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Grecia y Syriza frente a una Europa en evidencia

Si las encuestas se confirman y Syriza gana las elecciones el próximo domingo, de nuevo un pequeño país de la Unión Europea pondrá en jaque a sus dirigentes, aunque ahora por razones bien diferentes.

El comportamiento de los responsables de la Unión, del BCE o del Fondo Monetario en las últimas semanas lo ha dejado bien claro. En lugar de esperar a que el pueblo se exprese democráticamente, se han dedicado a lanzar todo tipo de amenazas y malos augurios para tratar de convencer a la ciudadanía de que votar a Syriza es abrir la puerta de los infiernos.

Tienen miedo porque la previsible victoria de Syriza puede poner en evidencia a los responsables de la política económica europea por varias razones.

En primer lugar, porque es la primera vez que un pueblo rechaza expresamente la aplicación de las políticas de austeridad. Ha habido victorias parciales de partidos opuestos a ellas, gobiernos que de alguna manera las han criticado (pero que terminaron sucumbiendo) y multitud de encuestas mostrando que las decisiones de la Troika son radicalmente contrarias a las preferencias de la inmensa mayoría de la sociedad europea. Pero nunca ha ganado las elecciones un partido con la propuesta expresa de poner en cuestión esas políticas. Si gana Syriza, a los dirigentes europeos no les quedará más remedio que oponerse a un refrendo popular expreso y contundente (que, además, puede ir extendiéndose).

En segundo lugar, porque Syriza no se plantea renunciar a Europa o al euro sino que justamente reclama lo contrario, un fortalecimiento del proyecto europeo y una redefinición de la unión monetaria que impida que sigan siendo, como hasta ahora, universos tan imperfectos y tan proclives a favorecer asimétricamente a los países o grupos sociales más poderosos. Lo quieran o no, las autoridades europeas tendrán que escuchar a partir de ahora los proyectos o planes de un gobierno no cómplice de la Troika y la bravuconería tendrá que bajar de tono.

En tercer lugar, porque con Syriza en el gobierno va a comenzar a ser aún mucho más evidente el fracaso estrepitoso de las políticas de la Troika y la derecha griega.

Syriza va a poder mostrar de modo evidente que las políticas de austeridad impuestas a Grecia no son tales sino un auténtico austericidio que simplemente han logrado que salgan adelante los acreedores y los grandes grupos económicos y financieros pero no la economía en su conjunto ni la inmensa mayoría de la población.

Las políticas de la Troika son las responsables de un daño a Grecia equivalente al que sufrió la economía de Estados Unidos en la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. Su PIB ha caído un 25% y el ingreso mediano un 30%. El paro ha aumentado en un 22% a lo que hay que sumar un saldo migratorio neto de unas 340.000 personas. Y la pobreza afecta ya al 46,3% de los personas desempleadas, al 34% de los hogares, al 60% de los pensionistas y al 40% de los niños. Y aunque se propusieron para reducir la deuda pública lo cierto es que han hecho que aumente del 103% del PIB en 2007 al 176% a finales 2014.

Es cierto que las políticas de recorte de gasto han ahorrado dinero (a costa de desmantelar los servicios públicos) y que se han obtenido ingresos privatizando empresas y bienes públicos. Pero los recortes han producido un destrozo brutal de la actividad productiva que han llevado a la economía a una gran recesión, y la venta de las propiedades del Estado se ha llevado a cabo tan criminalmente que ni siquiera han permitido aumentar sustancialmente los ingresos. La consecuencia ha sido el aumento del paro como consecuencia del mucho menor crecimiento y una ajuste fiscal que solo ha conseguido presentar un superávit primario pírrico e insuficiente porque el nivel de deuda sobre el PIB solo puede bajar sustancialmente con crecimiento (pues el tipo interés nominal y el porcentaje dedicado a pago de intereses no es muy elevado en Grecia, a pesar de lo que se cree).

En contra de la idea que se quiere vender, la realidad es que la supuesta mejora de la economía griega solo se percibe, y de forma bastante limitada, en el sector turístico y que la producción en los demás sigue estancada o disminuyendo. Y el saldo comercial más favorable (que en todo caso tiene un impacto muy pequeño sobre la demanda total) se debe no tanto a un incremento sustancial de las exportaciones como al efecto en cadena de la caída en los precios del petróleo (que ha reducido el valor de las importaciones y el precio de bienes exportados).

Contradiciendo también las tesis de la Troika, lo que más ha permitido aliviar a la economía griega fue la reestructuración de la deuda que hizo que el peso del pago de intereses sobre el PIB bajara del 7,1% en 2011 al 4,3% en 2014.

Por tanto, si gana Syriza el próximo domingo y ya sin la complicidad del gobierno griego, será mucho más difícil que los responsables de las desastrosas políticas europeas puedan seguir manteniendo que son necesarias para crear actividad y empleo y para reducir la deuda.

Finalmente, si Syriza forma gobierno también pondrá en evidencia a Europa porque sabe que hay alternativas ante el fracaso estrepitoso de las políticas europeas.

Hace unos días, el Levy Economics Institute de Estados Unidos publicaba un estudio de Dimitri B. Papadimitriou, Michalis Nikiforos y Gennaro Zezz (Is Greece Heading For a Recovery?) en el que se llega a la conclusión de que la economía griega podría recuperarse incluso rápidamente si desde Europa se aplicasen otro tipo de políticas. Con una solución que llaman New Deal, consistente en empezar a inyectar un total de 1.650 millones de euros en el primer cuatrimestre de 2015 hasta llegar a los 19.8000 millones en tres años, se podría conseguir en este mismo año un crecimiento real del PIB del 6,78%, frente al 2,5% previsto si todo sigue igual, y la creación de 300.000 puestos de trabajo.

Y si a esa estrategia se le sumase la congelación de intereses, los resultados serían mucho mejores. Se conseguirían mayores ritmos de crecimiento (9,63%, 2,74% y 2,29% en los tres años), y superávits muy elevados (presupuestario del 2,7%, 4,7% y 6,6%, y comercial del 14,7%, 14,7% y 14,4%, en los tres años).

Eso significa que Syriza sabe que la recuperación de la economía griega está al alcance de la mano si, en lugar de reducir el gasto y realizar recortes sociales como hasta ahora, se le da un impulso positivo y de otro tipo. Un impulso que costaría al Banco Central Europeo cincuenta veces menos de lo que inicialmente va a gastar en comprar deuda pública en toda Europa, o solo la tercera parte de las compras que realice en un solo mes.

Claro que hacer eso implicaría dejar de darle dinero a la economía financiera, a los bancos y grandes empresas que se han llevado prácticamente el 90% de todo el recibido hasta ahora por Grecia, y repartirlo de otra forma, a favor de la economía real y de la sociedad en su conjunto.

Syriza lo sabe y por eso le tienen miedo. Esperemos, pues, que comience cuanto antes a poner en evidencia a los mandatarios europeos.

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