Editorial Internacional

Gaza: la fuente de la iniquidad… es EEUU

Ante semejante barbarie, cabe preguntarse cómo es posible que nadie pueda detener al Estado de Israel en su genocidio. La respuesta es EEUU.

Dantesco, catástrofe, infierno; genocidio, holocausto, matanza. Las palabras se agotan o pierden su intensidad, de tanto uso, al ser usadas una y otra vez para describir lo que está pasando en la Franja de Gaza. Ya no sólo matan los misiles, las explosiones o los francotiradores del ejército israelí. Ahora es la hambruna extrema, la deshidratación o las enfermedades las que compiten con los proyectiles por ser la primera causa de muerte.

Más de 31.000 gazatíes, el 70% de ellos mujeres y niños, han sido masacrados desde que el gobierno de Netanyahu, el más criminal y ultrareaccionario de la historia de Israel, decidió lanzar su diluvio de muerte sobre la Franja. A ellos se suman los cadáveres sin registrar bajo los escombros, y más de 70.000 heridos, muchos de ellos sin acceso alguno a medicinas o suministros.

Todos los gazatíes están pasando hambre, y un cuarto de las familias afrontan ahora un estado de desnutrición severa que puede desembocar en una avalancha de las muertes por inanición. Ya están muriendo los más débiles, los niños, por decenas, todos los días, por falta de comida. Si nada lo remedia, pronto las muertes serán a centenares diarios.

El catálogo de crímenes de guerra, de violaciones de los derechos humanos y de atropellos de las más elementales reglas de protección de la población civil que tiene ahora en su haber el Estado de Israel es tan extenso como flagrante y documentado.

En las primeras semanas de la ofensiva, un misil impactó en el hospital Al Ahli al Arabi, en Gaza, causando 500 muertos palestinos. Se abrió un acalorado debate sobre la autoría del proyectil, sobre si era israelí o un lanzamiento fallido de la Yihad islámica. Hoy esa discusión carece de importancia, porque no hay instalación médica (cerca de 280 hospitales, clínicas o ambulatorios) sobre el que Israel no haya lanzado ya una lluvia de misiles.

La artillería y la aviación israelí ha bombardeado escuelas, mercados, mezquitas, iglesias, instalaciones de la ONU, campos de refugiados. Los francotiradores de la IDF han disparado y masacrado a muchedumbres indefensas y asustadas que trataban de salir, bandera blanca en mano, de un hospital sitiado. O a colas de gente intentando llenar sus palanganas de agua potable, o tratando de conseguir algo de comida de los pocos camiones con ayuda que dejan entrar en la Franja.

De todo ello hay toneladas de pruebas gráficas, muchas de ellas grabadas por unos soldados israelíes ebrios de impunidad y de sed de sangre. El holocausto gazatí no sólo ha batido todos los récords del horror y la iniquidad, sino que es el primer genicidio retransmitido en tiempo real, con miles y miles de horas de imágenes, ante el mundo entero.

Ante semejante barbarie, cabe preguntarse cómo es posible que nadie pueda detener a un Estado de Israel que lleva 75 años perpetrando la guerra, la limpieza étnica y el apartheid contra el pueblo palestino, y que ahora está cometiendo el más cruento de los genocidios en la Franja de Gaza

La respuesta es EEUU. La respuesta es la hegemonía norteamericana.

El Estado de Isarel nació, se ha desarrollado y se ha fortalecido económica, política y militarmente siempre bajo el amparo de la superopotencia norteamericana, cumpliendo el papel de su gendarme -o más bien de su matón- militar en Oriente Medio. La relación entre Washington y Tel Aviv no es de una mera alianza o de un simple vasallaje. Entre la clase dominante norteamericana y su establishment político y el de los banqueros israelíes y sus gestores sionistas hay una relación orgánica, carnal, de miles de profundos e intrincados lazos.

Una relación quizá más evidente cuando hablamos de Trump y Netanyahu, que siempre exhibieron su plena sintonía política e ideológica. Pero que también se da en un Joe Biden, que a pesar de sus desavenencias con los halcones de Tel Aviv, hace décadas que declaró que «si Israel no existiera, los EEUU deberían inventarlo para proteger sus intereses en Oriente Medio».

La administración Biden se esfuerza ahora en hacer ver que impulsa conversaciones de paz en Qatar, que lanza en paracaídas toneladas de ayuda humanitaria sobre la Franja o que tira de las orejas a un incendiario Netanyahu.

Pero por sus hechos los conoceréis. EEUU ha vetado todas y cada una de las resoluciones de alto el fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU, al tiempo que ha incrementado el envío de armas y municiones a los carniceros israelíes. Hoy las bombas que caen sobre Gaza llevan el sello «made in USA».

Conforme el holocausto gazatí avanza y el mundo se horroriza, aumenta la condena y el aislamiento contra el Estado de Israel. Y con él, a una superpotencia norteamericana que es la fuente última de su impunidad.

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