Selección de prensa nacional

Estado de alarma nacional

Cota alarmante, escalofriante dato, estadí­stica demoledora, situación lí­mite,… La opinión de la prensa nacional es prácticamente unánime. La llegada, a una velocidad que les sorprende, a los 4 millones de parados ha sido la señal para decretar el estado de alarma.

Lo más sorrendente de la valoración de todos los medios, es el mismo hecho de que el dato les sorprenda. Que hasta el mismo miércoles de esta semana, en su comparecencia en el Congreso, el ministro de Trabajo estuviera negando obstinadamente que en 2009 llegáramos a los 4 millones de parados, tiene su lógica política. Aunque sea la despreciable lógica de mentir compulsivamente hasta el último momento, cuando las cifras ya no permiten hacerlo, con tal de ocultar la realidad el mayor tiempo posible y así ganar tiempo. ¿Pero es que acaso los grandes medios de comunicación nacionales quieren hacernos creer que no tenían ni idea de la profundidad y la aceleración de la crisis, cuando desde estas páginas, con muchísimos menos medios que ellos, venimos advirtiendo reiteradamente que lo peor estaba todavía por llegar y que nuestro país camina desbocadamente hacia los cinco millones de parados? ¿Viven en otro mundo? ¿O quieren hacernos creer que viven en otro mundo? Que el suyo es el mundo de las ideas, de la opinión y no el de los grandes grupos monopolistas a los que pertenecen cada uno de ellos y que son tan responsables de la situación actual como conocedores de la verdadera realidad del país. Descendiendo al terreno de la valoración política del dato, quizás sea la editorial de El País la que destaque sobre todas las demás por su visión de alcance sobre las consecuencias de una cifra que en su primera línea ya define como “escalofriante”. Para El País, los 4 millones de parados constituye, en primer lugar, un “sonoro fracaso” del gobierno, cuya “credibilidad se ha esfumado”. Pero en segundo lugar alerta, y este es el motivo de su expresivo titular, “Estado de alarma”, sobre la necesidad ya imperiosa de que el gobierno articule un plan para crear empleo y –esto es lo más significativo– “evitar la caída de una parte de los parados en la miseria”. Un término, el de miseria, que impresiona por su crudeza, pero que expresa la realidad inmediata a la que esta condenada una parte de la población española a medida que la crisis sigue profundizándose. Una situación que el editorialista adivina en su desarrollo de “unas consecuencias políticas que pueden ser devastadoras”, aunque sin precisar más. ¿Devastadoras para quién? ¿Devastadoras de qué? Por su parte, los diarios alineados política e ideológicamente con la derecha coinciden, quizá no en el diagnóstico de la situación, pero sí en la receta a aplicar. Tanto El Mundo como ABC reclaman urgentemente un Pacto de Estado para combatir el paro. Pacto en el que, lógicamente, pretenden incluir nuevas reformas del mercado de trabajo que ya sabemos en qué dirección van (rebajas salariales, despido libre, reforma de las pensiones,…) Y que en el caso de El Mundo, su urgencia llega al extremo de pedir, nada más y nada menos, que la intervención directa del rey para fraguar ese pacto si los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, no consiguen, como es más que previsible, ponerse de acuerdo. La tensión política y social del país se acrecienta aceleradamente a poco menos de mes y medio de unas elecciones europeas que llevan el implacable camino de convertirse en un descalabro para el gobierno. Editorial. El País ESTADO DE ALARMA El escalofriante dato de que en el primer trimestre de este año se han superado los cuatro millones de parados, una cantidad nunca vista en España, y el hecho de que haya más de un millón de familias con todos sus miembros en paro, es razón suficiente para suponer que la gestión política de la recesión económica ha constituido hasta el momento un sonoro fracaso. La principal tarea asignada por la ciudadanía desde que arrancó la crisis al equipo económico del Gobierno consistía en evitar el desempleo masivo y los perniciosos efectos sociales -como la depauperización y un probable aumento de la delincuencia- que se derivan del hundimiento del empleo; pues bien, en un solo trimestre el paro ha aumentado en más de 800.000 personas y en tres meses