La relación entre el arte y el poder XIII

Grieta imperialista y vanguardias

A partir de 1914, todo un orden mundial que habí­a estado vigente durante más de un siglo, se vení­a abajo para no volver a levantarse jamás.

A lo largo de la última década del siglo XIX y la primera del XX, el mundo artístico y cultural europeo es una auténtica caldera en ebullición. En crítica al impresionismo –que a su vez ha provocado una formidable ruptura con todo el arte anterior, como vimos en la última entrega– se suceden una variedad infinita de nuevas tendencias y corrientes artísticas que van a conformar lo que se conocerá cómo las vanguardias. Aunque la experimentación y la aparición de nuevas corrientes y tendencias es permanente durante este período, su eclosión definitiva se producirá a partir de 1914, con el estallido de la Iª Guerra Mundial y la grieta en el orden imperialista que, en todos los terrenos, trae consigo.

La grieta imperialista

Cuando el 18 de enero de 1919 las potencias vencedoras de la guerra se reúnen en París para acordar las condiciones que se van a imponer a las potencias vencidas, pocos se imaginan que en ese mismo acto se está asistiendo al final de toda una época.

Un viejo mundo, todo un orden mundial que había estado vigente durante más de un siglo –desde la batalla de Waterloo en 1815 hasta la del Somme en 1916– se venía abajo para no volver a levantarse jamás.

La concatenación de acontecimientos que desembocaron en el estallido bélico, iban a acabar con la “edad de oro” europea, los siglos en que Europa había estado en la cúspide del mundo.«La quiebra del orden imperialista acaba con todo un ideal de civilización»

Como consecuencia del enfrentamiento entre las grades potencias capitalistas, iba a abrirse una profunda grieta en el orden imperialista mundial que no se cerrará hasta 30 años después, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Pero durante todo el tiempo que permaneció abierta, los efectos de esa grieta imperialista se dejarán sentir con una fuerza incontenible en todo el mundo y en todos los ámbitos de la vida.

El profundo debilitamiento, la debilidad y postración en que quedaron las grandes potencias europeas que hasta entonces habían sido las dueñas del mundo no sólo permitió enormes terremotos políticos como la Revolución de Octubre o el 14 de abril en nuestro país, sino que produjo lo que no puede calificarse sino como una explosión incontenible de enérgica creatividad revolucionaria en el ámbito intelectual, artístico y espiritual.

Derrumbado el viejo orden –y a la espera de que de sus cenizas surgiera uno nuevo– la humanidad va a conocer un período de florecimiento en todos los terrenos de la creación artística, intelectual y científica de cuyos frutos en realidad todavía hoy, casi un siglo después, continuamos viviendo.

Las vanguardias

El derrumbe del viejo orden se llevó consigo las viejas concepciones, tendencias y lenguajes artísticos que se habían gestado y desarrollado en su seno. De una sociedad en ebullición política, social e intelectual –a la que el impacto de la guerra imperialista había quebrado su fe en el progreso y la ilimitada confianza en que el continuo progreso económico y los avances tecnológicos eran el camino seguro hacia la felicidad de los hombres– surgen por todas partes propuestas y caminos de ruptura con todo lo que significa un pasado que si una vez pareció repleto de promesas refulgentes, en 1914 ha mostrado su verdadero rostro de muerte, destrucción y padecimientos sin límites.

No es en absoluto casual que en ese contexto, conocido como de “entreguerras”, el período en que permaneció abierta la grieta en el orden imperialista, coincida con el momento de mayor actividad, intensidad y creatividad de las vanguardias artísticas. «El mundo artístico y cultural de la humanidad conoce un período excepcional»

La Revolución de Octubre –la primera y más importante consecuencia de la grieta imperialista– extiende su influencia a todos los rincones del planeta, a todos los ámbitos de la sociedad y a todas las esferas de la actividad humana. Frente a las ruinas del viejo orden se levanta otro futuro en que, por primera vez en la historia, los explotados y oprimidos han tomado “el cielo por asalto” y se disponen a construir un nuevo mundo.

En paralelo a esta transformación política y social sin precedentes, se produce un cuestionamiento radical de las concepciones culturales y artísticas hasta entonces vigentes.

El psicoanálisis, la ciencia fundada por Freud sólo unos años antes, se propaga y populariza a una velocidad vertiginosa. La aplicación de sus fundamentos y de su radicalmente nuevo punto de vista ante la psique humana a la pintura, la literatura o el cine dará unos resultados tan espectaculares como explosivos.

