SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La banca de inversión, el í­nclito moclovita, y la dura realidad

En verano, al calor de la temperatura atmosférica, diversos informes de renombrados bancos de inversión de la City, y también de aquí, abogaban por una recuperación de la economía patria poco menos que vigorosa. Y todo ello como apoyo a las diferentes giras o roadshows donde nuestras autoridades económicas trataban de vender las bondades de España a los diferentes inversores foráneos.

Nada, pelillos a la mar. Aquí, según estos análisis, no había pasado casi nada. Si alguien leía estos informes poco menos que se acababan preguntando: ¿qué es eso de lo que algunos denominan una brutal crisis bancaria? ¿De qué hablan aquellos que se refieren a un hundimiento despiadado del mercado laboral y de las rentas salariales? ¿A qué narices aluden los que se preocupan por una acumulación asfixiante de la deuda total hispana, pública más privada? ¿A que nos atenemos cuando hablamos de la evaporación de miles de pequeñas y medianas empresas?

Todo era, según estos informes, un mal sueño. Y como tal, al final, no se preocupen, tómense una pastilla contra el insomnio. En nuestro caso esa pastilla era el sector exterior, que, apoyado en una devaluación interna, digámoslo por su nombre, en una bajada salarial, nos convertiría poco menos que una nueva Alemania o Corea. Alucinante, ¿verdad?

Pero llega la realidad

Conforme los datos económicos se van publicando, estos “ilustres” bancos de inversión empiezan, eso sí, a cuentagotas, a rebajar sus previsiones, y lo que nos rondará morena. Miren ustedes, que mala pata, el euro se aprecia, los emergentes se frenan, distintos indicadores cíclicos de nuestra querida España, como el índice de actividad manufacturera PMI -publicado por Markit- o el índice del comercio minorista, ambos correspondientes al mes de octubre, se desploman. Mientras, la deuda pública se dispara, la mora bancaria real por las nubes, el crédito ni está ni se le espera, y las familias y empresas continúan, si pueden, ahorrando para pagar un volumen de deuda impagable.

Y de los datos de empleo mejor no hablar, la situación roza el esperpento. Mientras Eurostat, harta de las estadísticas patrias, publica los datos de octubre y nos dice que el número de parados alcanza la cifra récord histórica, 6.058.000 parados, es decir, una tasa de paro del 26,7%, el INEM a los suyo, a purgar ficheros, baja el paro y se hunde la afiliación. Y a eso lo llaman mejoría del paro. Caraduras. Simplemente es el sufrimiento de aquellos que ven agotadas sus prestaciones de desempleo, aquellos que se dan de baja por falta de expectativas, aquellos que abandonan nuestro país. Y luego el ínclito moclovita nos dice que no ha habido destrucción de empleo.

En realidad estos economistas de mercado no han entendido nada de la actual crisis sistémica, donde España es un ejemplo de manual de libro. Constituye un ejemplo más de la necesidad urgente de cambiar los planes de estudio de las Universidades de economía de medio mundo.

Paradoja del ahorro y las sandeces de la ortodoxia

Una de las mayores sandeces que uno puede leer en estos informes es que la reducción de deuda de empresas y familias, y por ende el incremento del ahorro de ambos, es un síntoma de recuperación de nuestra economía. Es increíble, justamente se trata de todo lo contrario, es el diagnóstico de que estamos en una recesión de balances.

Como consecuencia del descenso del colateral, y los elevados niveles de endeudamiento, las familias disminuyen el consumo y recuperan, si pueden, ahorro; las empresas no financieras no invierten, destruyen capital ya instalado, y despiden a trabajadores. El objetivo es reducir la deuda a toda costa. Como consecuencia se entra en una recesión de balances.

La pregunta que deberían hacerse estos economistas es hasta cuanto debe reducirse la deuda para poder volver a crecer. Les recomiendo que analicen los modelos de Steve Keen, economista postkeynesiano que a diferencia de ellos sí previó esta crisis. Siguiendo patrones históricos, la crisis no acabará hasta que no se recorte la deuda privada de manera substancial, y represente alrededor entre el 75% y el 100% del PIB. Al ritmo de reducción de los últimos años, desde el actual 312% del PIB necesitaríamos varias generaciones.

La tormenta perfecta

La situación es dramática. Después de más de seis años de intensa recesión, ninguna de las causas que originaron la actual crisis sistémica, un volumen brutal de deuda y una banca insolvente, se han solucionado. En vez de corregir estos dos desequilibrios, mediante una reestructuración de la banca zombi y una quita ordenada de deuda, se han aplicado una serie de políticas económicas que han empobrecido brutalmente a la ciudadanía.

Como la mayor parte de activos financieros están sobrevalorados es cuestión de tiempo esperar a que se desate la siguiente fase de venta masiva de los mismos. Cuando ello ocurra, emergerán todas nuestras miserias, nuestra descomunal deuda, privada y pública, y la insolvencia bancaria. Como consecuencia se activará un círculo infernal que se irá retroalimentando: crisis de deuda-crisis bancaria-deflación por endeudamiento. El crecimiento económico se hundirá, y la recesión se intensificará con fuerza.

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