SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Felipe sale de la trastienda de la Corte de los Milagros

Hace un par de semanas nadie apostaría a que unas elecciones europeas fuesen una verdadera prueba, sin embargo no cesan de brotar incidencias desde el vientre del sistema político español y el olor y el color de esas supuraciones indican la gravedad de los daños.

Paradójicamente, la nota más llamativa y sangrienta es el asesinato de una dirigente del PP a manos de dos militantes del mismo partido, sin embargo en esa muerte resonó inmediatamente en la sociedad el eco de toda la violencia que se ha ido almacenando en los últimos tiempos. Políticas económicas y sociales que son verdaderas agresiones a personas, en algunos casos puros robos y en otros agresiones físicas utilizando las policías, violencia constante que late en el debate político y en la sociedad en la vida diaria y en las conversaciones. Merece una verdadera reflexión el montaje del Ministerio del Interior, la persecución de mensajes en Twitter con expresiones rabiosas contra el Gobierno y su partido. Vemos que no se persiguen las constantes amenazas o expresiones semejantes desde la derecha, nunca hicieron caso de las denuncias de Pilar Manjón, quizá su error fue no afiliarse al PP para que la escuchasen, una violencia homicida constante para cualquiera que disienta de la ideología oficial. “El terrorismo” fue la gran palanca para atacar a Zapatero, a la izquierda y a los nacionalismos periféricos y ahora, cómo no, es la gran coartada para criminalizar la disensión. Sin embargo, la operación también delata un miedo real a ese rencor que se va almacenando y que se pretende conjurar de ese modo infantil.

Pero algo que sobrevuela ominosamente (¿aterrizará en medio de la campaña?) es el conocimiento de que existe otra cuenta en Suiza de una figura importante del PP, una cuenta millonaria con dinero tan negro que el propio banco desconfía de su procedencia. En cualquier momento puede saltar un nombre a algún medio descontrolado y nos golpeará un nuevo bofetón de mierda. Sólo la complicidad de los medios de comunicación, y del PSOE con su silencio, sostienen al Gobierno de un partido probadamente corrupto, salvar la situación exige simular ceguera ante el elefante que se tiene delante y actuar como si éste fuese un estado de cosas normal (el colmo del descaro y la estupidez es que alguien se atreva a llamar despectivamente a algún país “república bananera”. Un poco de respeto, las repúblicas bananeras son países serios al lado de esta España de Rajoy).

Pero lo que desvela la gravedad de los daños del sistema político de esta restauración democrática es el papel de Felipe González y sus declaraciones el pasado domingo ( El Objetivo en La Sexta). Dejemos a un lado la valoración de las encuestas preelectorales y lo que auguran y si existe un desplome, retroceso o, como apunta El País, un repunte del bipartidismo, lo que es evidente y lógico es un desapego de una parte de votantes hacia esos dos partidos y ante ello lo único democrático es aceptarlo. Sin embargo constantemente se oyen y leen desautorizaciones de la voluntad de votantes que desean votar a otros partidos, ¿acaso no son partidos legales?, y se sacuden fantasmas de inestabilidad, inseguridad y etc… si resulta un Parlamento diferente al actual dominado por esos dos grandes partidos.

Lo que es mucho más grave, parece muy real que nos encontramos ante una gran operación para combatir la voluntad de la ciudadanía, una operación de la que no conocemos sus límites. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?

Desde hace semanas, ante el evidente desgaste del bipartidismo monárquico debido a la corrupción, a la gestión de la crisis económica por gobiernos de los dos partidos, al descrédito de la monarquía y, de un modo muy agudo, ante la demanda de los catalanes de decidir su futuro, se habla de una operación fraguada en la corte entre los poderes económicos, mediáticos y políticos para conducir la situación actual. Hay referencias de esta operación política más o menos detalladas aquí y allí. En la citada entrevista a González éste pareció portavoz de esos intereses, se refirió a la coalición alemana, criticó por inoperante lo que llamó “dispersión del voto” y enfatizó su voluntad de que el partido socialista participara en un Gobierno de concentración con el PP “si el país necesitara sumar fuerzas para enfrentar una crisis, que no es una crisis, que no es la crisis que hemos vivido, que ya es durísima…, es una crisis de definición del país”.

Es interesante, en sí mismo, el papel político que se arroga González. Desaparecido Suárez, desactivado Aznar y perdido su predicamento y con Zapatero a un lado sometiéndose a las decisiones de su partido, aparece como si fuese el único padre de la patria y un demiurgo que emerge en un momento de crisis total. Con ello González agrava aún más la situación política no dejando títere con cabeza al descalificar como dirigentes tanto a Rubalcaba como a Rajoy: “¿Sabe lo más preocupante para todo el mundo lo que es? Que nadie sea capaz, con credibilidad, de decir en 20 minutos qué quiere hacer con España para los próximos diez años”.

La descalificación completa de Rajoy, nada menos que el actual presidente del Gobierno, no es muy apropiada en alguien que presume de “sentido de Estado”, pero lo que hizo con Rubalcaba revela que no hay límites en esa operación: están dispuestos a apartar a unos y otros, que fueron elegidos respectivamente por la ciudadanía y por los militantes.

Para comprender hasta que punto González habla en serio es necesario recordar o conocer como llegó al poder en medio de la crisis de Estado y el golpe que tumbó a Suárez. Al respecto hay dos momentos clave en aquellos meses, la maniobra alrededor de Armada para crear un Gobierno de concentración de todos los partidos, exceptuados vascos y catalanes, y la reunión que convoca el rey inmediatamente al golpe en la Zarzuela con los representantes de los partidos, exceptuados nuevamente vascos y catalanes. La experiencia de Felipe González lo educó en menospreciar la voluntad ciudadana dejada atrás por la voluntad de los poderosos. Los argumentos son “el sentido de Estado”, “la responsabilidad” y lo que haga falta.

Creo que esa entrevista, si González actuó efectivamente como analista y portavoz de esa gran operación política, revela dos cosas: lo preocupados que están ese cártel de poderes que domina España y también que no se ponen límites para actuar, presionan y presionarán lo que haga falta para conseguir sus objetivos por encima de la voluntad de la ciudadanía.

No sabemos todo lo que se mueve en la sombra en esa Corte de los Milagros pero, sin duda, debe preocupar a quien crea en la democracia.

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