Entrevista a Benito Zambrano

Intemperie

Un niño de “lumbre” se rebela contra el siniestro capataz y huye hacia un desierto infinito que tendrá que atravesar para sobrevivir. En su huida se cruza con un pastor, que le ofrece protección. La amistad entre el pastor y el niño son como el “agua” en ese desierto que es Intemperie, última película del lebrijano Benito Zambrano, una fábula sobre el perdón y la amistad.

Intemperie es un retrato implacable de la miseria de la España rural de la posguerra. Una aventura protagonizada por Luis Tosar y Jaime López, donde los protagonistas huyen de la injusticia pero nunca se rinden ante un poder cruel y antiguo. lntemperie es una adaptación de la novela homónima de Jesús Carrasco, Premio de la Literatura Europea 2016, comparado por los críticos con la prosa de Miguel Delibes y Cormac McCarthy. Como en todas las película de Zambrano, Solas, Habana Blues o La Voz Dormida los protagonistas tratan de sobrevivir huyendo de la injusticia social, en un viaje de la oscuridad hacia la luz

Intemperie es un viaje de la oscuridad a la luz.

“Hubo un tiempo en que la miseria, la pobreza y la falta de educación eran endémicas en la España rural. Una pobreza que data de siglos atrás, empeorada por el analfabetismo y la ignorancia. Siglos de personas pobres, acostumbradas a obedecer y de cómodas minorías acostumbradas a dar órdenes. 

Intemperie se desarrolla en este entorno rural empobrecido y analfabeto, donde la violencia, ya sea adultos contra niños u hombres contra mujeres u otros hombres, es una parte integral del código de conducta. Este mundo está habitado por quienes ejercen el poder y se ven a sí mismos como señores y maestros, y los miserables sobre quienes gobiernan. El Capataz, el ejecutor del terrateniente ausente, es un hombre sin código moral, sin calidad humana, pero que ejerce su poder absoluto sobre a aldea y sus habitantes. Un hombre que no tolerará que se escape una oveja de su rebaño, como sucede con el personaje del Niño. 

Por su parte, el Pastor nunca podría haber imaginado cómo conocer al Niño cambiaría su destino. El Pastor se convertirá en el único hombre capaz de enfrentar al Capataz. La suya es una esperanza simple, pero antigua: justicia y defender a los indefensos. 

Benito Zambrano

“ Un niño de lumbre sobre cuna de esparto” canta Silvia Pérez Cruz. No es habitual que un niño protagonice un “western”. ¿Cómo definiría el viaje del niño?

Esta película es un viaje de la oscuridad a la luz. Un viaje de la zona más oscura, tenebrosa y sucia del ser humano a los valores más hermosos y luminosos del ser humano. Es una lucha entre el bien y el mal.

Es un viaje de crecimiento de un niño que se rebela y en ese camino encuentra una manera de entender la vida, y lo que es más importante una cura a sus heridas. Porque vivir es herirse y herir a los demás. Vivir no es algo inocuo y banal. Solo el paso del tiempo ya nos hace daño. El caminar te hiere. El niño viene muy herido, muy rabioso, es un perro apaleado, la venganza le haría repetir lo mismo que le han hecho a él, pero el pastor le ayuda a reconducirlo, a librarse de esa carga. 

“Corazón en llamas, humo en la cabeza” le enseña el pastor al niño. ¿Cómo reaccionar ante el discurso del odio?

El que siente odio de alguna manera acaba destruyéndose a sí mismo. Vivir con odio a quien más daño hace es a uno mismo y eso es algo que el pastor intenta transmitir. El odio te gangrena. El planteamiento sería ¿qué vas a hacer con las heridas? Todo el mundo tenemos pesadillas, es algo inevitable.

El mensaje conciliador y pacifista frente al odio o la venganza son valores universales. Vivimos una época en la que se ensalza la violencia y el odio para defender postulados o ganar votos. Se justifica el no diálogo para justificar todo. En vez de hacer un esfuerzo creativo de buscar soluciones desde la comprensión y el diálogo se apela al miedo al extranjero o a la ruptura de España. 

Frente a la venganza justicia es un principio que trata en Intemperie pero también en su anterior película La voz dormida

Son principios con los que yo me identifico, que forman parte de mi manera de ver la vida. Buscar el lado luminoso y hermoso de la vida.

Rodada en el altiplano granadino, la fotografía, la luz… toda la imagen produce “sed”. ¿El paisaje es un personaje más en la película? 

Sí, claro que lo es. Es una historia muy ibérica, muy pegada a la tierra, ambientada en el Sur, en la España más seca y más árida. La tierra es un personaje más. Había que darle ese espacio con grandes planos generales. Queríamos hacer una película que provocara en el espectador la sensación de sed, de tierra en la boca, y creo que lo hemos conseguido. Ha sido un rodaje muy complicado al rodarse todas las escenas en exteriores. Temperaturas muy altas, mucho polvo, fuertes tormentas… En mis anteriores filmes el paisaje nunca había tenido tanta importancia, posiblemente sea la película más compleja que he rodado.

Define usted la película como un western rural ibérico 

El referente visual más claro de la película es el western, el gran género rural del cine. Soy un gran amante del western, es el cine con el que crecí. Las películas de John Ford para mí son obras maestras. Pero no es algo buscado sino algo orgánico que surge de la propia historia, una persecución, un secarral, el mal y el bien… Me dejo llevar más por la intuición y por la coherencia de la historia.

La voz de Silvia Pérez Cruz es mágica, casi lunar, es de hecho la única voz femenina de la película. 

La música siempre es un elemento fundamental. Silvia Pérez Cruz canta al inicio de la película Gallo Rojo, Gallo Negro, y es un tema que no solo es hermoso sino que nos dio la pista de por dónde desarrollar la banda sonora de la película. Queríamos que la música seca, dura, estuviese muy conectada a la tierra. El uso de panderetas, tambores, nos remiten a la raíz más antigua. Una vez compuesta toda la banda sonora, decidimos cerrar también con un tema interpretado por Silvia que suena maravilloso. 

Suena como una nana.

Puede ser, es una canción para un niño. Nadie me había hecho antes esa observación. 

Usted es hijo de jornaleros y conoce muy bien el Sur. ¿ Ha querido contar también la historia del mundo rural, que no es un protagonista clásico en el cine más moderno?

Sí. Cuando leí el proyecto enseguida me di cuenta que la historia conectaba muy bien con los paisajes emocionales de mi vida. Leer la novela de Jesús Carrasco fue como un viaje a mi infancia. Soy hijo de jornaleros, en mi juventud he trabajado en cortijos recogiendo algodón, aceituna… y viví en un pueblo de campiña, en el que cuando hay sequía la tierra se agrieta, con veranos a 40 grados a la intemperie. Es un mundo que conozco y conecté muy fácil con la historia de Jesús Carrasco. Llevaba mucho tiempo queriendo una historia como esta y la vida me ha regalado está película.

¿En qué está trabajando ahora? 

Vamos a empezar a trabajar en la próxima película, Pan de limón con semillas de amapola, basada en la novela de Cristina Campos sobre la historia de dos mujeres

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