La amenaza china

Europa para los americanos

Ariel Cohen ha sido investigador en The Heritage Foundation, un laboratorio de ideas que elabora las políticas del ala más dura y conservadora de los círculos de poder estadounidense.

En un reciente artículo, Ariel Cohen -un destacadísimo geoestratega norteamericano- revela los temores de una superpotencia en su ocaso imperial. Ante el avance de la emergencia china, Cohen plantea la imperiosa necesidad de cerrar el paso en Europa a la creciente influencia económica de Pekín, y de unir a las potencias del Viejo Continente en la estrategia norteamericana de cerco y contención contra el dragón oriental.

Ariel Cohen no es cualquier analista. Juega en la primera división de expertos en geopolítica de la superpotencia norteamericana. Actualmente es miembro de varios de los principales think tank que EEUU tiene a una orilla y otra del Atlántico: del Atlantic Council, del Consejo de Relaciones Exteriores, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, o del Consejo Americano sobre Alemania. Ha sido consultor de los principales centros de decisión de la cabeza del Imperio: de los Comités de Relaciones Exteriores del Senado y de la Cámara de Representantes, del Pentágono o del Banco Mundial. 

Cohen es un reputado especialista en asuntos euroasiáticos: Rusia, Europa del Este, Oriente Medio, Asia Central… y, cómo no, en China. 

Por eso, cuando Cohen advierte que «es hora de que EEUU y Europa enfrenten juntos la amenaza global de China», quien está hablando es un portavoz autorizado de un importante sector de la clase dominante norteamericana. Su artículo incide en el punto central de la geopolítica norteamericana: la contención de la emergencia de Pekín, que ha pasado de desarrollarse en el plano económico a hacerlo en el político y militar.

Cohen comienza afirmando que, a pesar de que Trump haya finalmente alcanzado un acuerdo comercial con Pekín que logra el cese de las hostilidades, «el conflicto entre la superpotencia reinante y el aspirante a competidor está lejos de terminar. De hecho, la competencia entre EEUU y China será el factor definitorio del sistema internacional en las próximas décadas».

A continuación, Cohen insiste en la importancia de «la creación de coaliciones» como «requisito vital para gestionar confrontaciones globales». Para Washington, es vital que los países de la UE reconozcan «la amenaza de China a su propia seguridad y prosperidad». “Los aliados proporcionan músculo económico complementario, poder militar, experiencia y alcance geográfico que el poder principal puede no tener». 

Cohen -que forma parte del Centro George C. Marshall, una institución militar y de capacitación en geopolítica, financiada tanto por el Pentágono como por el Ministerio de Defensa alemán- advierte que a pesar de los desacuerdos que la administración Trump ha introducido entre EEUU y Alemania, ambos deben ponerse de acuerdo en un tema crucial. «Los mercados, el capitalismo, el libre comercio y la apertura no han convertido a China en la parte interesada y cooperativa importante en el sistema internacional que esperaban». 

La alarma de Cohen -y detrás de él, de la superpotencia- ante el avance chino no se limita al plano económico. «Washington también está preocupado por los avances espaciales y navales de Beijing», así como por su arsenal de armas nucleares de alcance intermedio. 

Y además, China está tejiendo una tupida red de relaciones internacionales. «Ya tiene a Rusia como un aliado, una gran potencia nuclear y una gran cantidad de materias primas, lo que complementa muy bien el apetito industrial de Beijing. Y Pakistán permite a China mantener a India encerrada mientras le otorga acceso al Océano Índico».

Una red de relaciones económicas, comerciales y políticas que llegan al otro lado del continente euroasiático. «A EEUU también le preocupan las intenciones de China de hacer de Europa, su principal aliado, el objetivo de su ambiciosa iniciativa Belt and Road. Está adquiriendo intereses de compra en puertos europeos, incluidos el estratégico Pireo en Grecia, Zeebrugge en Bélgica y terminales en Valencia, España».

China «está utilizando a Europa como el mercado de sus bienes y tecnología», insiste Cohen. Y por si fuera poco envía «decenas de miles de estudiantes a Europa para estudiar la ciencia y la tecnología necesaria para su larga marcha hacia adelante».

