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Junqueras ubica su plan en los antí­podas del esbozado por Mas

Los manuales de ajedrez definen la defensa siciliana como una de las más pertinentes cuando las fichas blancas abren, como hizo Mas con la lista única hace una semana, con el peón de rey. Dicho peón no halló ayer réplica mimética en Junqueras, que prefirió plantear una partida con tres piezas, o listas electorales: la del rey (Mas), la de la dama (Junqueras) y la del alfil (CUP). Al menos, de principio. Habrá que ver quién es el rey en las urnas, si las hay. Este fue el primer punto de muchos en que el plan que explicó el republicano difirió del del president, presente ayer en el Palau de Congressos de la avenida de la Diagonal. Por decirlo de otro modo, más allá de alcanzar la independencia, la hoja de ruta de Junqueras y la de Mas no se parecen en nada. Se hallan en las antípodas la una de la otra. Tanto fue así que, al acabar el acto, y según narró a este diario uno de los presentes, Mas musitó a Marta Rovira, número dos de Esquerra: «Yo aplaudo por educación, pero hago enmienda a la totalidad». Si se abren negociaciones, muchas asperezas que limar.

La defensa sicialiana. En el 2013, Italia vivió un choque entre grandes coaliciones. Italia, bene Comune de Pier Luigi Bersani, se impuso a la del centro derecha. Italia, Bene Comune la formaban el Partido Democratico (el del propio Bersani, que sacó 8,6 millones de votos) Izquierda Ecología y Libertad (un millón), el Partido Popular del Tirol del Sur (146.00), entre otras fuerzas que no obtuvieron acta en Montecitorio, el palacio que alberga la Cámara baja romana. Ese es el esquema que propuso Junqueras. Un lema que una a las tres candidaturas, la posibilidad de votarlas por separado, actos de campaña comunes y representación de la sociedad civil en todas ellas.

EMPUJE DEL PÚBLICO / Mas apuntó la semana pasada que en esta eventual campaña de las elecciones anticipadas, si se convocan, él deseaba que no se hablara de otra cosa que no fuera la independencia. Frente a eso, y jaleado por un público entregado, Junqueras construyó un discurso entre lo emocional y lo contundente. Se centró en argumentar buena parte de su guion en la búsqueda del apoyo de los indecisos, toda vez que los convencidos son precisamente eso: convencidos. Para él, la mejor manera de «maximizar» todo el apoyo independentista es que no hay nadie «que se sienta excluído».

Así se explayó en las cuestiones sociales, pasando de lo macro, las grandes empresas que sufren por la falta de infraestructuras, a lo micro, las dificultades que sufren muchos catalanes. «Nuestra sociedad se debate entre la esperanza y la preocupación», aseveró.

La secuencia que prevé Junqueras se inicia con las elecciones «tan pronto como sea posible», repitió más de una vez, tras las que se debería formar, si hay victoria secesionista (no explicó cómo cuantificarla) un Govern de concentración, transversal, «porque la diversidad nos enriquece», sentenció.

NEGOCIAR CON MADRID /Este primer Govern debería «ejercer desde el primer momento como un Estado», y aquí se produjo uno de los aplausos más estruendoso, cuando Junqueras casi ridiculizó la pretensión de Mas de dilatar 18 meses la proclamación de la independencia. «¿Cómo se pretende negociar con un Estado que no te reconoce como igual, que ni tan solo te considera parte de un todo porque no te quiere?»

Nueva diferencia entre los planes. Si Mas preveía un referéndum de confirmación o revocación de la independencia y, otro, llegado el caso, de ratificación de la Consttitución catalana, Junqueras, de nuevo, suave en las formas e hiriente en el fondo espetó: «La ratificación de la Carta Magna servirá para confirmar la independencia. Es lo que se ha hecho siempre, no vamos a ser los primeros que votemos dos veces por la independencia». La misma medicina con las tan cacareadas estructuras de Estado, cuya creación, dijo el líder de ERC es «imposible bajo el manto del Estado español».

No se dejó ni un ítem del plan de Mas en el tintero. Especialmente contundente fue en el capítulo de la lucha contra la corrupción. Frente a lo expuesto por el president en el Fòrum, que no considera que tenga relación con el anhelo independentista, el republicano clamó: «Queremos un país limpio». E inició una diatriba por la transparencia y contra la corrupción: «Cada euro que se evade, que se defrauda, es dinero que no va a nuestras escuelas, a nuestros hospitales». Es decir, cuadrando el círculo, unió el discurso social con el de la regeneración, con la independencia de fondo. Justo lo que Mas quería evitar.

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