Su espionaje se cierne sobre los cables de fibra óptica, las líneas telefónicas y los nodos de Internet. Sus prácticas incluyen el robo de información de ordenadores personales, la introducción en ellos de software de vigilancia, el establecimiento de micrófonos ocultos en teléfonos móviles o la vigilancia de transacciones bancarias. La información obtenida se utiliza para obtener «ventaja diplomática con países aliados como Alemania o Francia» y «económica con Japón o Brasil», se ve obligado a revelar el mismo New York Times. El Gran Hermano de Orwell, el ojo que todo lo ve, el oído que todo lo escucha convertido en siniestra realidad.
Las revelaciones del excontratista de la CIA Edward Snowden, sacando a la luz más de 30.000 documentos altamente sensibles, ha provocado un terremoto de alcance planetario. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, cancelaba su programada reunión con Obama al tiempo que suspendía la compra de aviones norteamericanos prevista. La canciller alemana, Angela Merkel, ha exigido a Washington la firma de un acuerdo diplomático para impedir que hechos así se repitan. Hasta el complaciente gobierno de Rajoy -uno de los pocos líderes occidentales que, en su sumisa irrelevancia, al parecer no ha sido espiado- ha tenido que enviar al titular de Exteriores a decir tímidamente que es inaceptable el espionaje entre países “socios y amigos” después de saberse que más de 60 millones de llamadas fueron interceptadas en España en un sólo mes. No todos son iguales«Que ahora se haya revelado el alcance planetario del espionaje no quiere decir que todo el mundo sea, por igual, objetivo de la NSA» Sin embargo, que ahora se haya revelado el alcance universal y planetario del espionaje no quiere decir, ni mucho menos, que todo el mundo sea, por igual, objetivo de la NSA. Es más, si Washington trató por todos los medios de retener y secuestrar a Snowden -que se vio obligado a refugiarse primero en China, después en Rusia, donde ha conseguido permiso para residir un año- no es por el deterioro potencial que podía causar en la relación con sus aliados, sino por el daño efectivo que la revelación de sus documentos tiene para su política de intervención en los países a los que considera enemigos y rivales.El conflicto desatado con los socios y amigos tiene fácil arreglo, y la Casa Blanca ya ha ideado distintas fórmulas para conseguir un arreglo según el poder y la colocación en la jerarquía mundial de cada uno de ellos. Para restablecer la confianza con Alemania, EEUU firmará un protocolo de seguridad e inviolabilidad de las comunicaciones que, como ha ocurrido con los actuales, más tarde o temprano se convertirá en papel mojado. Para países como España, cuyo peso internacional es cada vez más irrelevante, basta con las ambiguas excusas de su embajador en Madrid. Sin embargo, para los que ellos mismos declararon en 2007 como los “seis objetivos imperecederos” de la NSA, es decir China, Corea del Norte, Irak, Irán, Venezuela y Rusia las cosas se presentan más complicadas. Allí, lo que las revelaciones de Snowden han sacado a la luz es toda -o, al menos, una parte sustancial- de las tramas de intervención, espionaje y control de las que disponen los EEUU, y que en algunos de estos países ahora conocen que están instalados en el corazón mismo de sus centros de poder. Al hacerse públicos, es sólo cuestión de tiempo que los servicios de contrainteligencia de estos países detecten las infiltraciones y las eliminen. Y esto sí es un daño importante para el sistema de dominio global de la hegemonía norteamericana. Y no por efecto de la simple eliminación de una trama de espías al estilo de las películas de 007. Sino por algo mucho más sustancial y profundo.Identificar, prever, cooptar…«Los papeles de la NSA acercan un poco más el momento en que la hegemonía norteamericana sobre el mundo llega a su fin» Dice Bzrezinski -uno de los mayores y más brillantes estrategas vivos de la hegemonía mundial yanqui- en su libro “El Gran Tablero Mundial” que una de las condiciones para mantener el sistema global de dominio norteamericano es saber identificar, prever y definir “los objetivos exteriores centrales de las élites dirigentes” de las principales potencias rivales -lo que él llama los jugadores activos-, a fin de poder “formular políticas específicas estadounidenses” capaces de anticiparse y contrarrestar sus movimientos. Una anticipación que, al mismo tiempo, les sirve para tratar de cooptar y poder incluir en el diseño de sus políticas globales, total o parcialmente, a dichos países, frenando así sus iniciativas autónomas. Pues bien, una parte de esa capacidad -obtenida ilegalmente a través de los sistemas de escucha y espionaje de la NSA- es la que ahora ha quedado inutilizada. Y es lo que explica la furibunda reacción de un Obama a todas luces mucho más inquieto por la filtración que por la ilegalidad de las escuchas. Lo cual, a su vez, es una nueva muestra del declive norteamericano y la debilidad de su liderazgo.Bajo la apariencia de un poder omnímodo, capaz de rastrear prácticamente cualquier comunicación en prácticamente cualquier lugar del mundo, lo que ha aparecido es una superpotencia dotada de un poder tan inicuo, que hasta sus propios ciudadanos y funcionarios se rebelan contra él, sin que todas sus agencias de seguridad ni toda su fuerza militar sea capaz de impedirlo. Como ocurrió a finales de los años 60 con la filtración de los Papeles del Pentágono por Daniel Ellsberg, que demostraban fehacientemente, entre otras cosas, cómo la administración Johnson había mentido reiterada y sistemáticamente, no sólo a la opinión pública sino también al Congreso, sobre todo lo relacionado con la guerra de Vietnam, los papeles de la NSA revelados por Snowden acercan un poco más el momento en que la hegemonía norteamericana sobre el mundo llega a su fin.