Trump y Biden salen ganadores del "supermartes" en sus respectivas primarias

Hacia un nuevo duelo Biden vs. Trump

Si no hay sorpresas, las elecciones presidenciales del 5 de noviembre serán una reedición del duelo anterior, con Biden y Trump como contendientes. De fondo, la cada vez más aguda lucha de fracciones en el seno de la clase dominante norteamericana

Faltan menos de siete meses para una cita electoral de la que depende no sólo quién ocupará la Casa Blanca hasta 2028, sino qué línea dirigirá la superpotencia norteamericana en el próximo lustro. Si no hay sorpresas, las elecciones presidenciales del 5 de noviembre serán una reedición del duelo anterior, con Biden y Trump como contendientes. Pero con una tendencia muy diferente a la de 2020: con un retorno de un Donald Trump en ascenso, y con un Joe Biden cuya popularidad hace aguas.

Un Trump encausado… pero en ascenso

A pesar de afrontar un largo rosario de casos penales que pueden llevarlo entre rejas -desde su responsabilidad en la toma del Capitolio o en promover el fraude electoral en las últimas presidenciales, a sus delitos fiscales o sexuales, pasando por el secuestro de documentos confidenciales en su mansión de Mar-a-Lago-, el expresidente norteamericano Donald Trump ha ganado por goleada las primarias del Partido Republicano, haciendo trizas a Nikki Haley, la que fuera embajadora de EEUU en la ONU y representante de los sectores del Grand Old Party más ligados al viejo establishment republicano, y opuestos al trumpismo. Por el camino han ido quedado también otros candidatos que apuntaban a representar una versión «corregida» de la misma línea que Trump representa -igual de ultrareaccionarios, pero menos estridente y divisiva- como por ejemplo el actual gobernador de Florida, Ron de Santis

En la misma semana en la que el magnate neoyorquino se coronaba en el «supermartes», el Tribunal Supremo de EEUU -con una sorprendente unanimidad, es decir, no sólo con los 6 votos conservadores, sino también con los 3 progresistas- daban la razón a Trump, y derribaban los vetos que algunos Altos Tribunales Estatales -de Maine y Colorado- habían levantado para que pudiera presentarse a las elecciones, debido a su evidente implicación en la toma golpista del Capitolio del 6 de enero de 2021. La Corte Suprema, ante la que no cabe apelación, ha concluido que la enmienda constitucional que prevé la inhabilitación por insurrección no le impide estar en las papeletas.

La elección de Trump como candidato republicano, con el apoyo de una gran mayoría de las bases conservadoras, plantea un problema no sólo al Partido Republicano, sino a la fracción de la clase dominante norteamericana que representa su línea. Trump tiene un suelo muy firme de votantes, prácticamente fanáticos e inamovibles, pero es una figura extraordinariamente divisiva y polarizante. Muchos de los votantes demócratas que están defraudados con Biden, incluso republicanos moderados, pueden acabar votando por el candidato demócrata si Trump persiste en su cara más reaccionaria.

Un Biden envejecido… y en decadencia

Biden también ha arrasado en el supermartes, pero no por aclamación, sino por falta de rivales de peso. El Partido Demócrata ha decidido que su mejor opción para contener el ascenso de un Trump que vuelve envalentonado a por la revancha es un candidato de 81 años, que arrastra una colección de lapsus y confusiones, y sobre todo con una popularidad que hace tiempo ha caído a cotas cercanas al 37%.

En esa caída libre de la popularidad del presidente juegan dos factores: por un lado la percepción entre las bases progresistas de que la economía no marcha como debería, y que las promesas de «justicia social» y de «protección a las clases medias y trabajadoras» son esencialmente humo. Pero por otro lado está el cada vez más impopular apoyo de la Casa Blanca a la sangrienta invasión israelí de Gaza. Diferentes encuestas revelan que el 56% de las bases demócratas y el 70% de los jóvenes exigen que Washington le imponga a su gendarme israelí un alto el fuego inmediato, y se oponen con fuerza a que EEUU siga suministrando armas a Tel Aviv, o bloquee todas las resoluciones de condena al genocidio en la ONU.

Rara es la comparecencia pública de Biden o de miembros de su gobierno que no sea interrumpida por un escrache donde se le llama «Genocide Joe» y se grita «Cease Fire Now!«. Una campaña de grupos progresistas (incluidos numerosos colectivos de judíos contra la guerra) y de la comunidad árabe estadounidense ha llamado a los votantes demócratas a emitir en las primarias un voto “sin preferencia” o “no declarado” (equivalentes a un voto en blanco) en forma de protesta. En Minessota, estos votos representaron el 19% de las papeletas, y en Carolina del Norte un 12%.

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La aguda pugna en el seno de la clase dominante norteamericana

Una lucha de fracciones cada vez más enconada

Más allá del peso de los votantes norteamericanos en la contienda electoral que se avecina, o del discurso de Trump o de Biden, sólo podemos entender el cada vez más crispado y polarizado ambiente político y social de EEUU desde la aguda lucha de fracciones que enfrenta y divide a la misma clase dominante norteamericana desde hace décadas.

Desde hace muchos años, la burguesía monopolista estadounidense está dividida en dos fracciones representadas por dos líneas cada vez más antagónicamente opuestas. Bush contra Clinton; luego Obama contra Bush. Ahora, con las lineas de Trump y de Biden, el enfrentamiento ha llegado a una cima nunca vista.

Sólo podemos entender el cada vez más crispado y polarizado ambiente político y social de EEUU desde la aguda lucha de fracciones que enfrenta y divide a la misma clase dominante

En última instancia ambas lineas defienden los mismos intereses fundamentales. Las dos lineas persiguen preservar a toda costa la hegemonía norteamericana. Las dos tienen como objetivo principal la contención del ascenso de China. Y las dos líneas explotan y oprimen a los pueblos del mundo, perpetrando un sinfín de agresiones. Sin embargo ambas líneas difieren profundamente en la estrategia y la táctica para defender la hegemonía de EEUU.

Cuanto más avanza el ocaso imperial, cuanto más crece el ascenso de los BRICS y la lucha de los países y pueblos del mundo sin que ninguna de las dos líneas sea capaz de embridarlo, más se agudiza la honda división en su clase dominante.

A pesar de algunos éxitos parciales, la gestión de Biden no ha conseguido cumplir ni avanzar sustancialmente en las grandes metas de la superpotencia. Ni ha ralentizado el ocaso imperial, ni ha contenido el ascenso de China (que crecerá un 5% este año), ni tampoco contestar a la creciente lucha de los países y pueblos del mundo.

Los pobres resultados de la linea Biden posibilitan que la otra fracción pase a la ofensiva, y pueden estar haciendo que sectores intermedios de la clase dominante norteamericana estén pasando a apostar de nuevo por una reedición -más o menos «corregida»- de la línea Trump.

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