«¿Por qué la unión monetaria ha podido dar lugar a crisis de deuda? Una respuesta es que las diferencias de costes relativos generan desequilibrios comerciales estructurales -unos grandes déficit externos- cuando las economías menos competitivas se acercan a su producción potencial. Los sectores público y privado tienen a continuación que gastar más de lo que ingresan a fin de mantener el pleno empleo.»
En estas circunstancias, ¿qué debe hacer cada aís miembro y la zona euro en su conjunto? Primera respuesta: ciertamente no lo que se hizo en Irlanda. El sistema bancario irlandés, incluso peor que ser demasiado grande para caer, es demasiado grande para ser salvado. El primer deber del gobierno es salvarse a sí mismo, no obligar a sus contribuyentes que corran para rescatar a prestamistas imprudentes. El gobierno irlandés debería haberse salvado por una drástica reestructuración de los pasivos de las instituciones financieras. La deuda de un Banco no equivale a una deuda pública. Si este fuera el caso, entonces los banqueros deben ser considerados funcionarios públicos y los bancos como servicios gubernamentales. Son principalmente los acreedores quienes deben sufrir las consecuencias. (LE MONDE) DIARIO DEL PUEBLO.- La reducción de la brecha entre ricos y pobres y entre sectores es necesaria para que el país alcance el desarrollo sostenible. Por el momento, la aplicación de la distribución de ingresos constituye el foco de atención de buena parte de la sociedad. Es un problema peliagudo, especialmente cuando se busca transformar el modelo del desarrollo económico. En esencia, de lo que se trata es de cambiar la orientación del desarrollo, pasando de priorizar el volumen de la economía a poner en primer plano los ingresos del pueblo. Francia. Le Monde Europa en la hora de la verdad Martin Wolff Las líneas de fractura están surgiendo claramente dentro de la unión monetaria europea. Su promesa fue que la zona euro evitaría las crisis monetarias a sus miembros. Pero hay que ser prudentes en las expectativas: la crisis de la deuda ha sustituido a las crisis monetarias. ¿Por qué la unión monetaria ha podido dar lugar a crisis de deuda? Una respuesta es que las diferencias de costes relativos generan desequilibrios comerciales estructurales –unos grandes déficit externos– cuando las economías menos competitivas se acercan a su producción potencial. Los sectores público y privado tienen a continuación que gastar más de lo que ingresan a fin de mantener el pleno empleo. Este exceso de gasto debe ser financiado desde el extranjero. Pero estos préstamos con el tiempo acaban por agotarse. Si se realizan a través del sector bancario, como en España o Irlanda, hay entonces una crisis financiera. Si pasan por el sector público, como en Grecia, la crisis estalla primero en las finanzas públicas. Otra respuesta, más profunda, es que la tasa de interés común parece muy baja para algunos países. En la zona euro, este efecto se acentúa por el hecho de que las tasas mundiales de interés eran bajas y la demanda en las principales economías delicada. Estos tipos de interés ultra bajos crean burbujas de precios de los activos y un boom del crédito en las economías periféricas. En estas condiciones, lo que el economista John Kenneth Galbraith llama "botín" –la cantidad de dinero generada por la delincuencia financiera– continúa creciendo y, finalmente, se revela en el crack. A medida que el sistema financiero implosiona, se derrumba la economía y las finanzas públicas, que parecían fuertes durante el auge, se enfrentan a un vuelco inesperado. En el contexto de un tipo de cambio flotante, algo de la presión puede ser aliviada por un aumento en el tipo de cambio durante el auge y un descenso durante la crisis. En el marco de un tipo de cambio fijo, la ruptura de este vínculo y el colapso de la moneda que por lo general le sigue permite restablecer la competitividad y el crecimiento, como ocurrió en los países asiáticos más afectados por la crisis de finales de 1990. Sin embargo, en una unión monetaria, estas válvulas de seguridad ya no existen. Crisis conjugada de crédito y de competitividad Y esto da lugar a una combinación de crisis de deuda y de competitividad. La solución al descenso de la competitividad requiere de un fuerte descenso de los precios. Lo que agrava la crisis de deuda: se está abocado, como acabamos de ver en Irlanda, a la deflación por la deuda. En tiempos del Sistema Monetario Europeo (SME), se han producido crisis monetarias en las que hemos visto derrumbarse la moneda griega, irlandesa, portuguesa, española, italiana, y de otras tal vez, frente al marco alemán. Esto ha llegado ya a la libra esterlina. Si Irlanda se encontrara todavía en la zona de influencia de la libra esterlina, la libra irlandesa habría caído con ella. Ahora la zona euro debe resolver su crisis de crédito. Y lo está haciendo mal. A pesar de las heroicas improvisaciones, los indicadores de riesgo de la deuda soberana de los países menos creíbles ha alcanzado altos niveles. Los mercados ignoraron los riesgos durante el auge, y han atacado sin piedad la deuda de los más débiles durante la crisis. La dinámica subyacente es, pese a todo, similar a la de las crisis monetarias. En el pasado, los gobiernos se sentían obligados a ofrecer tasas de interés tan altas que en lugar de fortalecer su credibilidad, la socavaban. En la crisis de deuda, los mercados exigen, a su vez, tipos de interés insoportables. Un país creíble goza de bajas tasas de interés, lo que aumenta la confianza en él. Un país que carece de credibilidad está sujeto a