Giro en la Iglesia vasca

«El nombramiento de José Ignacio Munilla para sustituir a Juan Marí­a Uriarte como obispo de San Sebastián trasciende las fronteras eclesiales. Es indudable que con esta designación se quiere propiciar desde Roma un cambio en la trayectoria de la Iglesia vasca gestado desde hace tiempo, y que culmina con el enví­o de Munilla a la diócesis donostiarra».

“Es claro también que se ha deseado modificar el sesgo nacionalista que ha redominado en la Iglesia vasca y que ha condicionado, a veces, sus tomas de postura. Munilla va a tener que desplegar mucha habilidad para lograr ser aceptado en una diócesis en la que muchos tienen ya un juicio formado sobre su persona, y que, además, está fuertemente polarizada por la herencia de Setién y las fracturas ideológicas de la sociedad guipuzcoana”. (EL CORREO) EL PAÍS.- Junto a estos factores sistémicos, la particularización española requiere introducir tres elementos adicionales. En primer lugar, nuestro sistema bancario mantiene una posición especialmente deudora en los mercados mayoristas, teniendo que hacer frente en el próximo trienio a la renovación de 400.000 millones de euros. En segundo lugar, el peso que hoy representa el crédito a actividades inmobiliarias en los balances bancarios sigue en torno al 20%. En tercer lugar, el paulatino reconocimiento del deterioro del valor de estos activos hacen necesaria la pronta e intensa reconfiguración del sistema financiero. LA VANGUARDIA.- La Mota Negra nos dice en su anverso que el PSOE da la batalla del Estatut por perdida. La sentencia está al caer y será claramente restrictiva. Será algo más que la castración química augurada hace unos meses, con gran ingenio, por Victoria Prego: se trataba de castrar al catalanismo sin dejar a Convergència i Unió inapetente, puesto que algún día la derecha española volverá a necesitar sus votos en el Parlamento de Madrid. La impresión dominante estos días es que habrá algo más que inyección química. Se avecina una dolorosa emasculación. Editorial. El Correo Giro en la Iglesia vasca El nombramiento de José Ignacio Munilla para sustituir a Juan María Uriarte como obispo de San Sebastián trasciende las fronteras eclesiales. Munilla, durante muchos años párroco de Zumarraga, se distinguió por su personalidad y su trabajo pastoral intenso, pero en clara disonancia con la línea que marcaron Setién y Uriarte. Es indudable que con esta designación se quiere propiciar desde Roma un cambio en la trayectoria de la Iglesia vasca gestado desde hace tiempo, y que culmina con el envío de Munilla a la diócesis donostiarra. Oiremos ahora interpretaciones precipitadamente políticas y simplistas, pero la decisión responde, sobre todo, a un diagnóstico y a un proyecto pastoral. La Iglesia vasca ha seguido durante años una trayectoria con su propia personalidad y se desea su modificación. El País Vasco está a la cola en vocaciones; su extensa religiosidad tradicional se ha desplomado; los movimientos en auge y apoyados por Roma no encontraban acogida en los planes pastorales; grupos relevantes de fieles se consideraban incómodos por la impostación política que, en su opinión, impregna la vida de la Iglesia vasca. Los dos obispos más jóvenes de España están en Euskadi, Iceta y Munilla. Ambos de personalidad acusada, con deseos de hacerse socialmente presentes, y parece que destinados a liderar en el futuro inmediato la vida de la Iglesia en nuestra sociedad. Resalta su diferencia teológica y de sensibilidad política con otros dos prelados, también auténticos líderes, que han condicionado decisivamente la vida de la Iglesia en el País Vasco durante treinta años, Setién y Uriarte. Munilla e Iceta se caracterizan por formulaciones doctrinales y morales inflexibles y por la preocupación por asegurar la identidad católica y la fortaleza de la institución eclesiástica. Es claro también que se ha deseado modificar el sesgo nacionalista que ha predominado en la Iglesia vasca y que ha condicionado, a veces, sus tomas de postura. Munilla va a tener que desplegar mucha habilidad para lograr ser aceptado en una diócesis en la que muchos tienen ya un juicio formado sobre su persona, y que, además, está fuertemente polarizada por la herencia de Setién y las fracturas ideológicas de la sociedad guipuzcoana. Entre los numerosos retos de la Iglesia vasca está el de recuperar el prestigio perdido, ser vínculo de comunión y lugar de encuentro, hablar menos de ella misma y ayudar a nuestra sociedad a abrirse a las dimensiones trascendentes y espirituales sin las cuales todos, creyentes y no creyentes, nos empobrecemos. EL CORREO. 