Todo esto no puede seguir así, clama Ariel Cohen. «Para disuadir y finalmente ganar la confrontación ineludible con China sin una guerra importante, los EEUU y Europa deberán definir claramente sus intereses». 

Cohen muestra una diferencia con cómo Trump trata la relación trasatlántica -«EEUU deberá aprender a reconocer y respetar los intereses nacionales vitales de sus aliados”, dice- pero en realidad lanza una advertencia a los vasallos. Ustedes tienen que cerrar filas con EEUU frente a China, sí o sí. «Educar a sus diseñadores de armas, proteger sus rutas comerciales globales y regalarles propiedad intelectual, ya no debería ser una opción».

«Una alianza fuerte entre EEUU y Europa es vital para la estabilidad y la seguridad mundiales, y eso incluye a una Europa a la altura del desafío y apoyando a EEUU [frente a China, o también frente a] Irán y Rusia. Sin un esfuerzo redoblado y una alianza revitalizada, Occidente enfrenta un futuro terrible», acaba advirtiendo Cohen.

4 comentarios sobre “Europa para los americanos”

  • Sin ir más lejos, la metáfora clásica del Estado como el brazo políticomilitar que concentra a la clase monopolista proyectando su ser-en-el-mundo, ya no funciona en la realidad. Hoy día, la norma es que el antagonismo sea entre el propio Estado (las grandes potencias para empezar) versus «sus» «propios» gigantes corporativos. USA es paradigma de este antagonismo, donde lo bueno y hasta aquello necesario y básico para sus monopolios e inversionistas es antitético a la razón de Estado y a sus fuentes de riqueza, de captación fiscal, de garantía de solvencia mercantil interna, de concordancia social, de mínima cohesión poblacional, de pervivencia autoritativa política e institucional, etc. Consecutivamente, las grandes corporaciones se alinean (porque están fundamentalmente -esto es, MATERIALMENTE- alineadas con corporaciones lesivas para el Estado «propio», y hasta con Estados terceros cuyos afanes son adversos al otro Estado a un nivel de disputa por factores de producción y por politizar ciertos territorios (y en ese plano menor sí tiene la tª del tablero algo que decirnos todavía).

    • Por eso mismo, tampoco es real ni es racional a fecha de hoy la metáfora clásica del «poder económico» (¿?) como acumulación -como fuerza productiva/centrípeta gigantesca. Para empezar, «poder económico» forma parte de una representación primitiva y radicalmente incompleta del Poder a día de hoy (tal vez hace tiempo esa representación fuera un tanto más fidedigna; creo que nunca lo ha sido). Por definición, el Poder es una totalidad. Y ahora mismo, quienes fueron los grandes actores ya no son actores, en el sentido de que no son el alfa y omega de la racionalidad política, y ni muchísimo menos con fines propios discrecionales acumulativos.

      Por supuesto que hay territorios donde fracciones condensan grandes fracciones de capitales, igual que en todo circuito hay condensadores. Por supuesto que existen instituciones catalizadoras de los procesos políticos, igual que en un circuito se colocan aceleradores. Ni unos ni otros VECTORES están por encima (ni son la finalidad) de la racionalidad del circuito. Son ni más ni menos que piezas del circuito, integradas e inseparablemente integrativas en la medida que entre sus funciones consta la de integrar/moldear tramos terceros del circuito a través de su acción EJECUTIVA política.

      • Siguiendo con lo mismo, la razón de Estado capitaneada por un gobierno estadounidense escindido respecto de las necesidades apremiantes de los inversionistas transnacionales USA, no pasa por una Europa débil, sino al contrario. El gobierno capitalista Nacional estadounidense querría, por propio interés comercial suya interna y precisamente contra la amenaza globalista, que Europa fuera al menos lo bastante fuerte como para no ser simplemente un comprador ruinoso de artículos baratos a mansalva manejados por el propio globalismo -y una Europa adquisidora de sus microcréditos para sobrellevar una vida de miseria encima empeñada. Lo que engorda al globalismo, es un arma contra la nación estadounidense y contra sus fuerzas productivas y de mercado INTERIORES.