tasas de interés que socavan la confianza. Las expectativas se alimentan de sí mismas. Esto es lo que sucede con el crédito de la zona euro periférica, debido a las altas tasas de interés, los países con bajo crecimiento y alto déficit presupuestario no puede garantizar una restricción crediticia suficiente para aumentar su credibilidad. El rigor podría muy bien hacer fracasar la credibilidad que promete. En estas circunstancias, ¿qué debe hacer cada país miembro y la zona euro en su conjunto? Primera respuesta: ciertamente no lo que se hizo en Irlanda. El sistema bancario irlandés, incluso peor que ser demasiado grande para caer, es demasiado grande para ser salvado. El primer deber del gobierno es salvarse a sí mismo, no obligar a sus contribuyentes que corran para rescatar a prestamistas imprudentes. Y los contribuyentes de un país no debe proveer a los de otro país para salvar sus bancos de sus propias locuras. El gobierno irlandés debería haberse salvado por una drástica reestructuración de los pasivos de las instituciones financieras. La deuda de un Banco no equivale a una deuda pública. Si este fuera el caso, entonces los banqueros deben ser considerados funcionarios públicos y los bancos como servicios gubernamentales. Son principalmente los acreedores quienes deben sufrir las consecuencias. Queda la cuestión de la deuda soberana. Lo que necesitamos, y los líderes de la eurozona están de acuerdo, es una combinación de financiación generosa y de reestructuración: una para detener el pánico, autoalimentado y el segundo para reconocer la realidad de la insolvencia. Pero por más útiles que puedan ser tales resoluciones, la pertenencia a la Unión ha cambiado la situación financiera de sus miembros, que no tienen ni un banco central dócil ni flexibilidad monetaria. Esto ha dado lugar, y los mercados lo han entendido, que son mucho más susceptibles que antes de ser conducido a la quiebra. La única salida sería que el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a comprar deuda, o que cree una unión fiscal con capacidad para acudir al rescate de sus miembros con problemas. Una y otra son inconcebibles. Alemania, sin duda, sería la primera en cerrar la puerta. La gran pregunta ahora es si la zona euro será capaz de evitar una oleada de crisis fiscales, conectadas con las crisis financieras y, más importante aún, si la unión va a sobrevivir. Esta es una cuestión más política que económica. Una unión monetaria puede sobrevivir con quiebras de la deuda soberana. Pero la pregunta es si sus miembros continuarán creyendo que les beneficia. Los países con superávit deben a la vez financiar a los deficitarios, aceptar el ajuste externo o acudir a excedentes exteriores a la zona euro. Para los países con déficit, el precio de una salida potencial de la zona euro es enfrentarse a una crisis de la deuda. Si ya ha tenido lugar, el coste parece ser más soportable. Y si piensan que han sustituido las crisis monetarias por crisis de deuda que no restablecen la competitividad o el crecimiento, podrían incluso considerar la unión como un mal negocio. El cemento político podría desmoronarse. Tales calamidades están muy lejos de ser imposibles. Corresponde ahora a los diferentes miembros asegurarse de que no se produzcan. LE MONDE. 6-12-2010 China. Diario del Pueblo La redistribución de ingresos debe ser la prioridad Chi Fulin La reducción de la brecha entre ricos y pobres y entre sectores es necesaria para que el país alcance el desarrollo sostenible. Por el momento, la aplicación de la distribución de ingresos constituye el foco de atención de buena parte de la sociedad. Es un problema peliagudo, especialmente cuando se busca transformar el modelo del desarrollo económico. En esencia, de lo que se trata es de cambiar la orientación del desarrollo, pasando de priorizar el volumen de la economía a poner en primer plano los ingresos del pueblo. Incluso en tiempos de expansión económica, la tasa de consumo ha ido a la baja. Las causas principales para esta contradicción estriban en la continua ampliación de las disparidades urbano-rurales, las diferencias interregionales y la polarización entre ricos y pobres, las cuales han refrenado la capacidad de consumo de los receptores de ingresos medios y bajos. Es preciso incrementar cuanto antes el nivel de ingresos de los residentes urbanos y rurales. El crecimiento real de las rentas urbanas y rurales no debe ser más bajo que la tasa de crecimiento del PIB. Debe ser asimismo un crecimiento inclusivo para todos los residentes y ser real, no nominal. La remuneración por el trabajo debe marchar a la par de las mejoras en la productividad. En estos últimos años, la porción que han ocupado los pagos en el PIB ha sido de apenas 35 por ciento después de la distribución primaria. Cabe esperar que en los 10 años próximos, la productividad en nuestro país crezca en un 9 por ciento anual. Tomando en cuenta la inflación, el crecimiento anual de la remuneración por trabajo no debe ser inferior al 10 por ciento. En consecuencia, la proporción de la remuneración por trabajo en el PIB debe caer dentro del rango de remuneración por trabajo de los países de ingresos medios. Sin embargo, no bastará con incrementar las rentas, debemos también reducir la brecha de ingresos entre ricos y pobres si queremos alcanzar el desarrollo sostenible. Es probable que la brecha nominal de ingresos entre los residentes urbanos y rurales se reduzca de 3.33:1 a 3.1:1 durante el 12mo período del Plan Quinquenal. La brecha adecuada para una sociedad acomodada es de es 2.5:1. DIARIO DEL PUEBLO. 8-12-2010