SELECCIÓN DE PRENSA INTERNACIONAL

La democracia española frente a la gangrena de la corrupción

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Una crisis alimenta la otra. Apenas cuando la borrasca financiera empezaba a amainar en España surge una crisis política e institucional – la ironía está que a segunda reaviva la primera a juzgar por el repunte de las tasas de interés de la deuda española observado estos últimos días. Esta nueva tormenta ha estado desencadenada por el caso “Bárcenas”, por el nombre del ex-tesorero del Partido Popular. Según El Mundo y El País, los dos principales periódicos del país, numerosos dirigentes del PP –entre ellos el primer ministro, Mariano Rajoy– habrían disfrutado durante decenios complementos salariales ocultos. Aunque no probadas y fuertemente desmentidas, las acusaciones han caído muy mal en una España engullida por la recesión y con un paro masivo del 26% de la población activa. La crisis ha vuelto a los españoles más sensibles a los escándalos de corrupción, cuando hasta ahora mostraba indiferencia e indulgencia ante los políticos corruptos.El caso Bárcenas es sólo el último de una larga lista de casos similares. Los dos últimos años, casi todas las instituciones españolas se han visto afectadas por estos casos, desde la monarquía al sistema judicial y la patronal, por no mencionar las numerosas investigaciones contra ex ejecutivos de las cajas de ahorro en quiebra: el yerno del rey, Iñaki Urdangarin es sospechoso de malversación de fondos públicos, el ex presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial Carlos Divar fue acusado de facturar a los contribuyentes muchos viajes privados a Marbella; el ex jefe de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, se enfrenta a acusaciones de malversación y blanqueo de dinero …Por lo tanto, no resulta sorprendente que el caso Bárcenas sea la gota que ha colmado el vaso para muchos españoles. Una caricatura del dibujante Ricardo publicada recientemente en «El Mundo», expresaba su exasperación con sarcasmo. Se podía ver a una pareja al lado de un árbol con chorizos como frutos, exclamando: «En España nunca vamos a morir de hambre porque los chorizos aún crecen en los árboles.» Aquí, chorizo es el apodo despectivo dado a los ladrones y los corruptos.Aunque todas las instituciones se ven afectadas, la clase política sigue siendo la más contaminada por estos «chorizos»: casi 300 funcionarios electos están actualmente enjuiciados, según Transparencia Internacional. Lo que tiene por consecuencia un descontento masivo de la población hacia sus dirigentes, cualquiera que sea su color político. Una encuesta reciente publicada por «El País», mostró que el 85% de los encuestados tienen poca o ninguna confianza en Mariano Rajoy y el 89% piensa lo mismo del líder de la oposición socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba. Y casi todos los encuestados (96%) creen que la corrupción está muy extendida y no es castigada lo suficiente.Los españoles tienen la sensación de un verdadero «doble rasero» en los tribunales. «La ley es la misma para todos, pero no su aplicación. Con pocas excepciones, los políticos corruptos no devuelven el dinero (robado) y no van a la cárcel», se lamentaba recientemente el antropólogo Manuel Mandianes. De repente, «la España oficial vive cada día en una auténtica burbuja política, mediática y económica que los aísla y amortigua el ruido de la España real que sufre, no sólo en lo económico», escribió Elisa de la Nuez, en el blog «¿Hay Derecho?». Ella cree que habría que «remontarse al franquismo para encontrar una brecha tan grande entre la España oficial y la España real».Sin embargo, es esta brecha la que trataron de reducir los españoles poniendo en marcha su democracia durante la transición después de la muerte de Franco en 1975. Pero así como la crisis de la zona euro tiene sus raíces en los defectos originales de la Unión Económica y Monetaria, la crisis de legitimidad de la clase política española nació de los límites de la institucionalidad forjada en esos años. En un artículo muy bien documentado, publicado el pasado mes de septiembre en «El País» el economista César Molinas aplica la teoría de las «élites extractivas» de Daron Acemoglu y James Robinson a España, explicando de forma luminosa las burbujas especulativas experimentadas por el país en las deficiencias del sistema electoral. No es una coincidencia que la reforma del sistema de votación, con listas proporcionales actualmente cerradas y bloqueadas (por lo tanto totalmente controladas por la dirección de los partidos), fuera una de las principales demandas del movimiento indignado.Cualquiera que sea el método adoptado, es urgente para España renovar su clase política y por lo tanto revitalizar su democracia. Por ahora, sólo se han dado tímidos pasos como un proyecto de ley sobre la transparencia en la administración o el anuncio de un pacto contra la corrupción entre los dos grandes partidos. Esto también se ha visto en España sobre todo como una «entente cordiale» para ocultar más que para revelar la corrupción … El país necesita medidas más drásticas. Porque los ciudadanos no soportarán durante mucho más tiempo el abuso de poder, la corrupción, los sobornos y otros privilegios injustos que algunos acuerdan impunemente, mientras que ellos ven disminuir sus salarios y aumentar el coste de la vida.

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