Al estallar en mil pedazos el mundo burgués, el mundo ordenado, lógico y previsible que las burguesías europeas habían modelado a lo largo de más de un siglo, todos los valores en que se había basado, hasta entonces considerados inmutables, son puestos en cuestión. Si durante todo ese tiempo la razón y la lógica habían mantenido una victoriosa batalla contra la religión y la superchería, ahora eran ellas mismas las cuestionadas. Pero no por las viejas creencias reaccionarias, sino por un nuevo punto de vista revolucionario y liberador.

Al mismo tiempo que la grieta imperialista deshacía imperios, consumía a las viejas potencias y provocaba revoluciones y cuestionamientos del viejo orden, el “jardín” de la vieja cultura liberal europea era barrido por el impetuoso torrente creativo que desafiaba su lógica, su moral, sus creencias y sus viejas reglas y cánones artísticos.

Agrietado el orden político-militar imperante hasta entonces, del seno de la sociedad van a surgir una infinidad de corrientes artísticas y creativas llamadas a subvertir y hacer estallar definitivamente todo ese viejo orden.

La quiebra del orden imperialista acaba con todo un ideal de civilización basado en la razón y el progreso ilimitado. Y ello permite –y a la vez fuerza– que las nuevas corrientes, concepciones y tendencias artísticas surjan no como evolución de lo anterior, sino en ruptura completa y total con él.

A diferencia de todo lo anteriormente creado, las vanguardias artísticas que se desarrollan plenamente en el período de entreguerras nacen para morir. Para ellas sólo existe el momento. Y en ese acelerado proceso de destrucción-creación-destrucción despliegan una vitalidad y una energía creativa descomunales.

Su cuestionamiento radical de todas las formas institucionales y de todas las concepciones del arte como sublimación de una belleza fijada por estrictas reglas canónicas implica el cuestionamiento de los valores y la moral burguesa en que éstas se basan. «En la URSS se crean los primeros museos de arte moderno del mundo»

La expresión artística aparece ahora como declaración de un mundo subjetivo que exige y reclama expresarse con toda la fuerza y la violencia necesarias para acabar con la estética del pasado, para demoler tradiciones y conceptos absolutamente consagrados e intocables.

Es un arte que no sólo aspira a subvertir los valores sociales, morales y culturales establecidos, sino que también busca arremeter y provocar al propio público burgués que acude a verlo.

En este marco de la grieta imperialista y las rupturas en las conciencias que provoca, el mundo artístico y cultural de la humanidad conocerá un período excepcional, del que nos ocuparemos con más detalle en la próxima entrega.

La revolución rusa y las vanguardias

La revolución de Octubre de 1917 libera hasta el limite las enormes energías y potencialidades que las vanguardias artísticas llevaban en su seno

La historia de la revolución rusa entre 1917 y 1934 muestra cómo desde sus orígenes revolución proletaria y libertad de creación artística son dos conceptos que, en contra de lo generalmente admitido, van de la mano.

Hasta bien entrada la década de los 30, la libertad, la pluralidad y el apasionado y violento debate entre las distintas corrientes y tendencias artísticas estará plenamente presente en la Unión Soviética. En esa fecha, 15 años después del triunfo de la revolución, aunque los partidarios del realismo agrupados en la Asociación de los Artistas de Rusia Revolucionaria representaban ya la corriente mayoritaria en el mundo artístico soviético, ello no impedía que de su mismo seno surgieran escisiones internas como el grupo Octubre y la RAPKh (Asociación Rusa de Artistas Proletarios), radicalmente opuestas a que en nombre del realismo se suprimiera la variedad formal y estilística del arte.

Como tampoco que existiera un amplio arco de grupos que se oponía con todas sus fuerzas al realismo, desde el LEF (Frente de Izquierdas del Arte) de Mayakovski, Einseistein y Boris Pasternak que seguían defendiendo el futurismo como la tendencia artística capaz de expresar mejor la nueva realidad revolucionaria, hasta el OST y el Círculo, cuyos miembros defendían que era admisible el tratamiento con un lenguaje formal y clásico de las nuevas temáticas modernas y revolucionarias. O la Sociedad de las Cuatro Artes y la Sociedad de los Artistas de Moscú, partidarios de las variantes formalistas del modernismo occidental y ruso.«Que se abran 100 flores, que mil escuelas compitan»

Todo este intenso y vivo debate era promovido y protegido por el Partido Bolchevique. Una política de defensa de la libertad cultural y artística a cuya cabeza se encontraba el Comisario del Pueblo de Educación, Lunatcharsky, ministro hasta 1929, cuya condición de viejo militante bolchevique dotado de una gran formación artística le hicieron una figura muy querida en los medios de las vanguardias revolucionarias.

Su orientación estuvo presidida por la libertad de creación y por la pluralidad de corrientes, lo que, durante más de una década, le valió los ataques y las críticas de las distintas tendencias ideológico-artísticas, cada una de las cuales reivindicaba para sí la condición de “auténtico arte proletario”.