22-11-2009 Opinión. El País El gran ausente Alfonso García Mora Esta semana conocíamos datos de concesión de crédito en las principales economías desarrolladas, y, en prácticamente todos los casos, el denominador común continúa siendo el retroceso que se está produciendo en el saldo de crédito de las entidades financieras, especialmente en España. La reducida concesión de crédito puede resultar incomprensible si se analizan las innumerables medidas que tanto los bancos centrales como los gobiernos han aprobado durante los últimos meses, en aras de incrementar la liquidez del sistema y así evitar el terrible impacto que estaba generando la crisis financiera internacional. Sin embargo, existen algunos factores que permiten explicar esta situación. En el caso de la economía española, conviene diferenciar las causas que hacen referencia a factores sistémicos, y que afectan a todas las economías desarrolladas, de aquéllas intrínsecas a nuestro país. Entre las primeras, destacaríamos que las primas de riesgo en los mercados interbancarios siguen siendo elevadas, con el consiguiente impacto en el coste de la financiación al que tiene que hacer frente el sector bancario, bien porque el precio que tiene que pagar es más elevado, o porque para poder obtener financiación en los mercados mayoristas requiere de aval del Tesoro, que supone, lógicamente, un coste adicional. Como consecuencia de ello, y ante la elevada dependencia que tienen en sus estrategias de financiación de unos recursos (emisiones con aval) que podrían acabarse en breve, la aversión al riesgo de las entidades sigue siendo muy significativa. Éstas están optando por invertir la financiación captada incrementando de forma significativa sus activos líquidos y disponibles (por ejemplo, mediante la compra de deuda pública), en lugar de aumentar la concesión de créditos, para evitar así el riesgo que supondrían episodios de desestabilización y desconfianza como los acontecidos hace un año. Junto a estos factores sistémicos, la particularización española requiere introducir tres elementos adicionales. En primer lugar, nuestro sistema bancario mantiene una posición especialmente deudora en los mercados mayoristas, teniendo que hacer frente en el próximo trienio a la renovación de 400.000 millones de euros. Por tanto, la presión del factor sistémico anterior es aún mayor en España. En segundo lugar, el peso que hoy representa el crédito a actividades inmobiliarias en los balances bancarios sigue en torno al 20%, muy superior al de nuestros competidores, y dada la situación de estancamiento del mercado inmobiliario, parece poco probable que vaya a reducirse a corto plazo, simplemente porque las tasas de amortización son prácticamente nulas. Fruto de ello, se produce una cierta selección adversa en el sistema, debido a que la no amortización de estos créditos y la necesidad de refinanciarlos, impide que la liquidez que debiera generar la mera amortización, se pueda canalizar a otros sectores productivos. En tercer lugar, si bien es cierto que el sector bancario español afrontó esta crisis con un nivel de capital significativamente mayor que la media de los competidores, el paulatino reconocimiento del deterioro del valor de estos activos, y la más que previsible necesidad de reforzar los ratios de capital ante la futura nueva regulación, hacen necesaria la pronta e intensa reconfiguración de un sistema financiero que tendrá que hacer frente a un escenario de menor actividad, y, además, con un músculo financiero mayor. En dicho contexto, la aceleración de los procesos de recapitalización resulta una condición necesaria para que podamos asistir a una normalización de los flujos crediticios. Y es conveniente recordar que todos nuestros competidores europeos ya la han hecho. EL PAÍS. 22-11-2009 Opinión. La Vanguardia La Mota Negra Enric Juliana Qué es la Mota Negra, capitán? –Es un aviso o intimidación, compañero. Ya te diré si me la echan. Pero tú sigue ojo