Televisión

La audiencia da la espalda a PP y PSOE

Los candidatos a las Elecciones al Parlamento Europeo se preparaban, rodeados de una legión de asesores, para sus minutos de gloria en el horario de máxima audiencia de la televisión pública. Pero el divorcio de su polí­tica-ficción y la realidad social que vive la población en estos tiempos de crisis quedo patente al comprobar el tremendo «bofetón» que los datos de audiencia les han dado. Discursos alejados de la realidad social y centrados en el reproche y la «rabieta», que se vieron superados por los guiones mucho más elaborados de las series que se emiten los lunes. Ni siquiera han entrado en el ránking de los cinco programas más vistos de ayer. ¿Necesitan más pruebas para admitir que su discurso no cuenta con el apoyo popular?

Dos millones y medio de esectadores, es el dato definitivo de la audiencia media del debate de ayer, con un ridículo 13% de la cuota de pantalla. Este dato se vuelve más revelador al saber que hasta nueve millones de personas sintonizaron en algún momento el programa, pero su capacidad de resistencia ante tanto sopor era mucho más limitada, y quizá solo los más incondicionales de ambos bandos fueron capaces de aguantar tan deplorable espectáculo. Pese a ser anunciado a bombo y platillo, el debate fue ampliamente superado tanto por sus competidores en franja horaria: las series C.S.I, Life y Física o Química; como por otras emitidas en horarios que habitualmente cuentan con menos espectadores, como es el caso de Amar en tiempos revueltos, emitida durante la sobremesa. Y es que no es para menos. Es fácil reproducir la imagen mental del espectador medio que se interesa por las propuestas de las que teóricamente va a depender la salida de la crisis y sintoniza la Primera; para acabar cambiando de canal pasados cinco minutos de acalorada discusión, cansado de contemplar a estos “hooligans” que encadenan reproches vacuos sin hacer ninguna propuesta interesante. “Para esto –debieron pensar los espectadores-, me quedo con los chicos guapos o los talentosos investigadores que me ofrecen en el otro canal”. Pese a que la economía centró en un principio el debate, las propuestas eran lanzadas desde la más absoluta incoherencia, la ausencia de datos, y sobre todo, de soluciones útiles para la mayoría de la población. Eso si, el debate contó con hilarantes diálogos acusatorios y cínicos, propios de una película de Tarantino. La lucha se centraba en intentar averiguar quien era más mentirosos de los dos, rescatando de forma intolerable los cadáveres de los ciudadanos muertos durante el 11-M o en la catástrofe del YAK-42. También estaban enormemente preocupados en discernir cuál de los dos defendía mejor los derechos y libertades, a raíz de la ley del aborto, o cuál era más europeísta. Les faltó competir en un karaoke para ver quien cantaba mejor “El Himno a la Alegría”. Afortunadamente la audiencia no es tonta, por mucho que estos políticos se empeñen en creerlo, y además también sabe algo de ficción televisiva, y la que ofrecieron López Aguilar y Mayor Oreja no estaba ni de lejos a la altura para competir con los mejores profesionales. Señores, cambien de guionista.

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