SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Jugada de alto riesgo

Es la guerra. Por si le faltase algo al Partido Socialista, decadente en las encuestas y metido en peleas de liderazgo, Pedro Sánchez hace saltar por los aires la inestable paz del partido en Madrid y abre un conflicto de imprevisibles consecuencias. Como ejercicio de autoridad del líder socialista es espectacular. Pero es también una operación de riesgo, y nadie se atreve a decir si es el gran acierto de Sánchez o el comienzo de su suicidio político. El destituido Tomás Gómez reaccionó con ínfulas de rebeldía, amenazó con los tribunales, acusó a Sánchez de debilidad e inició la busca de apoyos en las federaciones regionales. En cuestión de minutos, se desató un conflicto que se plantea a vida o muerte. O Sánchez o Gómez van a morir en él.

A pesar de la sorpresa, hay que decir que se trata de una operación muy preparada. De lo contrario, no se entiende que el nombre de Ángel Gabilondo se haya publicado hace días como posible candidato a la Comunidad de Madrid. Si ya había un candidato y se lanza otro nombre, sólo puede ser porque está en marcha el derribo del primero. Aquí alguien llegó a la conclusión de que Tomás Gómez no ganaría ni con un PP en bancarrota de votos, decidió cargárselo y puso en marcha todos sus poderes, incluida la influencia del diario El País. Pretendió que Tomás renunciase a la candidatura y, al negarse, se le fulminó en el partido y estalló la bomba.

Ahora queda la onda expansiva. Puede que la comisión federal de listas ratifique a Gómez, con lo cual se acabó la autoridad de Pedro Sánchez. Puede que Susana Díaz, la poderosa presidenta andaluza, se ponga a favor del relevado. Puede que haya un movimiento de solidaridad con él, empezando por el aspirante a la alcaldía de Madrid. Y puede que el sector crítico de Sánchez, desde Eduardo Madina hasta Zapatero, aproveche el suceso para tumbar al líder. Todo eso metería al Partido Socialista, si no lo ha metido ya, en un lío descomunal. El segundo partido de España, con permiso de Podemos, está entre la apoteosis de un líder sorprendente y la amenaza de desintegración.

Lo terrible para el PSOE es el momento y el entorno de la decisión. El caído es el caído, pero Pedro Sánchez tendrá que convencer a la militancia de que no hizo eso para fortalecerse a sí mismo, lo cual es legítimo, pero lo sitúa en los lindes del interés personal. Deja al señor Carmona, buen candidato al Ayuntamiento, con una cara que ayer parecía de funeral. Ocurre todo a cien días de las elecciones municipales y autonómicas, con lo que el electorado español castiga las divisiones en los partidos. Y al fondo del cuadro aparece en la penumbra don Mariano Rajoy, que no sabe qué hacer con su partido en el simbólico Madrid, acaricia su proverbial baraka, permanece atento a la pantalla y enciende otro puro. Entre las disensiones de Convergència i Unió y los imprevistos regalos de los socialistas, la vida le vuelve a sonreír.

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