SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Cañete tiene al enemigo dentro de casa

Todo iba bien para el PP en esta campaña electoral hasta el pasado jueves. Rajoy había acertado dejando para el último momento la elección del cabeza de lista de su partido a las elecciones europeas, y también con la designación para ese puesto de Miguel Arias Cañete. Lo primero tenía desconcertado al principal partido de la oposición y obligaba a su propia cabeza de lista hacer una campaña contra el aire y exhibiendo sus propios errores, que, a decir de los suyos, han sido unos cuantos a lo largo de estos días atrás. Y lo segundo, terminó por enfriar el entusiasmo socialista en la medida en que, en apariencia, Arias Cañete se presentaba ante la opinión pública como un candidato mucho más sólido y fiable que la propia Valenciano.

A medida que iba avanzando la precampaña y se acercaba la campaña propiamente dicha, los sondeos empezaban a reflejar estos aciertos y el PP se distanciaba del PSOE hasta el punto de que las encuestas que se van a publicar este fin de semana, hechas antes del debate, dan ya una diferencia clara entre los dos partidos a favor de los populares. Y con ese escenario de fondo, las dos fuerzas políticas mayoritarias se enfrentaban al acto central de la campaña electoral, el debate, retrasado dos días debido al asesinato de Isabel Carrasco. Cañete partía como ganador y, de hecho, y a pesar de lo que se dijera, el entusiasmo socialista por el debate era perfectamente descriptible, hasta el punto de que si se hubiera suspendido habrían aplaudido con las orejas, aunque públicamente manifestaran lo contrario.

Tan escasa es -era- la fe que en su partido concita Elena Valenciano. Pero llegó el jueves por la noche, y allí aparecieron los dos, uno enfrente del otro y María Casado en medio. Y enseguida se pudo apreciar que las cosas no iban a ir como parecía que tenían que ir según el perfil de cada uno. Cañete se olvidó en algún sitio desconocido su habitual campechanía, su sentido del humor, su habilidad para la improvisación y apareció ante las cámaras como un político encorsetado, inseguro, tembloroso e, incluso, acomplejado, que necesitaba recurrir a sus notas permanentemente tanto a lo largo del debate como en las intervenciones inicial y final, que debía haber llevado aprendidas de memoria.

Y Valenciano, de la que tanto se ha criticado su superficialidad, pronto venció su nerviosismo inicial para dar paso a una presencia sólida y firme que poco a poco se fue imponiendo a su rival a medida que avanzaba el debate. No es que Valenciano dijera nada nuevo… De hecho, se ciñó a su guión recurrente de toda la campaña -recortes y aborto, básicamente-, pero gracias a una buena labor de sus asesores de imagen y a la confianza en sí misma que le regaló su rival, consiguió llenar la pantalla y hacerse con la victoria en un debate que tenía perdido de antemano.

¿Qué pasó con Miguel Arias Cañete? Es evidente que alguien le aconsejó mal. Muy mal. Rematadamente mal. Y ese alguien debería (desde hace ya tiempo) haber sido despedido del PP, porque es evidente que sus consejos y su asesoramiento no sólo no sirven sino que, además, le hacen mucho daño al partido para el que trabaja (aunque a estas alturas tengo dudas de que realmente trabaje para el PP, y no sea un infiltrado, porque sino no se explica). El cabeza de lista del PP terminó de arreglarlo el viernes con unas declaraciones que, cuando menos, son para mirar para otro lado como si no se le conociera.

¿Tendrá esto consecuencias? Es difícil saberlo, porque a estas alturas lo normal es que la gente ya tenga decidido su voto y que el debate, que además tuvo un seguimiento escaso, no influya para cambiarlo. Pero, por otro lado, también es cierto que estas son unas elecciones atípicas en las que todavía existe un elevado porcentaje de indecisos a los que les ha podido influir el debate o lo que han leído sobre él en los medios de comunicación.

A lo mejor la victoria por puntos de Valenciano le permite al PSOE respirar, cuando todo hacía pensar que tras el 25 de mayor iba a necesitar algo más que una bombona de oxígeno, y salva de alguna manera los muebles de la actual dirección socialista que encabeza Rubalcaba, lo cual hasta sería bien recibido en Génova 13, donde se tiene verdadero pavor a un crisis que lleve al PSOE a caer en manos de un Eduardo Madina o peor. Pero lo cierto es que el PP no ha salido bien parado de este debate, y en un partido que se juega en un terreno tan estrecho no se puede permitir ni un error que ponga en peligro sus aspiraciones. Cañete, y el PP, tienen el enemigo dentro de casa, y ya va siendo hora de que se den cuenta.

Deja una respuesta