Hay cosas que son casualidad, y otras que no lo son.
Casi coincidiendo con la muerte (natural) de un centenario Henry Kissinger, se cumple medio siglo del magnicidio de Carrero Blanco a manos de la banda terrorista ETA. Es una feliz casualidad.
Los principales medios y cadenas de televisión se llenan ahora de columnas, reportajes y documentales sobre el asesinato del delfín de Franco. Casi todos con una misma orientación: «¿Qué Ogro ni qué operación?¡Circulen, circulen!». «Varios expertos coinciden en que el magnicidio, perpetrado por ETA hace 50 años, no esconde teorías conspirativas», dice uno de los principales diarios nacionales.
Y sin embargo, son muchas las investigaciones -como las de Pilar Urbano, Alfredo Grimaldos o Amadeo Martínez Inglés, por citar sólo algunos- que han documentado de manera sólida y documentada la intervención de potencias extranjeras en la llamada por ETA «Operación Ogro». Un magnicidio que sin lugar a dudas fue perpetrado por un comando terrorista… pero mediante el chivatazo de un “informador extranjero”.
Un magnicidio que ocurrió sólo unas horas después de una tormentosa reunión entre el almirante Carrero Blanco y el secretario de Estado, Henry Kissinger, en la que el norteamericano le instó a impulsar un proceso de apertura acorde a los intereses estratégicos de EEUU, y en la que el franquista se negó en redondo.
La voladura de Carrero Blanco permitió comenzar la Transición, la «voladura controlada» del régimen fascista y sus sustitución por el actual régimen parlamentario, mucho más estable, homologable para su incorporación en la OTAN y la CEE, y en la que los centros de poder hegemonistas han adquirido un poder mucho más profundo, arraigado y sutil.
Hay cosas que son casualidad, y otras que no lo son. Por eso reproducimos de nuestra hemeroteca el artículo «¿Carrero Blanco? Fue la CIA, estúpidos!», que reseña el libro homónimo de Amadeo Martínez Inglés, publicado hace pocos años.
.
¿Carrero Blanco? «¡Fue la CIA, estúpidos!»
Hace casi cincuenta años, un 20 de diciembre de 1973, un atentado que la organización terrorista ETA reivindicó inmediatamente asesinaba al entonces presidente del gobierno, Carrero Blanco. Vivíamos todavía bajo una dictadura fascista, y la eliminación física de Carrero jugó un papel clave en el proceso de transición que configuró los cimientos de la España actual.
Ahora, un libro recientemente publicado, bajo el provocador título de “¡Fue la CIA, estúpidos!”, escrito por Amadeo Martínez Inglés, nos presenta una lectura de este episodio muy diferente a la habitualmente difundida por los cauces oficiales.
Coincidiendo con otros investigadores, Martínez Inglés sitúa a EEUU, concretamente a sus servicios de inteligencia, la CIA, como el auténtico cerebro de la operación que acabó con la vida de Carrero.
El autor no es un personaje cualquiera. Se trata de un ex militar, que alcanzó el grado de coronel, ocupando importantes cargos en los Estados Mayores del Ejército de Tierra. Expulsado del ejército en 1990, por pronunciarse públicamente contra el servicio militar obligatorio, entonces en vigor, participó en partidos como Izquierda Republicana, en ese momento integrada en Izquierda Unida.
Quién está detrás
Todos los libros y reportajes sobre la transición suelen abrirse con el asesinato de Carrero Blanco. No es una cuestión baladí. Carrero estaba llamado a encabezar el “franquismo sin Franco”, en un momento donde la muerte del dictador era inminente. Su desaparición fue un “cambio de guion” brusco, con enorme trascendencia en el devenir de los acontecimientos.
El libro de Martínez Inglés nos ofrece suficientes pistas sobre la implicación norteamericana en este magnicidio.
En su apertura reproduce una nota de la embajada norteamericana en Madrid, fechada tres meses antes del atentado, y desclasificada en 2008, donde se afirma: “El mejor resultado que puede surgir para el futuro democrático de España sería que el presidente del Gobierno Carrero Blanco desapareciera de escena”.
Y continúa con otro documento, que reproduce una reunión en la Casa Blanca celebrada el 15 de septiembre de 1970. Donde el presidente norteamericano, Richard Nixon, y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, encargan al director de la CIA, Richard Helms, que “explorara el tema del asesinato del general en jefe del Ejército chileno, René Schneider”, enfrentado a los planes golpistas que Washington ya impulsaba para acabar con el gobierno de Allende. Un mes después, Schneider era asesinado por un grupo terrorista local, la Brigada Obrero Campesina, supuestamente de extrema izquierda, en realidad brazo ejecutor de los deseos norteamericanos.
Y conocemos el contenido de un informe elaborado sobre el atentado elaborado por una comisión de expertos convocada por el Estado Mayor de la Capitanía General de Granada. En él se concluye que un grupo terrorista como ETA, que entonces se encontraba en sus inicios, no disponía de capacidad operativa para ejecutar una operación tan compleja como la que acabó con la vida de Carrero Blanco. Afirmando que los hechos “señalan una muy clara responsabilidad por parte de la CIA (Agencia de Inteligencia norteamericana)”.
Son muchos los investigadores que han documentado la intervención norteamericana en el asesinato de Carrero
No fue el único informe elaborado por el ejército español tras el magnicidio. Y todos coinciden tanto en descartar que ETA hubiera podido ejecutar el atentado en solitario y sin ayuda externa, como en afirmar la intervención norteamericana.
Martínez Inglés documenta también conversaciones con altos cargos de otros ejércitos, como el francés y el argentino. A través de ellas sabemos que los principales servicios de inteligencia del mundo estudiaron, por su dimensión, el asesinato de Carrero… Y todos ellos, aunque no lo manifestaran públicamente, tenían conocimiento de la implicación de EEUU en los hechos.
Romper el tabú
Otros investigadores ya habían documentado la implicación de Washingon en el asesinato de Carrero Blanco, que se produjo tan solo 24 horas después de que mantuviera una tormentosa entrevista con Kissinguer.
Hoy sabemos que la facilidad de atentar contra Carrero, a escasos metros de la embajada norteamericana, se la proporcionaron a ETA personas de “fuera de la organización” y alguna de ellas “extranjera”. Conocemos, como cuenta Pilar Urbano en Yo entré en el CESID o La Reina, que los servicios de inteligencia españoles sabían que se estaba “preparando algo” contra el jefe de gobierno y no movieron un dedo, o que entre los altos jerarcas del franquismo no existía la más mínima duda de que la CIA estaba detrás del atentado. Y Alfredo Grimaldos, en su libro La CIA en España desveló que el fiscal encargado del caso tenía el convencimiento tras su investigación de que “la CIA sabía, cuanto menos, que iban a atentar contra Carrero”.
Cuando se estudian episodios claves de nuestra historia reciente, siempre acaba apareciendo EEUU
Está suficientemente documentado, pero sin embargo la intervención norteamericana en episodios claves de nuestra historia reciente sigue siendo un tabú ocultado al conocimiento del gran público.