Incendio en Artés

Fuego y monte: danza de amor y odio

Los incendios y el bosque mediterráneo llevan coevolucionando juntos desde hace millones de años

Como cada año, la estación estival suele traer una plaga de incendios que asolan nuestros montes. La tendencia de los incendios en España es contradictoria. Entre 2007 y 2016 ardieron de media cerca de 90.000 hectáreas al año, lo que significa un 33% menos que en los diez años anteriores. Nuestro país es bueno combatiendo fuegos forestales y el 65% se apaga en la fase de conato. Pero los fuegos son cada vez más devastadores, en intensidad y extensión, y la amenaza de que se declaren siniestros incontrolables como el de Pedrógão Grande (Portugal, 60.000 hectáreas arrasadas) es cada vez mayor. El cambio climático, el abandono del medio rural, los recortes en prevención y limpieza de los montes… hacen que muchos montes españoles sean una bomba de relojería forestal. El fuego en España tiene una merecida mala fama de ‘desastre natural’.

Y sin embargo, siendo esto así y no quitando ni un ápice a la amenaza que esto supone… el fuego -al menos, cierto régimen de incendios- siempre ha estado presente en los ecosistemas mediterráneos. Hay una cierta frecuencia de fuegos -como un cierto régimen de lluvias- que forma parte de la historia natural de la Península Ibérica. A estudiar esto es a lo que se dedican los científicos de la ‘Ecología del Fuego’, que investigan estudia el papel de los incendios en los organismos y los ecosistemas, y que proporcionan una base científica para mejorar la gestión del territorio en ambientes donde los incendios tienen un papel preponderante.

«El fuego siempre ha estado allí», titula un destacado ecólogo del fuego, Juli G.Pausas, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE-CSIC) en Valencia. «Nuestro clima mediterráneo se caracteriza por la coincidencia de la época del año más cálida con la época más seca, y por la presencia de tormentas secas. Por lo tanto, al menos desde que existe el clima mediterráneo (hace unos pocos millones de años), anualmente ha habido -de manera natural- incendios forestales. Gran parte de las plantas mediterráneas ha adquirido una serie de estrategias adaptativas que les permiten persistir a incendios recurrentes. El fuego ha sido un factor modelador de la biodiversidad mediterránea. Además, muchas especies de la flora y fauna dependen de los espacios abiertos generados por los incendios. Sin fuego, al igual que sin sequía estival, no se podría entender la biodiversidad de nuestras latitudes», afirma Pausas.

La comunidad científica admite hoy en día al fuego como un factor ecológico más. Igual que hablamos del régimen de precipitaciones, hemos de entender su “régimen de incendios” como el “conjunto de características de los incendios de un área o ecosistema determinado a lo largo de un periodo de tiempo, especialmente en lo referido a recurrencia, intensidad, severidad, estacionalidad y tipo, ligado, como es lógico, a las variaciones del clima y la estructura de la vegetación que le son característicos”, dice Alejandro García Hernández en el blog FuegoLab.

Esto, claro está, no significa que los incendios sean siempre beneficiosos. «Cada especie está adaptada a un régimen de incendios concreto (régimen de incendios ecológicamente sostenible) que ha ocurrido durante su historia evolutiva; para la conservación de la naturaleza es importante favorecer los regímenes de incendios ecológicamente sostenibles, y evitar los ecológicamente insostenibles», afirma Juli G. Pausas.

¿Cual es el régimen natural de incendios en los ecosistemas mediterráneos?. El bosque mediterráneo en su estado natural podría haber soportado fuegos no demasiado devastadores cada pocas décadas (frecuencias entre 25 y 100 años). ¿Por qué está alterado este régimen de incendios ecológicamente sostenible?

En los ecosistemas mediterráneos, los herbívoros -incluyendo la ganadería extensiva- y el fuego competían por la biomasamasa vegetal. El éxodo rural ha derivado en una drástica reducción de la presión agroganadera sobre los montes, a lo que se une en las comunidades rurales la sustitución de las leñas como combustible doméstico por otras fuentes de energía más cómodas. El resultado son unos bosques mediterráneos repletos como nunca en nuestra historia de biomasa combustible -y más seca-, la yesca perfecta para que cuando se den fuegos, sean tremendemante intensos.

El retroceso de encinas, alcornoques o castaños y su sustitución por especies de rápido crecimiento o de interés para la industria de la celulosa, como el pino o el eucalipto, ha impactado gravemente sobre el régimen natural de incendios. El eucalipto – con 760.000 hectáreas de eucaliptal en España- es un árbol que ha evolucionado para aprovechar el fuego, para hacer qe los incendios destruyan a la flora competidora. Es un árbol muy inflamable, que genera una gran cantidad de biomasa seca y muy combustible que se transforma con facilidad en pavesas que arrastradas por el viento en un incendio, lo propagan a nuevos focos. Entre 1996 y 2005, el 15,5% de la superficie quemada en España estaba cubierta de eucaliptos, pese a que estos solo cubren el 5% de la cubierta forestal del país.

Por supuesto, el otro gran factor que altera el régimen de incendios natural es el cambio climático. El aumento de frecuencia de sequías prolongadas y olas de calor extremas traerá escenarios estivales de baja humedad relativa, alta temperatura y fuertes rachas de viento en ambientes recalentados y secos tras episodios de sequía. Unas condiciones explosivas -sobradamente conocidas en el mundo de la extinción de fuegos como “la regla de los tres 30” (más de 30 grados de temperatura, más de 30 kilómetros por hora de viento y menos del 30% de humedad)- que aumentan la probabilidad de que incendios potencialmente «normales» se conviertan en megaincendios.

La solución al problema del régimen de incendios ecológicamente insostenibles, extensos y devastadores es compleja y multilateral. Requiere de una inversión suficiente no sólo en dispositivos de extinción -algo en lo que nuestro país destaca- sino en equipos de prevención, de gestión forestal y limpieza de montes; de políticas de cuidado del mundo rural, que frenen su abandono; de la repoblación con especies autóctonas y de la eliminación de las invasoras; de un decidido compromiso en la lucha contra el cambio climático.

Y entre todas esas políticas no pocos expertos contra incendios y ecólogos reclaman el uso racional, cualificado y controlado del «recurso fuego» contra los incendios como una herramienta «de creación eficiente de discontinuidades, en el aumento de la biodiversidad facilitando la creación del paisaje en mosaico que tanto dificulta la propagación, en el desbroce de matorral altamente inflamable, en la formación del personal de los operativos de lucha contra incendios en técnicas de manejo del fuego para la aplicación segura y eficaz del fuego técnico en extinción», dice García Hernández. Combatir el fuego… con fuego.

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