alex Frangos Los fondos de cobertura se han visto muy desprestigiados por contribuir a la reciente caída del euro. Pero los analistas dicen que se está gestando una oleada de ventas mayor y más perniciosa que podría hacer caer aún más a la divisa común europea. Algunos gestores de capital y bancos centrales más grandes del mundo —que ejercen mucha más influencia en los mercados cambiarios que los fondos de cobertura— dicen que cada vez son más escépticos sobre el euro y los activos europeos. Este escepticismo está generando preocupación entre los muchos participantes del mercado de divisas. Incluso si los bancos centrales y los grandes gestores no se deshacen de sus activos en euros, una simple pausa en sus compras podría tener un gran impacto en la moneda europea. El euro subió el miércoles a US$1,2386 frente a US$1,2143, su nivel intradiario más bajo frente al dólar en cuatro años, y de US$1,2210 el martes en Nueva York. Es la segunda ganancia en siete jornadas del euro, que ha perdido casi 15% respecto a la divisa estadounidense este año. El banco central de Corea del Sur dijo este mes que los problemas de deuda soberana de la eurozona restan atractivo al euro como divisa de reserva. En Irán, el director del banco central indicó esta semana que el país podría replantear la composición de sus reservas, que la CIA estima en US$81.000 millones. Y Rusia dijo que redujo la presencia del euro en sus reservas el año pasado. Datos de los fondos de inversión muestran que, en las últimas semanas, los inversionistas europeos y estadounidenses han reducido sus posiciones en fondos de renta variable de la zona euro. El mayor fondo en bonos de Asia, el Global Sovereign Fund, de Kokusai Asset Management, con US$40.000 millones bajo gestión, redujo su posición en euros de 34,4% en marzo a 29,6% al 10 de mayo, según un gerente de la compañía. Y las grandes administradoras de fondos, como Pacific Investment Management Co. (Pimco), de Allianz SE, y Baring Asset Management, mostraron prudencia respecto al euro en entrevistas con The Wall Street Journal. No todos los gestores de fondos están vendiendo euros, y algunos ven la debilidad de la divisa como una oportunidad de compra. Un asesor del banco central de China, una entidad clave en los mercados cambiarios, dijo esta semana que planeaba seguir diversificando sus extensas posiciones en dólares, que en el pasado supuso la compra de euros. Si bien algunos bancos centrales, como el de Rusia, comenzaron a reducir el año pasado su exposición al euro, los analistas dicen que la cautela está siendo más aparente. "El programa de diversificación (reduciendo posiciones en dólares) se ha detenido en seco", dijo Collin Crownover, director gerente y director global de gestión de divisas en State Street Global Advisors, una firma de consultoría. "Si la progresión bajista del euro continúa, entonces veremos una venta evidente de activos de la eurozona, lo que creará un efecto de bola de nieve, empeorando la situación". En los primeros dos meses de 2010, la salida de capital de Europa registró una tasa anualizada de US$50.000 millones, según Jens Nordvig, director gerente de análisis de divisas en Nomura Securities International. Esa velocidad se ha incrementado probablemente en los últimos meses, contribuyendo a la reciente caída del euro. Según Nordvig, esta salida de capital se debe casi exclusivamente a los grandes inversionistas, en parte porque los fondos de cobertura han alcanzado su punto máximo de su capacidad o deseo de apostar contra el dólar. "Alguien nuevo está vendiendo ahora", dijo. Y a diferencia de los especuladores, los inversionistas a largo plazo tardarán en modificar su comportamiento reciente, incluso si el euro tiene un respiro. Además, muchos de los inversionistas con el llamado "dinero de verdad", de quienes se esperaría que compraran euros cuando la divisa europea pierde valor, se están manteniendo al margen debido al desalentador panorama económico de Europa y a las continuas protestas en Alemania sobre el costo del paquete de rescate a Grecia. "Está haciendo que la gente se pregunte: ‘¿En qué me estoy metiendo?’", dijo Colin Harte, director de renta fija y divisas en la oficina londinense de Baring, compañía con más de US$47.000 millones bajo gestión. "¿Qué ocurre si compra euros y los alemanes votan para abandonar" la unión monetaria? Si bien Harte generalmente compraría euros a la tasa de cambio actual, el ejecutivo dice que no puede predecir realmente qué dirección tomará ahora la moneda. Su pronóstico oscila entre US$1,10 y US$1,34 para fin de año. Los bancos centrales, que contaban con un total combinado de unos US$7,5 billones (millones de millones) en reservas a finales del año pasado, forman la columna vertebral de los mercados cambiarios. Sus continuas reducciones de posiciones en dólares, que reciben generalmente del comercio o de la exportación de bienes básicos, en favor de otras divisas juegan un papel importante en la determinación de las tasas de cambio. Los gestores de reservas no necesitarían vender euros en este momento para golpear fuertemente a la divisa. En su lugar, les bastaría con reducir el ritmo de compras de la moneda. THE WALL STREET JOURNAL. 20-5-2010 Inglaterra. Breaking Views Elefantes en el armario Nicholas Paisner ¿Sabe algo Alemania que el mercado no sabe? Es la pregunta que preocupa a los inversores tras la sorpresa de Berlín de prohibir las ventas a corto al descubierto de las acciones en sus diez principales financieras. Las restricciones no son en realidad del todo draconianas. Sólo se aplican a las ventas a corto al descubierto. Una práctica que ha sido mal vista durante mucho tiempo y que ya ha sido restringida en muchos mercados, incluyendo Estados Unidos. Además, no está del todo claro por qué la última medida era necesaria. En el ámbito operativo, las cosas han ido bien para el mayor sector financiero de Alemania. Deutsche Bank y Commerzbank se han beneficiado de un ritmo superior a lo esperado de disminución de pérdidas por préstamos. Por su parte, las aseguradoras han registrado rápidas ventas de seguros y de productos financieros a medida que las economías se recuperan. Eso ha ayudado a las acciones de Deutsche, Allianz y Munich Re a mantenerse en un nivel razonable -hasta la intervención de Berlín-. Antes de la última ola de ventas, las acciones se cotizaban a menos del 20% por debajo de su pico de abril, casi un desastre después de un año de recuperación. Es cierto que las instituciones alemanas están muy expuestas al sur de Europa. Desde septiembre de 2009 los bancos tienen 45.000 millones de dólares de deuda griega, según Evolution Securities. Pero con el rescate de la Eurozona y el Banco Central Europeo inyectando liquidez, las presiones sobre el sector financiero se suponían que se habían suavizado. Las inesperadas y aparentemente innecesarias restricciones sobre las ventas a corto sugieren que el Gobierno alemán sabe que las cosas están a punto de tomar un giro a peor. En la febril imaginación de los agoreros, la prohibición es un precursor de una quiebra griega, o incluso de una retirada de Alemania de la zona euro. Pero incluso si se considera que Berlín es algo drástico, una mera prohibición de ventas a corto casi protegería a los bancos y a las aseguradoras de la caída. El movimiento de Berlín parece diseñado para apuntalar la confianza en sus instituciones financieras. Aunque ha tenido el efecto contrario. BREAKING VIEWS. 20-5-2010

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