la tasa de paro está 1,5 puntos por encima de lo que preveía el Gobierno para todo el año. El mercado de trabajo está en situación de emergencia y la credibilidad de las previsiones económicas del Ejecutivo se ha esfumado. Las causas de este fracaso y de la alarma que cunde entre los ciudadanos, sobre todo entre los afectados por el crash laboral, se resumen en dos. La primera es el tenaz negacionismo del Gobierno, empeñado durante muchos meses en minimizar la profundidad de la crisis financiera y el alcance de la recesión. Este negacionismo, en el que ha sido especialmente activo hasta hace exactamente dos días el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, alentado por el desconcertante optimismo del presidente Rodríguez Zapatero, ha favorecido que no se tomen decisiones preventivas sobre un eventual hundimiento del empleo. Hoy, cuando ya se ha hundido, el equipo económico no tiene todavía un plan articulado para crear empleo y evitar la caída de una parte de los parados en la miseria. La segunda causa hay que buscarla en las balbuceantes medidas de estímulo de la demanda. El Gobierno ha combinado medidas erróneas -como la tristemente famosa paga de 400 euros- con otras más acertadas. Pero incluso las más correctas se han estropeado por una gestión política desmañada. El plan de inversión municipal de 8.000 millones de euros era una buena idea, pero los ministerios se encargaron de diluirla al renunciar a cualquier tipo de análisis previo de los proyectos de inversión. Parte del dinero se ha perdido en gastos poco rentables en empleo o simplemente disparatados. Las consecuencias del negacionismo y de la gestión negligente de los planes económicos han llevado al mercado laboral español a una crisis difícil de mejorar y con unas consecuencias políticas que pueden ser devastadoras. Aunque se cumplan las predicciones de que cuanto más rápido sea el ajuste laboral más rápida será la recuperación, y no se alcance en 2009 el borde del abismo de los cinco millones de parados, el problema que se plantea en el horizonte es que la economía española tendrá que convivir durante largo tiempo con tasas de desempleo de entre el 18% y el 19%, a pesar de que vuelva a tasas positivas de crecimiento. El colapso bancario, la debilidad de la demanda y la falta de un modelo de crecimiento que releve al ladrillo impedirán que la actividad absorba el empleo destruido hasta ahora. Lo más probable es que en las elecciones de 2012 las tasas de crecimiento serán tan modestas que la tasa de paro no será muy inferior al 18%. Rodríguez Zapatero y su equipo económico todavía están a tiempo de recuperar la iniciativa con un amplio plan económico que incluya nuevos planes de inversión pública adecuadamente gestionados, avales que permitan a los entes públicos pagar a los proveedores, una resolución firme de la crisis que afecta a bancos y cajas -liquidando las que no resulten estratégicas para el sistema-, una ampliación inmediata de la cobertura de desempleo y un plan de acción concertada con las comunidades autónomas. Pero para que los agentes económicos y los ciudadanos confíen en que el Gobierno es capaz de una acción enérgica, es imprescindible que el Gobierno abandone de una vez por todas ese optimismo congénito que distorsiona las previsiones económicas y las previsiones de los inversores. Por el buen camino va la vicepresidenta de Economía cuando anuncia que queda margen financiero para establecer nuevos planes económicos para estimular la demanda; pero se equivoca cuando asegura que a partir de abril el empleo caerá con menor intensidad. Ésta es, para el presidente y para la vicepresidenta Elena Salgado, la hora más decisiva; la hora de no cometer más errores. EL PAÍS. 25-4-2009 Editorial. El Mundo LA LUCHA CONTRA EL PARO EXIGE UN PACTO DE ESTADO SEIS PARADOS al minuto, 400 por cada hora y casi 9.000 al día. A ese ritmo ha aumentado el desempleo en España en el primer trimestre de este año. Son datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), que hizo pública ayer la Encuesta de Población Activa. El paro alcanzó a finales de marzo la impresionante cifra de 4.010.700 personas, lo que supone el 17,3% de la masa laboral, el porcentaje más elevado desde 1998. La estadística es demoledora: más de 800.000 ciudadanos se han incorporado