Cine

Katyn: la masacre borrada

Transita por las salas españolas, sin mucho público y sin mucho bombo publicitario, la pelí­cula que hace dos años el gran director polaco Andrej Wajda (ya con 83 años) dedicó a una de la muchas tragedias que se abatieron sobre Polonia a partir de 1939. Una tragedia que Wajda vivió muy de cerca (su propio padre murió en ella) y que ha permanecido durante decenios en un limbo de indeterminación e incertidumbre que sólo ahora, setenta años después, comienza a despejarse en todas sus dimensiones: la matanza, en la primavera de 1940, de prácticamente toda la oficialidad del ejército polaco, a manos de la policí­a soviética.

En ejecución del acto germano-soviético, en septiembre de 1939, después de que Hitler invadiera y ocupara a sangre y fuego la mitad de Polonia, el Ejército soviético se adueñó de la parte oriental del país, en la que se había refugiado buena parte de un ejército polaco en desbandada, así como las élites del país, tratando de encontrar refugio de las zarpas del nazismo. Por decisión del alto mando soviético, el ejército polaco fue desmantelado completamente y su oficialidad recluida en campos de internamiento, a la espera de una decisión final sobre su destino. Esta decisión llegó a través de una carta fechada el 5 de marzo de 1940 y firmada por Beria: los 22.000 detenidos serían condenados, sin comparecencia ni acta de acusación, por tribunales militares sumarísimos y ejecutados con un tiro en la nuca.En la primavera de 1940, en las fosas de Katyn, a tumba abierta, la NKDP (la policía soviética) procedió a ejecutar, uno a uno, al 95% de los detenidos, entre los que estaba, no sólo la flor y nata de la oficialidad del ejército polaco, sino buena parte de sus élites intelectuales, políticas, académicas, jurídicas, etc. La URSS, por supuesto, ni anunció ni reconoció esta matanza.Un año después, el 22 de junio de 1941, Hitler invadió la Unión Soviética. En su inicial avance arrollador, el Ejército alemán , al llegar a Smolensko, descubrió las fosas de Katyn. Inmediatamente, Goebbels convirtió el hallazgo en un arma propagandística internacional contra la URSS (a la que la las tropas nazis estaban, en ese momento, aplastando encarnizadamente) y, a la vez, en un instrumento para contrarrestar y desmentir las informaciones que ya comenzaban a propagarse por todo el mundo sobre los campos de concentración alemanes y sobre la política nazi de fusilamientos masivos de prisioneros del Este.La respuesta soviética a los desvelamientos nazis fue acusarlos a ellos mismos de la matanza, y pasar a tratar a cualquiera que denunciara la autoría soviética como un colaborador activo del nazismo. Esta postura soviética se mantuvo inalterable durante todos los años de existencia de la Unión Soviética (incluso después de que el PCUS denunciara los "crímenes de Stalin"). Los aliados occidentales de la URSS durante la guerra (EEUU, Inglaterra…) mantuvieron entonces sus labios sellados en este tema y asumieron, por razones bélicas, el "negacionismo" de Katyn.Wajda (cuyo padre fue fusilado en 1940 en las fosas de Katyn) recrea ahora, 70 años después, aquel episodio brutal e ignominioso en una película que resume no sólo la brutalidad de aquel horror, sino la pesadilla en que, durante decenios, se vieron envueltos los polacos para tratar de conocer y afirmar esa verdad, ya que los sucesivos gobiernos prosoviéticos instalados en Polonia tras el fin de la II Guerra mundial, hasta la caída del muro de Berlín, siguieron negando y tergiversando la realidad.La película está planteada como un drama histórico y épico, y pretende erigirse en fuste de la verdad y documento que avale y garantice la memoria. Pero también en algo más que un mero documento histórico, ya sin valor: sin duda Wajda no quiere que la Polonia actual olvide que, a su derecha, en el mapa, sigue estando el oso ruso, ahora bajo el yugo del zar Putin, un engendro de la vieja KGB, la policía secreta que ocupó el lugar de la NKDP.

Deja una respuesta