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¿Hacia una guerra de divisas?

¿Cómo representar la gran reflación? Ante la debilidad de la recuperación, la Reserva Federal de EEUU está comprando aún más bonos y se está centrando en reducir el desempleo; el Banco de Japón sufre presiones políticas para actuar de forma más radical; y el designado gobernador del Banco de Inglaterra ha planteado la idea de una política monetaria más flexible. El resultado podría ser una competición de devaluaciones de divisas –pero no todas pueden ganar–.

El epicentro más inmediato en 2013 probablemente sea el yen. El Gobierno recién electo de Shinzo Abe ha exigido al Banco de Japón que se esfuerce más para sacar al país de la crisis: un objetivo de inflación más alto es una posibilidad. Las expectativas de un BOJ más activista ya han debilitado el yen, que en la actualidad opera en torno a 86 yenes el dólar, frente a alrededor de 78 yenes entre julio y octubre del año pasado. Según los cálculos de Goldman Sachs, el valor razonable de la moneda es 104,65 yenes el dólar.

Pero la pregunta es si el BOJ asumirá esta labor sin reservas. Algunos analistas sospechan que las políticas monetarias experimentales de la Fed seguirán imponiéndose al BOJ, limitando potencialmente la debilidad del yen.Por su parte, la libra empieza a parecer más vulnerable. Reino Unido está perdiendo su condición de refugio.

El crecimiento es débil, los planes de reducción de déficit del Gobierno no se están cumpliendo y el ráting AAA de Reino Unido puede caer el año que viene; existe el riesgo de que las reflexiones del futuro gobernador del BOE, Mark Carney, sobre un cambio en el objetivo de inflación de Reino Unido pudieran desestabilizar los mercados.

Teniendo en cuenta que la libra esterlina representa sólo el 5% de las reservas de divisas extranjeras y que el mercado de deuda está enormemente distorsionado por las políticas de expansión cuantitativa, la libra podría sufrir presiones. La divisa puede caer a un mínimo de 1,50 dólares desde los 1,61 dólares actuales, según RBS.

Con respecto al euro, su principal logro en 2012 fue sobrevivir pese a las predicciones de su desaparición, subiendo a 1,32 dólares desde un mínimo de 1,21 dólares con la disminución de la prima de riesgo relacionada a la crisis de la eurozona. Si el euro alcanza entre 1,35 y 1,40 dólares, podría perjudicar a exportadores y políticos, según cree ING.

El Banco Central Europeo podría hacer uso de una herramienta poco convencional para contrarrestarlo: obligar a los bancos a pagar por el privilegio de depositar fondos en el banco central introduciendo una tasa de depósito negativa. Hasta el momento, el BCE no ha parecido dispuesto a dar ese paso a la ligera, temiendo consecuencias imprevistas.

Con tanta liquidez en circulación en los mercados globales, es probable que las divisas de los países emergentes donde las perspectivas de crecimiento puedan ser más brillantes sigan fortaleciéndose. Esto podría derivar en más intervenciones y en esfuerzos para contener los flujos de capital. Nos aguardan guerras de divisas.

Hay algo que podría cambiar esta carrera de devaluaciones: un repunte del crecimiento de EEUU. Aunque es poco probable que la propia Fed abandone su política, esto podría llevar a que el mercado contemple al menos un ajuste de la Fed. En última instancia, esto inclinaría la balanza hacia un dólar más fuerte, abriendo el camino al debilitamiento de otras divisas.

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