El fracaso del pacto de Estado propuesto por el Rey expresa la hondura de la crisis polí­tica

La crisis le pide cuentas al Rey

La derecha monárquica critica furibundamente la intromisión polí­tica del Rey -al proponer un pacto de Estado entre las principales fuerzas polí­ticas y sociales para hacer frente a la crisis. Mientras que Carod-Rovira, lí­der de Esquerra Republicana de Catalunya, alaba la actuación de la Corona, considerándola «absolutamente imprescindible, responsable y de sentido común». ¿Los republicanos se han vuelto monárquicos, y los monárquicos de toda la vida atacan a la Corona? ¿A qué se debe este mundo al revés? Aclararemos la confusión si sabemos que detrás de Carod-Rovira está La Caixa -cuyo presidente acaba de confesar que «Botí­n es el Rey y yo soy su vasallo»-, y que tras la derecha mediática están los sectores oligárquicos capitaneados por el BBVA y enfrentados al Santander. La división polí­tica, que ha hecho imposible cualquier tipo de pacto, emana de una fractura en el seno de la oligarquí­a cada vez más aguda. Y que ha pasado factura estos dí­as a una institución clave como la Corona.

El monarca “reina, ero no gobierna”. Es decir, es un poder moderador que simboliza los intereses de conjunto de la oligarquía, y que por ello no se inmiscuye en las disputas políticas entre los diferentes sectores, líneas y proyectos de la clase dominante.Por eso es muy revelador que haya irrumpido públicamente, precisamente ahora, con una propuesta de alto calado político.El Rey aprovechó uno de sus discursos oficiales para expresar que “es hora de grandes esfuerzos y amplios acuerdos para superar juntos, cuanto antes, las graves consecuencias de la crisis”.Inmediatamente después, la Casa Real dio publicidad a las audiencias reales -normalmente apartadas con sigilo del foco público- con los secretarios generales de CCOO y UGT, y con la ministra de Economía.El Rey había bajado a la arena política, para impulsar un “pacto de Estado”, al estilo de los Pactos de la Moncloa que en 1977 sentaron las bases económicas de la primera transición, entre las principales fuerzas políticas y sociales, desde el PSOE y el PP hasta los sindicatos.Que una institución como la Corona se haya visto obligada a salir a la escena política señala con claridad la hondura de la crisis política.En la base de esta crisis está el reajuste de fuerzas en el seno del bloque de países occidentales encabezados por EEUU, y la drástica degradación de España hacia una especie de “tercera división” mundial, dejándola caer hasta donde determine su verdadero peso económico, político y militar.Una degradación que tiene como consecuencia un drástico plan de ajuste y recortes sociales, amenazando las condiciones de vida del conjunto de la población, pero necesariamente también coloca a la oligarquía española, y en particular a Botín, en una nueva y mucho más inestable posición en la jerarquía bancaria mundial a la que se ha encaramado.Podría pensarse que, más allá de sus diferencias, primaría la unidad entre los diferentes sectores oligárquicos para imponer el programa de “ajuste duro” que todos necesitan para cargar sobre la población el pago de sus deudas con el exterior.Pero las furibundas reacciones a la iniciativa de pacto propuesta por la Corona avanzan en la dirección del enfrentamiento.El PSOE se ha apresurado a llevar el agua real a su molino, alabando la iniciativa del monarca e identificando la “unidad contra la crisis” con el apoyo a la política del gobierno.Pero el PP no ha ocultado su enfado con el Rey, aireado por algunos medios de la derecha mediática con frontales críticas a la Corona. La número dos del PP, Dolores de Cospedal, cerro tajantemente la posibilidad de un acuerdo al afirmar que “el pacto sólo sería bueno para España si tiene un auténtico contenido que suponga un cambio radical en las políticas económicas de Zapatero”.Esta división política, máxime cuando afecta a una de las instituciones claves, como la Corona, tiene necesariamente que corresponderse a una fractura de clase, en el seno de la oligarquía española.El Santander de Botín, Telefónica -el monopolio más privilegiado por la política de Zapatero- y La Caixa -que ha encontrado durante estos años su acomodo como tercer poder financiero, a la sombra de los dos grandes- han salido en defensa de Zapatero.Por su parte, el BBVA ha lanzado una velada andanada al Santander, defendiendo que bancos y cajas deben asumir, con mayores provisiones, la quiebra inmobiliaria. Un riesgo al que está mucho más expuesto Botín.Todavía hay que dilucidar el centro de la división y la diputa en el seno de la oligarquía. En torno a qué proyectos y que fracciones o sectores de la clase dominante se articula la fractura. Posiblemente, la aceptación o no de la degradación de España dictada por las grandes potencias a cambio del mantenimiento del estatus y la privilegiada posición de unos pocos de sus bancos y monopolios pueda estar en el origen de la repentina aceleración de las divisiones.Lo que es innegable es que esa división en las alturas se está agudizando, y va a jugar un importante papel en el desarrollo de la situación política española.

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