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Hora de que EEUU revise su polí­tica de «pivotar hacia Asia»

El presidente estadounidense, Barack Obama, expresó la noche del martes en su discurso sobre el Estado de la Unión que Washington continuará centrándose en Asia-Pacífico y apoyando a sus aliados en la región.

Un EEUU constructivo sería una bendición real para la región, pero Obama ya debe haberse dado cuenta de que su pivotar, o reequilibrio, no está funcionando bien y necesita ser actualizado.

Casi dos años después que la administración Obama acuñara la referida política, una revisión estratégica de décadas de énfasis estadounidense en el tumultuoso Medio Oriente, las tensiones se acrecientan en la región Asia-Pacífico, generando una preocupación generalizada sobre una posible confrontación.

Fiel a su naturaleza, la actual doctrina de Washington en Asia se basa en la firme determinación de garantizar la hegemonía estadounidense y asegurar que sus intereses no sean desafiados en una región que es todavía la parte del planeta con mayor dinamismo económico.

Impulsar la presencia militar es una parte integral de la política. Siguiendo su estrategia establecida, Estados Unidos desplegará el 60 por ciento de su flota en el Pacífico, y equipará al Comando del Pacífico con las más modernas capacidades para 2020.

La política de «pivotar hacia Asia» está generalmente considerada como un intento por contener el rápido desarrollo de China. Washington ha reiterado su inocencia, pero los hechos hacen que sus explicaciones sean poco convincentes.

EEUU ha sido un gran crítico del desarrollo militar de China, calificando la legítima inversión militar china como una acción destinada meramente a conseguir el dominio regional.

Washington también se ha inmiscuido activamente en las disputas marítimas regionales entre China y países como Japón y Filipinas, presentándose a sí mismo como una parte neutral, pero en realidad poniéndose del lado de sus aliados.

En realidad, el propuesto incremento de la presencia militar estadounidense ya ha complicado la situación de la seguridad en la zona, con varios países envalentonados aventurándose desde entonces en una serie de acciones provocadoras.

Por ejemplo, Tokio ha puesto a prueba repetidamente los límites de Beijing sobre la defensa de su soberanía e integridad territorial, completamente convencido de que Washington le cuidará las espaldas en caso de emergencia.

Tales abusos del apoyo estadounidense no solo no favorecen a Washington, sino que además lo coloca en una embarazosa posición. En una señal de descontento, Washington manifestó su decepción por la provocadora visita realizada por el primer ministro japonés, Shinzo Abe, al controvertido santuario Yasukuni en diciembre pasado.

Si EEUU desea continuar cosechando los beneficios de una próspera y pacífica región Asia-Pacífico, entonces es hora de que Washington revise su política de «pivotar hacia Asia», deje de mimar a sus problemáticos aliados y desempeñe su debido y responsable papel en la región.

Ahora, la contribución más importante y bienvenida que EEUU puede hacer a Asia-Pacífico y el mundo es mantener su propia salud económica y evitar exportar nuevamente las turbulencias financieras al exterior.

En cuanto a las relaciones China-EEUU, resulta de suma importancia para ambos países encontrar todas las vías posibles para profundizar la confianza mutua, especialmente en sus interacciones políticas y militares. Claramente, Washington no ha hecho mucho al respecto.

La élite política en Washington tiene que entender que el crecimiento de la economía de China persistirá como el mayor desafío de Beijing en las próximas décadas, y el caos y la inestabilidad nunca corresponden a los intereses fundamentales de China.

También es necesario destacar que pese al crecimiento de los actuales vínculos comerciales entre las dos principales economías del mundo, estos lazos podrían ser afectados fácilmente por la ausencia de una sólida base de confianza mutua.

Para EEUU no son extrañas las inesperadas consecuencias de sus propios actos. Debido a la ya volátil situación en la región, resulta muy aconsejable que Washington comience a practicar realmente la virtud de la prudencia.

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