Protestas violentas ante la sede del Banco Central Europeo y guerra de guerrillas entre Grecia y la eurozona: ese es el estado de la Unión a día de hoy. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, desafió ayer a la antigua troika al seguir adelante con una ley que trata de suavizar las gravísimas consecuencias sociales de la crisis. La Comisión Europea había enviado a Tsipras una dura carta —a través de uno de sus funcionarios, llamado Declan Costello— avisándole de que cualquier “decisión unilateral” al respecto iría contra el acuerdo para prorrogar el rescate griego, firmado el pasado 20 de febrero. Tsipras hizo oídos sordos a esa advertencia y esa ley sigue su camino. En un discurso ante su Parlamento, el líder de Syriza le devolvió la saeta a la Comisión y reclamó a la UE que, a su vez, deje de ejercer “acciones unilaterales” contra Grecia. “Si lo que quieren es asustarnos, mi respuesta es que no lo van a lograr”, afirmó.
El tono de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores es cada vez más desagradable. El Ejecutivo griego ha empezado a auditar su deuda para analizar qué parte puede ser deuda ilegítima. Amaga con un referéndum sobre la política económica que imponen los socios. Y Europa, por su parte, enseña los dientes: el comisario Pierre Moscovici asegura que el objetivo es que Grecia permanezca en la eurozona, “pero no a cualquier precio”, según una entrevista en el semanario Die Welt, y hasta el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que ha mostrado ahora un perfil de lo más conciliador con Grecia, se mostró ayer “preocupado” y visiblemente “insatisfecho” por la marcha de las relaciones entre Grecia y los socios europeos. “El tiempo se está acabando para Grecia”, remachó el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble.
El desafío de Tsipras y el cruce declaraciones llegan en una semana crucial —aunque ese adjetivo pierde brillo: parece que todas lo sean con Grecia— para el devenir de la negociación. La crisis griega será el elefante en la habitación de la próxima cumbre europea, que empieza hoy en Bruselas: Grecia no está en la agenda, y sin embargo se da por hecho que será el asunto estrella de la reunión, junto con la inevitable Rusia. Anoche se supo que Tsipras se reunirá hoy en Bruselas con un gabinete de crisis: Juncker, Donald Tusk (presidente del Consejo), Jeoren Dijsselbloem (presidente del Eurogrupo), Angela Merkel y François Hollande intentarán desencallar la situación. Y el lunes, Tsipras viaja a Berlín para verse con la canciller Merkel.
Ese goteo de reuniones llega en uno de los peores momentos en las relaciones Grecia-UE. Y la cosa puede ir a más: junto con la ley para luchar contra la crisis humanitaria —con medidas para paliar la pobreza energética y cheques para comprar alimentos—, el Gobierno tiene previsto aprobar una segunda medida para suavizar el tratamiento de los retrasos en el pago de impuestos. En ambos casos, la Comisión avisó a Tsipras de que debe “consultar primero” y que proceder “unilateralmente” iría contra el acuerdo del 20 de febrero, que permitió prorrogar el rescate. “No pensamos dar un paso atrás en todo lo que consideramos necesario para que la sociedad tenga un respiro”, dijo Tsipras ante el Parlamento.
La tensión se centra en los pormenores asociados a esa prórroga: el acuerdo que permitió ampliar el plazo de las ayudas a Grecia debe examinarse a finales de abril para ver si Atenas cumple sus compromisos y, por tanto, tiene derecho a recibir ayuda financiera, ante las cada vez más acuciantes dificultades de financiación. Tsipras, aun así, sigue a lo suyo, con leyes que desafían los deseos de los acreedores. Y no solo de los europeos: el FMI filtró ayer que Grecia es “su peor cliente” —peor aún que Argentina— en 70 años, por su “inaceptable” actitud en los últimos meses, informa Bloomberg. Dijsselbloem provocó, además, el enésimo batacazo de los bancos griegos en Bolsa tras unas declaraciones sobre la posibilidad de poner en marcha controles de capital.