SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Govern, estabilidad y presupuestos

El ritual silencio que en público mantiene estos días la élite económica catalana en torno a la situación política y los pactos para la formación del nuevo Govern es en realidad activismo deliberativo de puertas adentro. El sentimiento entre este reducido núcleo va, según las horas, de la resignación a la extrema preocupación. Y sin que uno excluya al otro.Resignación a la vista de la patente ausencia de alternativas frente a lo que ya está en marcha. Así lo describe muy gráficamente uno de los más conspicuos representantes del mundo económico: «Convergència i Unió está obligada a formar Govern sea como sea; ERC no tiene más alternativa que apoyar la investidura de Mas; el PSC ni quiere ni puede hacer ninguna jugada diferente y el PP debe estar callado como un muerto». Esto no deja más escenario que las negociaciones que se están desarrollando estos días, Convergencia de intereses tácticos que el mundo económico recoge, aun partiendo de la idea de que el bloque soberanista no es socialmente homogéneo. Los votantes de CiU no comparten el programa de quienes respaldan a ERC.Para el sector más influyente de la economía y las finanzas de Catalunya, las dos líneas rojas son «no fijar una fecha para la consulta, pues implica el choque frontal con Madrid desde el primer momento, y el compromiso firme de elaborar unos presupuestos que mantengan el objetivo del 0,7% del déficit público catalán en el 2013», sostiene otro de los consultados.Todo lo demás es secundario, pese a que las críticas a las propuestas económicas y fiscales que se han puesto sobre la mesa estos días en la negociación entre CiU y ERC son muy duras.La estabilidad es ahora el valor que cotiza al alza en las sedes de las grandes corporaciones catalanas. Estabilidad que evite la ingobernabilidad y cierre el paso a una nueva convocatoria electoral -«sería una locura»- y que permita elaborar los nuevos presupuestos.En opinión de la élite económica, desde la manifestación de la Diada, en la aparentemente tan lejana fecha del 11 de septiembre, en realidad hace solo tres meses, Catalunya ha autoconseguido su lugar bajo el sol de la atención de la opinión pública y los gobiernos internacionales, especialmente los de los socios europeos. Y en Bruselas y Berlín el expediente catalán condiciona ya su visión de conjunto de la cuestión española. «Madrid ya no puede acudir a las capitales europeas sin asegurar que lo que ocurre en Barcelona está controlado», se resume gráficamente.Por eso, a Luis de Guindos, el ministro de Economía, el comunicador al exterior del pulso de la economía española y los buenos haceres del Gobierno, le han llovido desde el pasado mes de septiembre las preguntas de sus colegas europeos sobre la cuestión catalana.Como ya está dicho en estas mismas páginas, el núcleo decisorio de la burguesía catalana optó desde la noche del 25-N por aceptar que Mas debía conseguir su investidura, en este caso con los votos de ERC, pero que debía buscar la estabilidad a través de la colaboración con todas las fuerzas del Parlament. Pero para que tal cosa sea posible, deben colocarse bien otras piezas del tablero. Y en primer lugar, Madrid.Si el objetivo del Gobierno central es presentar una ejecución presupuestaria en la línea de lo que ha pactado con Bruselas, deberá encontrar alguna manera de aligerar el fardo del ejecutivo catalán, sostienen en el núcleo duro del empresariado. Y no faltan voces que dicen que el entorno de Mariano Rajoy emite señales favorables, especialmente en el campo de las inversiones y las transferencias, aunque, de momento, nunca han pasado de ser augurios fallidos.El segundo elemento que los empresarios ponen sobre la mesa es que el programa económico del Govern no centre las negociaciones entre CiU y ERC y quede lo suficientemente abierto como para ser objeto de discusión posterior con el PSC y el PP. Es una compleja geometría variable fruto del error de cálculo que resultó de la pasada convocatoria electoral del 25 de noviembre. El argumentario ya está preparado. La recuperación de impuestos como el de sucesiones o el de donaciones, además de profundizar el agravio comparativo entre las clases medias y altas de Catalunya respecto a las del resto de España, no solucionará el problema de las cuentas de la Generalitat. «Todas las medidas que se han mencionado apenas suponen en total unos 500 millones de euros, y lo que hace falta es recortar 4.000», se apunta desde los centros de análisis patronales.Por eso, defienden, no hay más alternativa que reducir el presupuesto de la Generalitat, rebajar el gasto, no elevar los ingresos. Obviamente, grandes empresas y bancos no tienen la representación exclusiva del mundo económico y ni siquiera entre ellos hay unanimidad, pero su opinión, que acostumbra a acomodar el corazón con la cartera, es crucial. Y quieren un Govern estable que ejecute unos presupuestos duros en el momento en el que la primera fuerza política catalana necesita más ayudas.

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