El holocausto contra Gaza da un salto en su crudeza

Gaza: el infierno genocida en el noveno círculo de crueldad

Las imágenes que llegan de Gaza, con niños de muy corta edad completamente consumidos por el hambre, son simplemente incalificables. Hieren la retina y acuchillan la conciencia. ¡Hay que parar este genocidio!

Estamos ante una cima del genocidio israelí en Gaza, ante uno de los momentos más crueles y mortíferos de la matanza que el gobierno de Netanyahu -con el invariable apoyo de EEUU- lleva más de veinte meses perpetrando en la Franja.

A la extrema violencia de los bombardeos y la ocupación terrestre de unas tropas israelíes que han ordenado un asalto sobre Khan Younis, se suma el rigor de un asedio medieval que condena a la hambruna total a dos millones de gazatíes. La ONU ha asegurado que 14.000 bebés podrían morir en las próximas 48 horas en Gaza si la ayuda humanitaria no les llega a tiempo.

A las órdenes del gobierno de Netanyahu, y con el total apoyo de la Casa Blanca de Trump, Israel pisa el acelerador en la masacre. Estamos ante la operación «Carros de Gedeón», la más cruenta y mortífera ofensiva desde el inicio de la invasión.

Tras una semana en la que ha intensificado sus ataques contra escuelas, hospitales y refugios humanitarios, el ejército sionista ha intensificado los ataques sobre Gaza y ha puesto el foco en Khan Younis, la segunda ciudad más grande de la Franja, situada en el sur del enclave.

El sábado 17 de mayo -el mismo en el que la israelí Yuval Raphael quedaba segunda en Eurovisión- fue uno de los días más mortíferos de un genocidio que dura ya veinte meses. En un sólo día Israel lanzó hasta 30 ataques aéreos y masacró a 153 personas.

Solo la semana pasada, Israel acabó con la vida de casi 500 gazatíes y bombardeó sin piedad a tres hospitales, entre ellos el Hospital Indonesio, situado en el norte de la Franja, el Hospital al-Awda en Jabalia (también en el norte) y el Hospital Europeo, en el sur.

Era el comiendo de una operación que tiene como objetivo invadir -para ocupar de manera permanente- el norte y el sur de la Franja. Israel ya controla por tierra el 70% del suelo del enclave, obligando a dos millones de gazatíes a hacinarse, sin acceso alguno a agua, alimentos o ayuda humanitaria, en el 30% restante. La ofensiva busca apretar aún más ese insoportable cerco.

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Hambruna extrema, situación desesperada

El responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, Tom Fletcher, ha asegurado que 14.000 bebés podrían morir en las próximas 48 horas en Gaza si la ayuda no les llega a tiempo, algo que -por desgracia- ahora mismo parece muy poco probable.

Las imágenes que llegan de Gaza, con niños de muy corta edad completamente consumidos por el hambre, son simplemente incalificables. Hieren la retina y acuchillan la conciencia.

Hace pocas semanas Unicef advirtió que en Gaza hay ya 71.000 niños que necesitan tratamiento urgente para evitar la malnutrición aguda. La mitad de los 2,1 millones de gazatíes son menores.

En un nuevo alarde de hipocresía, el gobierno de Netanyahu ha anunciado que -«cediendo a las peticiones de EEUU» y de un Donald Trump que está de gira por los países árabes- permitirá el paso de ayuda humanitaria. Pero lo que ha dejado entrar son… cinco camiones. “Una gota de agua en un océano de necesidad”, que no cambiará en absoluto la catastrófica situación humanitaria de la población civil. Antes de la guerra, cada día entraban en el territorio entre 500 y 600 vehículos de gran tonelaje, y las necesidades son ahora inmensamente mayores.

Tras veinte meses de genocidio, perpetrando miles y miles y miles de crímenes de guerra -bombardeando cada semana escuelas, hospitales, viviendas, campos de cultivo, granjas e infraestructuras de agua potable y saneamiento sin más propósito que el exterminio y hacer inhabitable la Franja- Israel ha asesinado al menos a 53.500 personas y herido a más de 120.000. Aunque es una cifra de víctimas mortales que se sabe infraestimada: no se saben los cuerpos que hay bajo los escombros, y no se han cuantificado cuantas personas han muerto de hambre, deshidratación, disentería y otras enfermedades derivadas del extremo rigor del asedio.

Es una catástrofe humanitaria que se hunde, cuesta abajo y sin frenos, en una aún peor.

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