En contra de la opinión de los futuristas de Maiakovski, de los realistas de la “proletkult” o de los suprematistas de Malevitch, Lunatcharsky siempre defendió la protección de la herencia artística del pasado.

Contra quienes reclamaban furiosamente una orientación más cerrada de la vida artística del país, Lunatcharsky apoyaba las más variadas corrientes.

Contra el conservadurismo artístico de una gran parte de la cúpula del Partido Bolchevique, Lunatcharsky no sólo defendió a los futuristas y otras tendencias vanguardistas, sino que colocó al frente de la IZO (la sección de artes visuales del Comisariado del Pueblo para la Educación) a vanguardistas como Shterenberg.

Impulsando que auténticos iconoclastas como Malevitch, Tatlin, Rodchenko o Maiakovsky presentasen sus atrevidas innovaciones a las masas, a través de los carteles, pósters, affiches, historietas y decoraciones de las grandes fiestas públicas.

El mismo Lunatcharsky resumía así la política cultural de los bolcheviques: “Declaré decenas de veces que el Comisariado Popular de Educación debe ser imparcial en lo que respecta a las orientaciones particulares de la vida artística. (…) El gusto del comisario del pueblo y de todos los representantes del régimen no debe ser tomado en consideración. Hay que facilitar el libre desarrollo de todos los individuos y grupos artísticos. No se debe permitir que una tendencia artística elimine a otra valiéndose ya sea de la gloria tradicional adquirida, ya sea de la moda”.

Bajo su dirección, Malevitch se puso al frente del Instituto de Arte de Vitebsk y del InKhuk de Leningrado, Tatline y Rodchenko llevaban las enseñanzas de las tendencias más izquierdistas de las vanguardias al InKhuk y al VkhuTeMas (Talleres Estatales Superiores Artísticos y Técnicos) de Leningrado; Kandinsky, figura señera de la abstracción, participaba en la fundación, pese a residir en Europa, del Museo de la Cultura Artística o el InKhuk, presidía la Academia Rusa de las Ciencias Artísticas y estaba en la dirección del IZO.

Que se abran cien flores…

Esta política de libertad artística y cultural de los bolcheviques, impidiendo que ninguna tendencia se convirtiera en doctrina oficial, que debatieran entre ellas y reclutando a los mejores de cada corriente para dirigir las instituciones oficiales culturales del nuevo régimen soviético, tuvo múltiples, y espléndidas, consecuencias.

En la URSS revolucionaria se crearon los primeros museos de arte moderno del mundo, que si por un lado acogían centenares de obras compradas a la vanguardia rusa, por el otro exponían las mejores obras de los impresionistas y pos-impresionistas europeos, expropiadas a los grandes coleccionistas rusos, todos ellos refinados aristócratas de la corte zarista y grandes capitalistas.

Crearon los llamados Svomas, talleres libres de instrucción artística organizados por el Estado y que estaban abiertos a todos los ciudadanos rusos de más de diez años. Talleres que eran gratuitos, podían funcionar, indistintamente, con profesores elegidos por los alumnos o sin ellos y estaban abiertos a la enseñanza de todas las corrientes y tendencias artísticas.

O las célebres “exposiciones de los artistas de todas las tendencias” que colocaban, unas junto a otras, obras de todas las tendencias pictóricas existentes, con el objetivo de que el gran público las conociera y pudiera apreciar y valorar sus diferentes lenguajes formales y sus distintas propuestas conceptuales.

Durante ese período, la Rusia soviética se convierte, en el terreno artístico, en un inmenso campo de innovación, de experimentación, de reflexión, de búsqueda y debate entre múltiples tendencias y corrientes de lo que debe ser el arte y el papel que debe ocupar el artista en una realidad y en un mundo que, tras la revolución de Octubre, ha cambiado radicalmente.

Lo que se da en los hechos durante todos esos años germinales de la construcción socialista en la URSS es lo que, 40 años después, sintetizará MaoTsé Tung en la consigna estratégica de “que se abran 100 flores, que mil escuelas compitan”, como orientación fundamental que debe presidir la vida cultural, artística y del pensamiento en una sociedad socialista.

Será esa orientación fundamental del régimen soviético hasta mediados de los años 30 la que permitirá la eclosión y el pleno desarrollo de corrientes como el suprematismo, el constructivismo, el cubo-futurismo, la revolución en el diseño gráfico, la renovación pedagógica, la aparición de un cine al servicio de la revolución, nuevas concepciones teatrales dirigidas conscientemente a demoler el orden social e ideológico burgués,…

FOROS 21. DICIEMBRE 2007

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