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Hogares sin defensa

La intensidad de la recesión en la economía española, que parece haber terminado en términos macroeconómicos en el tercer trimestre de este año, ha supuesto una dura prueba para las familias. Las encuestas de condiciones de vida indican que la renta media del país se ha situado en niveles previos a 2006, que el 37% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes, casi el 10% no puede pagar las facturas básicas (hipoteca, gas, electricidad…) y que el 22% de los españoles se aproxima al umbral de la pobreza (14.700 euros para hogares con dos personas). Es más, un tercio de los españoles declara que se queda sin dinero después de pagar la luz, el teléfono, el gas y la mensualidad de la casa.

La causa principal de esta situación depresiva es, sin duda, el hundimiento del empleo. Pero influye también la subida imparable de los precios, al menos hasta 2012, y la estructura de los recibos de algunos servicios domésticos esenciales. El teléfono o la luz, por ejemplo, tienen un suelo de coste para los hogares que no se puede reducir; suelen constar de un cargo fijo y de otro variable, de forma que para las familias con rentas bajas o medias-bajas es imposible superar la barrera de los costes fijos y generar algún tipo de ahorro. En conjunto, satisfacer las necesidades básicas de un hogar (luz, calefacción, comunicación) puede alcanzar un coste de unos 250 euros mensuales, sin contar con los costes variables —en los que sí puede ahorrarse— de cada uno de estos servicios.

En periodos de recesión, este coste es muy elevado y empuja a más familias a una situación de extrema necesidad. Las estadísticas reflejan de forma inmisericorde una situación que se conoce como pobreza energética. En 2012 las compañías eléctricas cortaron la luz a casi un millón y medio de viviendas, el doble que antes de la crisis. Desde 2007 el recibo de la luz ha subido el 60% —la electricidad española es la tercera más cara de Europa— mientras que la renta ha caído en torno al 8,5%.

Romper la presión de los precios monolíticos y crecientes sobre las rentas menguantes es condición inexcusable para la recuperación económica. Los mercados de servicios deben liberalizarse de verdad, y no solo sobre el papel. Y, desde luego, hay que encontrar soluciones comunitarias —acuerdos con las compañías suministradoras, sobre todo— para evitar que haya familias que queden prácticamente a la intemperie en invierno, con las viviendas a oscuras y sin posibilidades de calefacción.

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