avizor, Jim, e iremos a partes iguales, te doy mi palabra". En el tercer capítulo de La isla del tesoro, el joven Jim Hawkins tiene noticia de que el enigmático huésped de la posada Almirante Benbow, el adusto capitán Bill Jones, teme la llegada de un marinero con una sola pierna. Tiene miedo a que John Silver el Largo le haga llegar un pedazo de papel con una mancha de tinta en el centro. La señal corsaria de que su tiempo se ha acabado. La temida Mota Negra. Tenía que ocurrir esta semana, tan obsesivamente invadida por una mala historia de piratas. Esta semana corsaria y bucanera, a José Montilla, presidente de la Generalitat de Catalunya, le han hecho llegar la Mota Negra. Se la trajo de Madrid el inquieto Miquel Iceta, un hombre de gran perspicacia que no desentonaría al lado del pequeño Jim, el doctor Livesey, el capitán Smollet y el caballero Trelawney en la búsqueda del fabuloso tesoro imaginado por Robert Louis Stevenson. A Iceta se la echó José Luis Rodríguez Zapatero en persona durante la reunión de la ejecutiva federal del PSOE, celebrada el pasado lunes en la calle Ferraz. Lo contaba el martes Juan Carlos Merino en La Vanguardia: "Muy duro y tajante, según algunas fuentes, muy claro y concreto, según otras, con mucha seriedad, según todos, Zapatero le espetó a Iceta que el PSOE respetará lo que el Tribunal Constitucional diga sobre el Estatut de Catalunya, porque las sentencias se acatan siempre". Ante un amago de protesta de Iceta, Zapatero añadió un poco más de tinta a la mota: "Lo digo, por si acaso". La señal estaba dada. El PSOE ha decidido abandonar al tripartito catalán a su suerte para no perder la nave Hispaniola, escenario de sordas conspiraciones y vibrantes combates en la gran novela de Stevenson. La Mota Negra nos dice en su anverso que el PSOE da la batalla del Estatut por perdida. María Teresa Fernández de la Vega, hoy en horas bajas, muy bajas, ha fracasado en su correoso intento de garantizar una sentencia medianamente favorable. Al ministro de Justicia, Francisco Caamaño, uno de los pocos federalistas sinceros del actual Gobierno, también le espera un mal trago. La sentencia está al caer y será claramente restrictiva. Será algo más que la castración química augurada hace unos meses, con gran ingenio, por Victoria Prego, una de las periodistas mejor informadas de Madrid. Escribía Prego que el Constitucional buscaba la manera de restar potencia al nuevo formato de la autonomía catalana, respetando sus más visibles atributos formales. Se quería evitar una gran humillación. Dicho con mayor claridad: se trataba de castrar al catalanismo sin dejar a Convergència i Unió inapetente, puesto que algún día la derecha española volverá a necesitar sus votos en el Parlamento de Madrid. La impresión dominante estos días es que habrá algo más que inyección química. Se avecina una dolorosa emasculación. Meticulosamente acosada por la extrema derecha madrileña (el último bulo consiste en atribuirle una estrecha amistad con el dirigente de Batasuna Karmelo Landa), la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, no se atreve a someter la sentencia a su voto de calidad. No quiere. No acepta cargar sobre sus espaldas el estigma de la liquidación de España, puesto que el frente de rechazo también incluye a influyentes sectores del PSOE, representados intelectualmente en el diezmado tribunal. El frente de rechazo comienza en la derecha extrema y acaba –con la obvia gradación de matices– en Gregorio Peces-Barba, egregio padre de la Constitución que el pasado 14 de septiembre profetizaba lo siguiente en El País: "El Gobierno de España va a sufrir tras la sentencia, pero es el precio que se paga por una permisividad exagerada, y una dejación de responsabilidad poco justificada". Y Zapatero no quiere sufrir más. Acuciado por la crisis y las encuestas, atento a la progresión de Rajoy, convencido, ahora, de que la buena vía es el españolismo homeopático del pacto vasco, y lastrado por un Gobierno flojo en el que ya afloran las rivalidades personales, no ha dudado en tintar la Mota Negra. Le dice dos cosas a Montilla: Que no se opondrá a la sentencia emasculadora, y que podría ser el primero en aplaudirla si ello conviene al tesoro electoral. LA VANGUARDIA. 22-11-2009

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