        Por lo explicado con anterioridad en términos de funcionamiento del Poder y de su proyecto global, no tiene sentido decir que Trump quiere una Europa «a sus pies». Pues Europa sólo es subsumible a fuerzas con el Poder; con EL PODER, por antonomasia hoy día. Con el Poder de transformar Europa a imagen y semejanza de las propias capacidades de politización portadas por esas fuerzas «abiertas»; no (solamente ni fundamentalmente) por un Estado (y por mucha capacidad de intervención que, obviamente, posee dicho Estado).

        Igual que en El manifiesto comunista afirma Marx en relación a la vieja burguesía: transforma el Mundo a su imagen y semejanza… Ahora existe una clase global, o élite, con su oferta monopolista de mecanismos de «vida» para las distintas poblaciones. «Oferta» es un decir, puesto que su idea es eliminar cualquier contrarréplica a su «oferta»-modelo, y de paso ganar dinero con sus transnacionales formateadoras de la vida (desde la salud al tratamiento de aguas…). Para ello, deben desecar cualquier fuerza productiva y capital humano fáctica o potencialmente nacionales, erigiendo así su oferta en verdadera «ley del embudo». Esa ganancia debe encontrar, en los exiguos fondos de los trabajadores europeos, aún fondos sonoros de bolsillo con que nutrirse, y eso sería inconciliable con la miseria de los salarios si no fuera por la miseria de las mercancías (y para ello está el Oriente como fábrica mundial). Se verá, de paso, la irracionalidad inherente a la vieja dicotomía «occidente» versus «oriente» para pintar las contradicciones entre «la humanidad no occidental» y un «imperialismo» radicado en «occidente». El globalismo, transformando la Grand Politik en procesos globales, ha dado identidad global también al antagonismo central.

  • Pienso que este artículo, sin restarle interés sobre todo como punto de partida para el debate, parte de unas bases históricas mundiales ya superadas (no digo que liquidadas, sino incorporadas al presente pero al mismo tiempo superadas). Las grandes potencias forman hoy parte de algo mucho más rotundo todavía que los viejos choques inter-imperialistas o incluso entre hegemonías. Conozco la teoría del gran tablero cuya disputa estaría centrada en la Isla Global, y creo que hay parte de verdad en lo que se refiere a los antagonismos entre fracciones por una posición geo-territorial más aventajada en cuanto al reparto del botín y de factores de producción que abaratan las «externalidades negativas» de las inversiones industriales/bursátiles. Éstas últimas no son «separables» ni siquiera ya desde Lenin, quien aun así sólo atisbó/vivió los proto-rudimentos de la fusión global elitista actual en un solo proyecto de funcionamiento, aplicado a sociologías diversas y a latitudes inter-continentales.

    Pero, más fundamentalmente, es incorrecto fragmentar, en el pensamiento, el circuito de producción de plusvalía y asimismo de captación de recursos (materiales, políticos, territoriales, de futuro…) como contraprestación a un pago IMPOSIBLE de la GENERACIÓN financiera crediticia de valor de cambio. Por supuesto que dicho circuito es multi-actorial y, por tanto, inter-actorial. Y esa condición interactorial es, también, de conflicto, derivado de la competencia de la que da cuenta la teoría del tablero.

    Aún con ello, es básicamente (infra-estructuralmente) incorrecto pensar Europa (u otros territorios) desde el prisma de «para los americanos», o «para los chinos», o «para la UE», etc., etc., etc… No tiene sentido, desde el momento en que la racionalidad del poder y de su proyecto (el Globalismo) no es conjuntos de geografía (política, económica…) a poseer para acumular sus derivados o sus activos. Se trata de una racionalidad que, fundamentalmente, atraviesa las geografías y las acomoda a su propio concepto político no geográfico ya, sino de circuito global. Las instituciones USA en la sombra, sus corporaciones de interés en el seno del mismo Departamento de Estado, la CIA, sus fracciones más intervencionistas, no son ACTORES. SON VECTORES. Vectores que, juntamente a otros interesados a nivel global, y no necesariamente estadounidenses, acometen un re-diseño sociológico y sociocultural selectivo de las regiones del Globo, a fin de dotarse de las condiciones óptimas (de cariz étnico, de debilidad, de luchas intra-poblacionales, de inversiones, mercantiles, etc.) para mover a los grupos humanos y nacionales (cuando los dejan persistir) al compás del fluir de la conversión de los más variopintos aspectos de la vida en Valor.

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