El Observatorio

La campaña basura

Decí­a hace unos dí­as un candidato, no recuerdo cual, que ésta era la campaña electoral más «sucia» que recordaba. Y lleva razón. No porque sea aquella en que hay más ataques bajos entre los partidos, o porque haya una mayor polarización polí­tica o un más extenso recurso a airear las corruptelas del contrario, sino porque directamente se ha convertido ya en una «campaña basura». O, para ser más exactos, el PSOE y el PP la han convertido en una «campaña basura», sobre la base de no poner encima de la mesa ni argumentos, ni programas ni siquiera promesas electorales, sino simplemente desperdicios, deshechos y basura maloliente. No es una exageración decir que «esto huele muy, pero que muy mal», e incluso que ya da asco.

Si hiciéramos un recuento somero de las olémicas que han dominado estas elecciones, cuando nos acercamos ya a su recta final, obtendríamos un listado más o menos parecido a éste: el aborto a los dieciséis años y sin consentimiento paterno, la píldora postcoital, la gripe A en los cuarteles de Madrid, la utilización por Zapatero de aviones militares para ir a mítines de su partido, si Aznar utilizaba 50 guardaespaldas, que Mayor Oreja (el candidato del PP) tiene “vínculos” con el franquismo, lo bien colocada que está la familia de Chaves en Andalucía, los trajes del presidente de la Generalitat Valenciana, si hay que procesar o no a Garzón por esto o por aquello, quién pagó a los “espías” de Esperanza Aguirre, si el aborto es peor que la pederastia, si el PP permitió que las mujeres se puedan “poner tetas a los 16” (Bibiana Aído dixit), Fabra (todo un “clásico” de las elecciones), … Y aún quedan algunos días para que aparezcan más temas, de parecido o similar corte. Si hubiera que señalar lo que de común comparten todas esas polémicas no hay que romperse mucho la mollera: todas ellas esquivan, como si del propio demonio se tratara, la brutal crisis que está sufriendo el país, y ninguna tiene nada que ver ni con Europa ni con el Parlamento europeo. Se trata pura y simplemente, o bien de “gazapos” para movilizar a su electorado sobre la base preferentemente de provocar los peores tics del rival, o bien directamente “basura” arrojada sobre el rival, de lo cual, parece, ambos tienen reservas inagotables: no pasa prácticamente un día sin que “caiga” uno u otro de alguno de los dos partidos. Se me dirá que todo esto no es ninguna “novedad”, que ya hace tiempo que se produce, que ésta es en definitiva una fórmula probada y exitosa para generar esa “polarización” que tan buenos resultados le ha dado al sistema bipartidista en España, ya que le permite “copar” a más del 80% del electorado. Sí, es cierto, esto ya se daba. Pero también es cierto que la situación actual es nueva. Que España vive la crisis más grave de los últimos 70 años. Nunca se habían celebrado unas elecciones con cuatro millones de parados y la amenaza de ser cinco muy pronto. Esto es nuevo, esto es muy grave, esto no es “más de lo mismo”. Y a esta situación excepcional corresponde la “intensificación” de la fórmula ya utilizada, pero llevándola a límites que, probablemente, signifiquen un cambio cualitativo. Ya no importa lo que pasa en la realidad, ni la situación del país: se trata, ante todo, de ocultar a la población lo que se ha a hacer con ella, las medidas que se van a tomar (necesariamente “contra ella”: ¿quién si no va a pagar la crisis?), y sin embargo intentar seguir atrayéndosela con dosis cada vez más fuertes de “ideología” y de “criminalización del adversario”. Dosis tan fuertes que (como le está ocurriendo al PSOE con el tema del “aborto a los 16 años sin consentimiento paterno”) que incluso pueden acabar convirtiéndose en un “boomerang” contra uno mismo (según las encuestas, ni la mayoría de los votantes socialistas están a favor). O practicar el “enlodamiento” del adversario hasta el punto de que no se hable de otra cosa durante toda la campaña. Es tal lo que tienen que esconder, es tal lo que piensan hacer, es tal el fundado temor que tienen de que la población ya no les siga y les dé la espalda, que tienen inevitablemente que transformar esto en un circo inmundo para que aún les presten algo de atención, por lo menos sus parroquianos más fieles. Pero la “campaña basura” no será una excepción de estas europeas. Ha venido para quedarse. Y si no, al tiempo.

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