a las filas del desempleo en los tres primeros meses del ejercicio en curso, un récord sin precedentes en la economía española. Hasta ahora era el sector de la construcción el que venía perdiendo más puestos de trabajo. De enero a marzo, ha sido sobrepasado ampliamente por el sector servicios, en el que el paro ha aumentado en 454.000 personas, más del doble que en la construcción. Ello significa que la crisis ha penetrado en el tejido del pequeño comercio y las empresas familiares, las más afectadas por la caída del consumo. Según el INE, hay ya en España más de un millón de hogares en los que ninguno de sus miembros trabaja. De esa cifra total, hay 470.000 familias que no disponen de ningún tipo de renta, pensión o subsidio, es decir, que se encuentran en la indigencia más absoluta. Se podía presumir que el Gobierno iba a reaccionar esta vez ante datos tan alarmantes, pero Elena Salgado, vicepresidenta y ministra de Economía, compareció ante los medios para decir que el paro era «peor» de lo esperado y que mejorará en abril. Salgado descartó adoptar medidas inmediatas y subrayó que es partidaria del consenso entre los agentes sociales, en cuyo seno existe un profundo desacuerdo al respecto (…) Da la sensación de que el Gobierno está reaccionando ante la crisis con recetas estereotipadas y condicionadas por un sectarismo ideológico que impide adoptar acciones efectivas. Anteayer, Elena Salgado aseguraba que hay «más margen» para elevar el gasto público y Zapatero ha insistido una y otra vez que no se van a tocar las prestaciones sociales. Veremos hasta dónde el Ejecutivo puede ser fiel a sus promesas porque, al ritmo que está creciendo el paro, es perfectamente posible alcanzar la cifra de cinco millones de desempleados antes de acabar este año. Nadie sabe dónde está el límite y cuándo se puede detener esta espiral de destrucción de puestos de trabajo. No resulta exagerado decir que existe un considerable riesgo de estallido social que pondría en peligro la viabilidad del sistema y el progreso alcanzado en las últimas décadas. Ello es razón suficiente para que el Rey tome la iniciativa de convocar a Zapatero y Rajoy con el objetivo de fomentar un gran acuerdo para luchar contra la crisis, como ya hizo hace cuatro años cuando pidió a ambos líderes que sumaran fuerzas para oponerse al plan Ibarretxe y luchar contra el terrorismo. La situación es tan grave que requiere medidas que sólo podrían abordarse con el consenso del PSOE y el PP, lo que además tendría la virtualidad de generar una espiral de confianza entre los ciudadanos EL MUNDO. 25-4-2009 Editorial. ABC PACTO DE ESTADO POR EL EMPLEO LOS datos de la Encuesta de Población Activa ya no dejan margen alguno para la duda porque las cifras de desempleo están enfrentando a España a una situación límite. En términos absolutos, la cifra de 4.010.700 desempleados -el 17,36 por ciento- es la más alta de toda la serie histórica desde que en 1976 empezase a medirse. En el primer trimestre del año, el paro afectó a 802.800 personas, un 25 por ciento más que el trimestre anterior, y en términos netos la destrucción efectiva de empleo alcanzó a 766.000 españoles. Los datos demuestran que en los últimos doce meses son 1.836.000 los ciudadanos que han perdido su empleo, lo que hoy representa prácticamente que 8.600 personas se quedan sin trabajo cada día. Y, lamentablemente, no puede afirmarse que el aumento del paro pueda atribuirse a un incremento del número de españoles que tratan de acceder sin éxito al mercado laboral, sino lisa y llanamente a la destrucción de puestos de trabajo. Para completar esta triste estadística, resulta muy preocupante que desde marzo sean ya más de un millón los hogares españoles con todos sus miembros en paro, más del doble que hace un año. Todos estos datos configuran una realidad profundamente desalentadora que exige contundencia y soluciones efectivas sin demora. Las medidas aplicadas hasta ahora no están dando frutos pese a que el Gobierno insista una y otra vez en que las cifras experimentarán una mejoría en breve y siga negando taxativamente que el dato pueda alcanzar los cinco millones de parados. A estas alturas, la recuperación del empleo, que siempre es mucho más lenta que su destrucción, pasa por un acuerdo de Estado fuerte, visible, generoso