El Observatorio

Javier Marí­as recibe el Premio Formentor 2013

El escritor madrileño, que se definió a sí­ mismo como «un artesano de épocas pretéritas», reflexionó sobre el cambio actual en la vida literaria.

Al recibir el Premio Formentor de las Letras 2013, Javier Marías (Madrid, 1951) manifestó, en primer lugar, que su nombre no quedará grabado al lado de otros que recibieron con anterioridad este galardón, como Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Carlos Emilio Gadda o Witold Gombrowicz, sino “separado por un abismo de calidad y logros”.

El autor, quien se definió a sí mismo como un “artesano de épocas pretéritas” de la literatura -en la que generaciones actuales emulan a quienes les precedieron y consiguieron efectos deseados entre sus públicos-, recibió el galardón de manos de Marta Buadas y Simón Pedro Barceló, en una ceremonia en el Hotel Formentor Barceló, en Mallorca.

En su mensaje de agradecimiento, titulado “El ladrón de cuerpos”, Marías señaló que desde que inició su carrera como escritor, hace 42 años (con la novela “Los dominios del lobo”), el mundo literario ha cambiado mucho y hasta se puede decir que “ha sido borrado de la faz de la tierra”, aunque no todos los escritores han sido expulsados de él.

Subrayó que, a diferencia de generaciones pasadas, ahora muchos escritores ya no hablan de la aspiración de perdurabilidad de una obra, y hasta evitan parecer “nostálgicos de un tiempo desaparecido”, como si fueran “clandestinos o farsantes” de una raza con la que no tienen nada que ver. “Así, jugamos a no ser artísticos, a carecer de ansia alguna de durabilidad para nuestras obras, a pasar inadvertidos dentro de lo que cabe y a confundirnos con una riada de profesionales que escriben un libro tras otro intentando asemejarse a una máquina productiva y jamás dubitativa”, afirmó.«El público de hoy no percibe el trabajo detrás de una obra, y demanda más obras como la ya leída»

Marías cuestionó, además, que ahora ya no se trabaja como lo hizo la generación de hace 50 años, aun cuando se pula cada una de las páginas y se busque la mejor palabra o adjetivo. “Siempre, absolutamente siempre, me siento como un artesano de épocas pretéritas, por no ser presuntuoso”, manifestó.

Sostuvo que todo eso se presenta en un momento en que la mayoría de los lectores no percibe el trabajo detrás de una obra, y demanda más y más obras como la ya leída.

“Mis novelas se han espaciado entre sí, una media de tres años, algo totalmente inaceptable para los actuales y atropellados tiempos”, apuntó.

Lo anterior, dijo, contrasta con un público que percibía las obras de Beckett, Borges, Faulkner, Camus y Nabokov como resultado del talento, la tarea artesanal del escritor, aunque ciertamente el público de hoy no es inmune al encantamiento de la literatura. Comentó que aún hay lectores que en medio de una novela se detienen y cuestionan lo que les narra el autor o se quedan con una frase, y como en tiempos pasados se copian y se vuelven a escribir “para hacerlo suyo con la mera lectura”.

“Si uno repite esos movimientos, si uno reescribe con su propia letra, está ocupando momentáneamente el lugar del poeta, está convirtiéndose en él, está calcando su experiencia, aunque obviamente no sea la misma ni pueda serlo”, señaló.

“Esas reacciones sólo se producen, o eso creo, ante las obras que aún son artísticas. Y lo curioso del caso es que una gran mayoría, independientemente de su saber o cultura, las distingue o las reconoce como sucedía antiguamente”, anotó.

Precisó que en muchos casos se ha imitado a otras generaciones de escritores pero sin conseguir el encantamiento, debido a fallas en aspectos diversos como “la cadencia, el ritmo, el cálculo, la profundidad, lo inquietante, la lentitud en el componer, la meditación y la paciencia”.

“Sería pretencioso hacerse la ilusión, imaginar siquiera que, en lo suyo, uno ha logrado jamás nada de esto. Lo único que uno sabe es que ha perdido media vida, o más de media, intentando emular y copiar a aquellos que lo precedieron hace 50 años de calendario, aunque en realidad sean de hace dos siglos”, mencionó.

Marías reconoció que estar en la lista de premiados del Formentor no lo hace confundirse ni creer que tiene el nivel de Beckett o Borges. “Pertenezco a otro tiempo y a otra estirpe, me limito a ser un ladrón de cuerpos en un mundo de humanos, o tal vez un humano en el mundo de ladrones de cuerpos”, manifestó.

El autor de obras como “Todas las almas”, “Corazón tan blanco” y “Tu rostro mañana” recibió el Premio Formentor de las Letras 2013 en reconocimiento a su carrera y obra, al considerarse uno de los escritores más apreciados dentro y fuera de España, y especialmente en el mundo anglosajón.

Al leer el acta del jurado, Basilio Baltasar, quien presidió al jurado (un jurado formado por Félix de Azúa, Juan Antonio Masoliver Ródenas, Manuel Rodríguez Rivero y Berta Vías Mahou), señaló que Marías tiene una obra “que desde su primera publicación no ha perdido aliento, y que su creatividad lo ha convertido en uno de los escritores más interesantes de la literatura en español”.

El Premio Formentor de las Letras reconoce el conjunto de la obra narrativa de aquellos escritores cuya trayectoria prolonga la tradición literaria europea. En su primera etapa, de 1961 a 1967, fue impulsado por Carlos Barral y otros editores, y en 2011, al cumplirse 50 años de su creación, se retomó para iniciar una nueva fase.

Javier Marías anunció también que su próxima novela, la número 12, tendrá de nuevo a un hombre como narrador y su escenario son los años ochenta, pero evocados desde el presente.

Marías señaló que escribe y seguirá escribiendo “sobre los asuntos que me dan que pensar en la vida real, en mi vida, cuestiones sobre las que me paro a pensar o en mi relación con los demás, como el engaño, la confianza, la traición, los muertos y la relación con ellos, también de la índole política, a veces pienso mejor, sobre todo eso, escribiendo una ficción”. Aseguró que a diferencia de los hechos reales, que están sujetos a nuevos descubrimientos e interpretaciones, la ficción es la que permite “tener la sensación de que se puede contar todo, y la literatura tiene esa posibilidad de captarlo”.

“El hecho de que algo sea contado todo y sin refutación, es también lo que nos da la sensación de orden y consuelo”, aseveró.

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