La excusa dada por el periódico para suprimir el articulo de su página web no puede ser más pobre. Ni más engañosa. Aún sin haber dado todavía explicaciones oficiales de los motivos de la censura, se ha hecho correr la voz de que la tesis del artículo es comparar a Merkel con Hitler. Lo cual, además de ser rigurosamente falso, sirve para ocultar los fuertes argumentos de fondo que ofrece Torres para desmontar la visión que pretenden dar las elites económicas, la clase política del bipartidismo y el stablishment mediático sobre las causas y los responsables de la crisis.
En primer lugar, frente a la idea que trata de culpabilizarnos de la crisis por haber “vivido por encima de nuestras posibilidades” y habernos “endeudado irresponsablemente”, el articulo señala certeramente a la oligarquía financiera alemana, a sus bancos y sus grandes empresas, como los responsables directos –y los grandes beneficiados– de la situación que vivimos. Primero imponiendo unas condiciones de entrada a la Unión Europea cuyo objetivo era “quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los países de la periferia, como España”. Esta primera fase provocó un grave desequilibrio de la balanza comercial en la UE. De un lado grandes superávits para Alemania y unos pocos países del norte. Del otro, grandes déficits en los países del sur.
«Empezamos a comprobar cómo los tentáculos de la censura de la Troika se extienden también a España» A continuación, la introducción de la moneda única permitió que los grandes excedentes de capital acumulados por la banca alemana en este intercambio cada vez más desigual fueran invertidos en “financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular” con los derivados financieros que llegaban desde Wall Street.
Al estallar la crisis de las hipotecas subprime, la banca alemana –con unos activos tóxicos valorados en 900.000 millones de euros– estaba de hecho en quiebra. Y ahí comenzó a diseñarse el plan de Berlín para rescatar a sus bancos a costa de saquear a las poblaciones de los países del sur. Primero a través de los llamados “rescates”, y que no consisten en otra cosa que “en darle a los gobiernos de esos países dinero en préstamos, que pagan los pueblos, para traspasarlo a los bancos nacionales y que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes”. Segundo, alimentando los ataques de las grandes agencias de calificación “contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania”.
Por último, y seguramente más importante, en su párrafo final el articulo denuncia cómo todo esto no hubiera sido posible sin la complicidad y la sumisión de nuestros gobiernos, que “en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionan para actuar como meras comparsas de Merkel.”
Esto, el señalar a la banca alemana como la gran responsable y beneficiaria del saqueo que estamos sufiendo y denunciar la falta de patriotismo de nuestros gobernantes al someterse servilmente a sus dictados -y no el supuesto agravio a Merkel, quien por otra parte es insultada diariamente por millones de europeos en las calles- son las verdaderas razones de la censura al articulo que reproducimos a continuación integramente.
Alemania contra Europa
Es muy significativo que habitualmente se hable de “castigo” para referirse a las medidas que Merkel y sus ministros imponen a los países más afectados por la crisis.
«El gobierno, en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traiciona para actuar como mera comparsa de Merkel» Dicen a sus compatriotas que tienen que castigar nuestra irresponsabilidad para que nuestro despilfarro y nuestras deudas no los paguen ahora los alemanes. Pero el razonamiento es falso pues los irresponsables no han sido los pueblos a los que Merkel se empeña en castigar sino los bancos alemanes a quienes protege y los de otros países a los que prestaron, ellos sí con irresponsabilidad, para obtener ganancias multimillonarias.
Los grandes grupos económicos europeos consiguieron establecer un modelo de unión monetaria muy imperfecto y asimétrico que enseguida reprodujo y agrandó las desigualdades originales entre las economías que la integraban. Además, gracias a su enorme capacidad inversora y al gran poder de sus gobiernos las grandes compañías del norte lograron quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los países de la periferia, como España. Eso provocó grandes déficit comerciales en éstos últimos y superávit sobre todo en Alemania y en menor medida en otros países.
Paralelamente, las políticas de los sucesivos gobiernos alemanes concentraron aún más la renta en la cima de la pirámide social, lo que aumentó su ya alto nivel de ahorro. De 1998 a 2008 la riqueza del 10% más rico de Alemania pasó del 45% al 53% del total, la del 40% siguiente del 46% al 40% y la del 50% más pobre del 4% al 1%.
Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos, lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009).
Al estallar la crisis se resintieron gravemente pero consiguieron que su insolvencia, en lugar de manifestarse como el resultado de su gran imprudencia e irresponsabilidad (a la que nunca se refiere Merkel), se presentara como el resultado del despilfarro y de la deuda pública de los países donde estaban los bancos a quienes habían prestado. Los alemanes retiraron rápidamente su dinero de estos países, pero la deuda quedaba en los balances de los bancos deudores. Merkel se erigió en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania.
Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de pobreza en su país sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la riqueza nacional.
La tragedia es la enorme connivencia entre los intereses financieros paneuropeos que dominan a nuestros gobiernos, y que estos, en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionen para actuar como meras comparsas de Merkel.