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Grecia, al lí­mite

UNA serie de ataques con fusiles de asalto, bombas incendiarias y cócteles molotov se han sucedido en los últimos días en Grecia, un país que ha entrado en su sexto año de recesión y al que los ajustes y subidas de impuestos han llevado a una situación límite. La preocupación del Gobierno heleno ante esta escalada de violencia que ha afectado a políticos -como el primer ministro conservador, Andonis Samarás, cuya oficina fue tiroteada la madrugada del lunes-, a sedes de su partido, Nueva Democracia, a partidos de la oposición, como el Pasok, y a periodistas, ha llegado a un punto tal que incluso se habla de clima de guerra civil.Aunque no ha habido de momento daños personales y todavía no se conoce la autoría de estos ataques -solamente un grupo anarquista ha reivindicado uno de los asaltos-, muchas miradas se dirigen hacia el partido izquierdista Syriza, al que acusan de no condenar claramente el uso de la violencia o incluso, como hizo ayer el portavoz del Ejecutivo, de alimentarla con sus ataques verbales. Mañana, el Parlamento griego debe votar la apertura de una investigación contra diversos políticos, entre los que se hallan los ex primeros ministros Yorgos Papandreu y Lukas Papadimos, por sus responsabilidades al haberse negado a investigar un escándalo de evasión fiscal cuyas listas, publicadas, afectan a más de 2.000 ciudadanos griegos, entre ellos varios políticos y empresarios. Un escándalo que ha conmocionado a la opinión pública y que puede desestabilizar al Gobierno.Todo ello hace que Grecia viva unos momentos particularmente tensos. Mientras las colas del paro no hacen más que crecer, los precios energéticos convierten la calefacción en un lujo y la economía sigue hundiéndose en un paisaje sin horizontes, la aparición de la violencia armada no ha hecho más que proyectar negros presagios sobre el futuro. Mientras la mitad de la población griega rebusca entre los desperdicios, la otra mitad rechaza las subidas de impuestos, en una cruda imagen publicada por un conocido periodista. La impresión en la calle es que el Gobierno de Samarás, una coalición de Nueva Democracia, el socialista Pasok e Izquierda Democrática, como los anteriores, apenas hace nada para resolver los problemas diarios de los griegos y sólo se preocupa por mantenerse en el poder sin que las numerosas huelgas y manifestaciones de protesta hayan logrado modificar un ápice la situación. De ahí la enorme preocupación ante esta nueva escalada de violencia en el país, que ha superado todos los límites.

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