El escándalo del "espionaje" masivo en Cataluña:

¿Excesos locales o intervención global?

En el acelerado proceso de putrefacción del antaño limpio «oasis catalán» ha irrumpido un elemento inesperado. A la sucesión de casos de corrupción se ha unido el espionaje y la «guerra de dossieres». Alicia Sánchez Camacho, la presidenta catalana del PP, denunció que una agencia de detectives grabó ilegalmente la conversación que mantuvo con la ex amante del primogénito del clan Pujol. Pero lo que ha salido a la luz es toda una trama de espionaje a gran escala capaz de conseguir y almacenar información comprometedora sobre altos dirigentes polí­ticos, empresarios, jueces Que no solo abarca a Cataluña, sino que se extiende al conjunto de España. ¿Qué hay detrás de esta especie de Gran Hermano? ¿Seguro que una agencia de detectives catalana ya quebrada tení­a bajo su control a una parte de las élites españolas?

En julio de 2.010, la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, y María Victoria Álvarez, la ex amante de Jordi Pujol Ferrusola, se reunieron en el restaurante barcelonés La Camarga.

Maria Victoria Álvarez contó en esa conversación como el primogénito del clan Pujol viajaba hacia Andorra –paraíso fiscal-, con el maletero de su coche cargado de billetes de 500 euros.

Casi tres años después, Alicia Sánchez Camacho ha denunciado que aquella reunión fue grabada sin su consentimiento por la agencia de detectives Metodo 3. «¿Seguro que una agencia de detectives catalana ya quebrada tenía bajo su control a una parte de las élites españolas?»

Una vez “explotada la espoleta”, la “bomba política” ha estallado.

Según publica La Vanguardia, la red de espionaje realizó unos 500 informes sobre dirigentes políticos, empresarios y personalidades de la sociedad civil.

Entre los “dossieres” comprometedores figuraban varios a nombre del expresidente de la Generalitat José Montilla, o el expresidente de ERC, Josep Lluis Carod Rovira. Pero también dirigentes de otras comunidades como José Maria Barreda, expresidente de Castilla-La Mancha, o Ignacio González, actual presidente de la Comunidad de Madrid.

Pero también dirigentes internacionales, como el comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia, o destacados empresarios, como el expresidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán.

Incluso se ha difundido la noticia de que un ex dirigente de Método 3 estaría “ofreciendo” sus dossieres secretos sobre altas personalidades catalanas y españolas. Para que sean compradas por “el mejor postor”.

¿Qué está pasando? ¿Acaso es que España se ha convertido en una “república bananera” donde cualquiera, hasta una agencia de detectives de segundo nivel, puede chantajear a las élites locales?

Nada de eso. Lo que está saliendo a la luz es una trama de espionaje que hunde sus raíces en redes de informantes que recorren todo el Estado, desde el CNI, Policía y Guardia Civil hasta ministerios como Hacienda, Trabajo o la Seguridad Social.

No es la primera vez que algo similar ocurre. En los años noventa, el coronel del CESID, Juan Alberto Perote, distribuyó varios informes muy comprometedores –entre ellos el que implicaba a Felipe González, autorizando los GAL-.

Supuestamente, Perote se apropió de esos informes, y los difundió luego “movido por un resentimiento personal”.

La realidad es que la difusión de esos dossieres ultra-secretos sirvió para dar la puntilla a los gobiernos de Felipe González.

Se había escorado demasiado hacia Alemania, y eso convirtió al hombre que hizo posible la incorporación de España en la OTAN en “un problema” para EEUU.

¿Estamos ahora ante un caso similar, aunque sus formas y maneras sean muy diferentes?

Lo que está claro es que quien tiene la capacidad para almacenar información comprometedora –que se convierte en un elemento de poder- sobre las élites, no sólo catalanas sino del resto de España… es un centro de poder extranjero que disponga del suficiente grado de control sobre el país.

Si hablamos de España, las sospechas se dirigen inmediatamente hacia EEUU, y en particular hacia la CIA, cuya intervención en los servicios secretos españoles –y los remedos que se hayan podido montar en cada autonomía, como en Cataluña- es proverbial.

¿No será el estallido del “escándalo del espionaje masivo” en Cataluña una cuña más que, además de dinamitar el “proceso soberanista”, contribuye a debilitar todavía más a España, frente a las nuevas exigencias de más recortes de Washington y Berlín?

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