y sincero entre todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria y, en su defecto, entre los dos partidos mayoritarios, para contener esta sangría. Eso, y no disquisiciones viciadas por una visión ideologizada e inmovilista de la economía entre el Gobierno y los sectores implicados -el diálogo social continúa bloqueado- es lo que aconseja el interés general ante una situación límite. Detenerse sólo en la búsqueda de culpables y regodearse en el fracaso del Gobierno; echar balones fuera con demagogia para tratar de generar una falsa sensación de tranquilidad entre la ciudadanía; rechazar de plano y con desautorizaciones tajantes las propuestas que se ponen sobre la mesa, provengan de donde provengan (oposición, sindicatos, patronal…); o desatender las recomendaciones de los múltiples organismos internacionales que exigen a España acometer con urgencia profundas reformas en el mercado laboral, seguirá siendo un error que en nada ayudará a la recuperación de la competitividad, la inversión y el empleo. El del desempleo es ya un fracaso colectivo basado en una imprevisión difícilmente justificable que, sin embargo, hoy requiere más de una intervención común y coordinada alejada de los vetos y de las posiciones maximalistas, que del rosario de enfrentamientos y reproches mutuos entre las instituciones del Estado, los partidos y los agentes sociales, porque ello no hace sino generar más incertidumbre y desconfianza entre millones de personas que ya no saben a qué atenerse. Los datos, como admite el Gobierno, son aún peores de lo esperado. Para el Ejecutivo, es el momento de despojarse de los muchos prejuicios que lastran su impotente gestión porque la envergadura de la crisis no admite ni un solo error más. ABC. 25-4-2009 Editorial. El Periódico EL PARO LLEGA A LA COTA ALARMANTE Ni siquiera los analistas más ecuánimes lo esperaban con tanta celeridad: la cifra de parados en España, según el cálculo que refleja la encuesta que hace el Instituto Nacional de Estadística entre cientos de miles de familias españolas, la EPA (Encuesta de Población Activa), ha arrojado dos cifras alarmantes. Una, que entre quienes están en edad y disposición de trabajar, hay más de cuatro millones que no lo consiguen. Es la más llamativa, pero no la más importante. Lo realmente grave es la velocidad con la que se está destruyendo empleo en nuestro país. Que en un solo trimestre se pierdan más de 800.000 empleos no consta en ninguno de los anales de quienes elaboran las estadísticas del mercado laboral español. ¿Cómo ha sido posible? Por la conjunción de tres calamidades. Una, largamente anunciada: la rotunda caída de la promoción inmobiliaria y sus dos efectos asociados, el empleo en la construcción y la reducción del turismo residencial. Segunda, los efectos demoledores para la industria española de la recesión por la que pasan los principales países que son los clientes a los que exporta. Desde multinacionales a pymes, y no pocos autónomos dependientes de su antigua empresa, han convertido en despido la caída de los pedidos. Tercera, y cada vez más determinante, la desconfianza, cuyo principal reflejo es la resistencia de las entidades financieras a prestar a las empresas para que mantengan su actividad y a las familias para que consuman. Con el paro por encima del 17% caen los argumentos de algunas patronales –y de los servicios de estudios que les dan cobertura– de que en España hay que abaratar el despido. Si con la norma actual, 9.000 españoles se quedan cada día sin trabajo, ¿que ocurriría si despedir fuera gratis? Urge afrontar los síntomas más alarmantes que refleja la EPA: que aumenta el número de familias en las que ningún miembro tiene trabajo y que quienes perdieron el empleo hace casi dos años –y están a punto de agotar la percepción del seguro– siguen sin encontrar trabajo. El remedio ha de venir de las administraciones, pero también de los empresarios: elegir bien las actividades que puedan ser creadoras de empleo, exigir a quienes están en paro que participen en los cursos de formación –no volverán las ofertas para quienes no están cualificados– y, mientras siga la crisis, que el seguro de paro se prolongue cuanto haga falta cuando esté justificado. EL PERIÓDICO. 25-4-2009

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