Con motivo de las elecciones de generales que se celebrarán en la India en mayo 1 millón de personas se han concentraron en las calles de Bengala Occidental en una histórica manifestación organizada por el partido Frente de Izquierdas, una coalición de partidos formada por el Partido Comunista, el Partido Socialista Revolucionario, el Bloque Marxista Adelante y el Partido Comunista Revolucionario, entre otros.
La manifestación se produce un mes después de una huelga general de trabajadores que siguieron más de 100 millones de personas que se oponen a las políticas laborales del partido gobernante Bharatiya Janata Party (BJP).
El gobierno del primer ministro, Narendra Modi, se ha enfrentado a tres huelgas generales en tan solo cinco años de mandato. Los paros fueron multitudinarios en sectores como el transporte, la banca pública, la industria energética, las minas de carbón, el comercio, las oficinas gubernamentales, el sector informal y numerosas fábricas.
Al mismo tiempo que India busca una nueva colocación en el tablero mundial como potencia emergente miembro de los BRICS, las profundas desigualdades sociales, la miseria de un gran parte de la población y la atomización política defendida con uñas y dientes por las castas superiores regionales para mantener sus privilegios se levantan como el mayor obstáculo para cualquier avance sostenido y de conjunto para el país.
La «Nueva India» crece por encima del 7% pero pese al «milagro económico» un 25% de los indios, más de 250 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza
La rebelión de la guerrilla del Partido Comunista de la India (maoísta) se extendío como una mancha de aceite desde que, tras la caída del Muro de Berlín, los sucesivos gobiernos hindúes han ido profundizando en una política de corte neoliberal, privatizando empresas públicas y firmando suculentos contratos multimillonarios con monopolios indios y multinacionales extranjeras para la explotación de los recursos naturales de unos Estados que se caracterizan por su gran riqueza minera y la pobreza extrema de sus habitantes.
En 1967 una gran insurrección de obreros y campesinos de la región de Naxalbari (de ahí que se denomine naxalitas a los revolucionarios maoístas indios) se alzaba contra la opresión feudal de las castas aristocráticas de la región.
Empuñando armas rudimentarias, palos, hoces y machetes, se levantaban contra el gobierno indio, que respondió con una represión atroz que costó miles de vidas y el arrasamiento de pueblos y comarcas enteras, cuyos habitantes tuvieron que huir y esconderse en los bosques cercanos. El movimiento que parecía extinguido, reapareció sin embargo con fuerza en 2004, con la unificación de todas las fuerzas revolucionarias en el Partido Comunista de la India (Maoísta).
Desde entonces, su influencia ha sido creciente. Hasta el punto que hoy dominan un largo corredor –el llamado “corredor rojo”– que se extiende por mas de 60 distritos desde las fronteras del norte del Himalaya con Nepal hasta la costa occidental del Estado de Karnataka, en el mar de Arabia.