Inmunoterapia, tolerancia cero

Investigadores norteamericanos estudiaban las bases metabólicas de la esclerosis múltiple cuando accidentalmente realizaron un importante descubrimiento para el tratamiento del cáncer.

A veces los destellos de esperanza contra el cáncer nos llegan de disciplinas no oncológicas. Esta vez ha sido un neurólogo, el doctor Howard Lee Weiner, del Brigham and Women’s Hospital de Boston, Massachussets (EEUU) y su equipo.

Pasó de estudiar una enfermedad autoinmune neurológica, la Esclerosis Múltiple, a abrir un nuevo frente en la lucha contra el cáncer: “a medida que mi equipo estudiaba una subpoblación de células T que se supone previenen la enfermedad autoinmune, tuvimos una idea: si el cáncer es el opuesto de una enfermedad autoimmune, podíamos reorientar nuestra investigación y pensar en como restaurar la habilidad del sistema inmunitario para prevenir su crecimiento». Sus primeras conclusiones se dieron a conocer el pasado mayo.

Los mariscales engañados

Durante años, el laboratorio de Lee Weiner ha estudiado las células T reguladoras (llamadas Tregs), un tipo de leucocitos, o glóbulos blancos de la sangre, encargados de dirigir la “tolerancia inmunitaria”. Eso es, mariscales de nuestro ejército defensivo que orientan todo el potencial de fuego inmunitario contra el invasor ajeno (microorganismos, cáncer…) respetando el propio organismo.

Si hay un déficit de estos mariscales, baja la tolerancia contra el propio cuerpo y estalla la enfermedad autoinmune. Y al revés, si la tolerancia se extiende al campo enemigo, el cáncer o las infecciones se desarrollan.

El cáncer sabe cómo engañar a nuestros mariscales (Tregs) para que sean tolerantes con él. Lo que propone esta nueva línea es desenmascararlos y bloquearlos. Los investigadores vieron que podían señalizar estas células blancas reguladoras y bloquear la señal de la “tolerancia al enemigo” con un anticuerpo particular.«Si el cáncer es el opuesto de una enfermedad autoimmune, podíamos reorientar nuestra investigación»

Este anticuerpo está programado para bloquear una proteína muy poderosa, el Factor de Crecimiento Transformante beta (TGF-beta), que tiene múltiples funciones en nuestro cuerpo relacionadas con la proliferación, migración, diferenciación y muerte (apoptosis) celular, así como con la formación de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis), `procesos que recorren el desarrollo humano desde el embrión hasta la curación de heridas o la formación y extensión de los tumores.

Esta proteína es muy antigua en la escala evolutiva de los seres vivos y es secretada por las células de la mayoría de tejidos. Es la que activa nuestros mariscales para regular la “tolerancia inmunitaria”, su función es antiinflamatoria e inmunosupresora. Pero cuando existen alteraciones en su producción o hay mutaciones o cambios por la progresión de un tumor puede perder su efecto y originar una “tolerancia inmunitaria” hacia el cáncer.

Proteina durmiente

La citoquina TGF-beta nace inactivada, latente, durmiente en el interior de las células. Se activa cuando pierde uno de sus extremos, llamado LAP (siglas en inglés de Péptido Asociado a la Latencia).

Los enfermos de cáncer tienen un exceso de esta proteína durmiente, llamada también complejo LAP, una señal de mal pronóstico para el paciente. Por eso, cuando el anticuerpo lo bloquea se impide la activación de células Treg tolerantes al cáncer.

De la teoría al laboratorio

Los investigadores de Boston examinaron la interrelación entre estas células Treg y el complejo LAP en ratones con melanoma, cáncer de colon y cáncer cerebral.

Vieron que los anticuerpos contra este complejo LAP bloquean las células reguladoras (Treg) engañadas por el cáncer. El sistema inmunitario se ve libre de la falsa señal para tolerar al cáncer y los ratones tratados disminuyeron la cantidad de Tregs y de células cancerosas. Se observó también que el sistema inmunitario guarda memoria para prevenir futuras recaídas.

Del laboratorio a la clínica

Cabe advertir que se trata de experimentos iniciales, hechos en animales y sobre tumores implantados bajo la piel del animal (no en su lugar natural de aparición).

Cabe advertir que el paso a la experimentación en humanos puede dar lugar a efectos adversos que en ocasiones pueden ser letales.» El anticuerpo anti-LAP bloquea la proteína que activa las células tolerantes al cáncer»

Cabe advertir de que los intereses de las grandes farmacéuticas pasan por la máxima ganancia y la cronificación de la enfermedad.

Pero, a pesar de todas estas advertencias, hay que ver en cada desarrollo tecnológico qué conocimiento aporta sobre el por qué último de esta enfermedad, y para que los enfermos y la población general podamos tomar las medidas, protocolarias o alternativas, para su derrota.

Nuestras defensas sí pueden

Una de las principales razones de por qué el cáncer es difícil de tratar es que sus células desarrollan un camuflaje químico que impide que nuestras defensas los identifiquen como enemigas. Por eso son toleradas y el cáncer crece.

De ahí el interés de nuestras publicaciones por una línea de investigación en auge, la inmunoterapia, en tanto parten de liberar el potencial defensivo de nuestro propio cuerpo, capaz de atacar selectivamente las células malignas frente a unos tratamientos químicos o radiológicos que no diferencian entre células sanas y enfermas.

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