Las élites de la superpotencia ante Israel

Juntos y divididos

La clave de lo que pasa en Israel está en Washington. Y la posición de EEUU ante Israel está recorrida por la división en la burguesía norteamericana. Dos líneas que coinciden en cerrar filas con su gendarme, pero que difieren en cómo usarlo, y en qué política llevar en Oriente Medio.

Para comprender lo que hace Israel hay que mirar a EEUU. El apoyo de la superpotencia es esencial para la supervivencia del Estado judío, y Washington necesita disponer de Israel como “gendarme local” en una de las zonas estratégicas del planeta.

Pero en los grandes centros de poder norteamericano no todo es unidad cuando se trata de Israel. Existen también importantes diferencias. Una división en Washington que está detrás de la muerte y destrucción en Palestina.

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Una superpotencia dividida

Biden y Trump son la expresión política de dos opciones cada vez más enfrentadas en el corazón del imperio. Coinciden en mantener a toda costa su hegemonía global, pero difieren en el camino a tomar para garantizarla.

Podemos rastrear sus puntos en común y de fricción en los principales asuntos globales.

El Estado y la gran burguesía norteamericana está férreamente unido en torno a la contención de la emergencia de China. Primero Obama, luego Trump y ahora Biden, han reforzado la presencia de EEUU en Asia-Pacífico, adoptando una política cada vez más agresiva ante Pekín.

Pero esa unidad se resquebraja cuando Ucrania aparece en el debate. Importantes sectores de poder norteamericano defienden sacrificar a Ucrania para alcanzar un acuerdo con Rusia, que enfrente a Moscú con Pekín. Por eso relevantes sectores del Congreso y el Senado norteamericanos mantienen bloqueado el incremento de la ayuda militar a Ucrania.

En la posición a tomar ante Israel se expresan estas dos tendencias.

En 1986 el entonces senador Joe Biden defendió en el Senado norteamericano que “si no existiera Israel, EEUU tendría que inventarlo para proteger sus intereses en la región”.

Biden y Trump forman parte del problema. EEUU está detrás del genocidio en Palestina

Es una apuesta estratégica, que se ha mantenido inalterable hasta hoy, sea quien sea el inquilino de la Casa Blanca.

Tras el fracaso en Irak, y el retroceso de la influencia norteamericana en Oriente Medio y Próximo, disponer de Israel tiene si cabe más valor para EEUU.

Pero junto a las certezas, en las élites del imperio de las barras y estrellas también crecen las dudas sobre cómo gestionar la estrecha e incómoda amistad con Israel.

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Acuérdense de Irak

La administración Biden ha dado un apoyo cerrado a la ofensiva israelí, que está provocando en Gaza una matanza de criminales dimensiones.

El ejército norteamericano ha fortalecido su presencia militar en el Mediterráneo Oriental, y el propio Biden ha propuesto incrementar en 10.000 millones la ayuda militar, sin condiciones, a Israel.

Pero, al mismo tiempo, la Casa Blanca se ha encargado de hacer públicos mensajes políticos que parecen poner límites a Israel.

En uno de los programas estrella de la CBS, Biden consideró que “sería un grave error que Israel ocupara Gaza”.

En 1986 Biden declaró que “si no existiera Israel, EEUU tendría que inventarlo para proteger sus intereses en la región”. No hay duda de que apoya sin condiciones a Israel, pero busca contener el incendio para no repetir un fracaso como el de Irak.

Y durante su visita a Tel Aviv, el presidente norteamericano declaró: “les pido que mientras sientan esa rabia [tras los ataques terroristas de Hamas] no se dejen consumir por ella. Después del 11-S en EEUU sentíamos rabia. Y mientras buscábamos y obteníamos justicia, también cometimos errores”.

En las palabras de Biden resuena el adagio: acuérdense de Irak. La apuesta por utilizar los atentados del 11-S para imponer una dictadura terrorista mundial fue un sonoro fracaso. Washington se empantanó en Irak, y el declive progresivo de la superpotencia se transformó en un ocaso imperial.

Un incendio descontrolado en Oriente Medio y Próximo puede convertirse en un nuevo retroceso que Washington no se puede permitir.

Y mantener dos flancos abiertos, uno en Ucrania y otro en Palestina, restaría atención y recursos al escenario principal que debe abordar la superpotencia: fortalecer su presencia en Asia-Pacífico para contener la emergencia de China.

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Los halcones sacan sus garras

Bajo la presidencia de Trump se tomaron decisiones estratégicas que alentaron la agresividad de Israel.

Los círculos más aventureros y agresivos de la superpotencia no cuestionan el apoyo cerrado a Israel. Su diferencia es que exigen que vaya más allá, sin aceptar límite alguno.

Ronna McDaniel, jefa del Comité Nacional Republicano, ha declarado que “la debilidad de Joe Biden” alentó los atentados de Hamas.

Varios senadores republicanos han señalado hacia Teherán, afirmando que la decisión de la Casa Blanca de desbloquear 6.000 millones de las cuentas públicas iraníes retenidos “ha financiado la espectacular ofensiva de Hamas”.

La mayoría republicana mantiene bloqueado el nombramiento de un nuevo embajador norteamericano en Israel, acusándolo de “blando” porque participó en las negociaciones para alcanzar un acuerdo nuclear con Irán.

Y Trump se ha atrevido a acusar a Netanyahu de “debilidad”, al recordar que Israel no participó en la operación con la que EEUU asesinó al general Soleimani, máximo jefe de la seguridad y el espionaje de Irán.

Los sectores más agresivos y ultras de Israel han sido siempre alentados desde Washington

Bajo la presidencia de Trump se tomaron decisiones estratégicas que alentaron a los sectores más ultras y agresivos de Israel.

La bandera israelí y la norteamericana proyectadas en la muralla de Jerusalén, en 2017, durante la visita de Trump a Israel

EEUU reconoció la legalidad de los asentamientos de colonos israelitas en Palestina, que hasta ese momento había considerado ilegales.

Reconoció la ocupación israelí de los Altos del Golán, arrebatados a Siria durante la Guerra de los Seis Días en 1967.

Y trasladó la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, ocupada en su totalidad por Israel desde 1980, a pesar de que toda la comunidad internacional reconoce la soberanía palestina sobre Jerusalén Oriental.

Una ofensiva pro Israel que culminó con la presentación por parte de la administración Trump de un plan de paz que negaba la existencia de un Estado palestino.

El embajador norteamericano en Israel declaró que EEUU había dado permiso a Tel Aviv para anexionarse Gaza y Cisjordania, afirmando que “Israel no tiene que esperar en absoluto”.

Si el gobierno de Netanyahu ha dado pasos firmes en su intención de anexionarse Cisjordania, y ahora emprende una criminal invasión de Gaza, es porque ha sido no solo apoyado sino también alentado desde Washington.

Los “halcones” de la superpotencia, los sectores del imperio más aventureros, buscan recuperar la influencia perdida aunque eso suponga incendiar Oriente Medio y Próximo.

Tanto Biden como Trump forman parte del problema. Los intereses norteamericanos están detrás de un genocidio que ya dura 75 años.

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