Televisión

Eurofiasco

Después de los titulares que habí­a generado el festival, esperábamos cualquier cosa menos algo relacionado realmente con la música, y efectivamente así­ fue. Rusia se tomo la responsabilidad de organizar el festival como una oportunidad para mostrar a Europa sus alardes más «modernos» y occidentales, mientras que, una vez más, la polí­tica dominaba las votaciones, que este año han vuelto a retirar la responsabilidad del voto del público, que sólo cuenta la mitad. Mucho espectáculo de lentejuelas, bailarinas, fuegos artificiales, gladiadores y piruetas circenses, acompañadas de tecno machacón y baladas repetitivas. Pero ya se sabe que en Eurovisión la música es lo de menos.

El Olimiski de Moscú mostraba un aspecto alucinante: derroche de pantallas hasta la saciedad y una iluminación que parecía representar la exhibición del poder energético ruso sobre el resto de Europa. El presupuesto manejado por la organización sobrepasaba los 31 millones de euros, el triple que en la edición anterior, y el sentido de la sencillez y la elegancia brillaba por su ausencia. Rusia quería tenerlo todo bajo control, y por eso se había encargado previamente de expulsar a la cantante de Georgia, por una letra que atacaba directamente a Putin, y vigilar con lupa cada una de las actuaciones del resto de participantes –entre ellas la de Alemania, con la famosa stripper, que al final apenas fue captada por las cámaras-.Quizá la única buena noticia para los aficionados a la música es que al final parece que ganó el mejor. Alexander Rybak, el representante de Noruega, arrasó. De 23 años y origen bielorruso, Rybak cantó un tema compuesto por él mismo que acompañó con el violín: venció por una goleada histórica en la 54 edición del festival. Su tema de amor Fairytale era uno de los más potables del un certamen, y consiguió la histórica marca de 387 puntos.En la otra cara de la moneda, Soraya, la representante española, con un tema de pop ligero de pocas luces y, como la mayoría de participantes, un vistoso espectáculo de bailarines y efectos especiales completamente vacío de contenido. ¿El resultado? Penúltima, sólo por delante de Finlandia, y eso gracias a los habituales 12 puntos de Andorra y 7 de Portugal, que evitaron que la catástrofe fuera mayor.El desinteres que había generado el festival en nuestro país hacía presagiar algo así. Las galas de selección de la candidata fueron un completo fracaso de audiencia, y Televcisión Española tuvo que modificar el formato de emisión sobre la marcha, teniendo en cuenta que los espectadores le habían dado la espalda después de que la cadena tomara medidas para que la audiencia no tomara una decisión tan controvertida como la del año pasado.Las semifinales del certamen fueron emitidas en diferido, saltándose la directriz de la Unión Europea de Radiodifusión, que amenaza con imponer una sanción. Y el anunciado programa especial previó a las actuaciones fue “devorado” por la semifinal del Madrid Open de Tenis, que apenas le dejó un minuto a la presentadora Alaska para mandar un mensaje optimista.Datos que son fiel reflejo del significado real del festival: Absoluto desinterés en los países más antiguos de la Unión Europea (Italia hace años que se retiró del concurso), y expectación máxima en Europa del Este y los países susceptibles de ser absorbidos por la Unión, cuyos gobiernos exhiben sus maneras “europeístas” para ganarse el favor de las potencias. Mejor quedarse con el recuerdo de Massiel y Salomé.

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