De 2017 a 2021: los cambios en la política catalana

Esta Cataluña… me la han cambiado

Si cogiéramos una máquina del tiempo y transportáramos a alguien desde el 2017 -en plena ebullición del procés- hasta el momento presente, pensaría que no es el mismo lugar. Y no sólo por la pandemia, que también. Aparentemente todo sigue igual en la política catalana. Pero en los hechos, todo ha cambiado.

Un espectador objetivo que visitara Cataluña en 2017, durante el 1-O y la aprobación de la DUI, y volviera en 2021, no creería que se trataba del mismo lugar.

Aparentemente, todo permanece igual en la política catalana: sigue habiendo un gobierno que se autoproclama independentista, formado por ERC y JuntsxCat. Y, aunque con un tono sensiblemente menor, perviven los llamamientos hacia la ruptura.

Pero en los hechos, todo ha cambiado.

Quien gobierna la Generalitat es ERC, y no el partido de Puigdemont. Acaba de aprobar los presupuestos con el apoyo de En Comú Podem, mientras da el sí a las cuentas del gobierno central en Madrid. Y la “unidad independentista” se ha convertido en un enfrentamiento entre los que iban juntos hace cuatro años.

.

Los presupuestos resquebrajan la unidad independentista

Hace solo dos años en Cataluña los acuerdos entre fuerzas independentistas y no independentistas estaban vetados. Ahora, los presupuestos, la ley más importante, ha sido aprobada gracias a un acuerdo que pulveriza esos vetos.

La CUP, que junto a ERC y Junts completaba la “mayoría independentista” en el Parlament, ha votado en contra de los presupuestos. En sus razones no está la exigencia de una “ruptura unilateral”, sino motivos sociales, como el rechazo a macroproyectos como el aeropuerto del Prat, la candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno o la instalación del Hard Rock en Tarragona.

En esas condiciones, la presidencia de la Generalitat, que ERC conquistó hace seis meses, arrebatándosela al partido heredero de la ex Convergencia, miró fuera del campo independentista para salvar las cuentas. Alcanzando un acuerdo con En Comú Podem. En ese pacto tampoco hay ninguna huella de “procesismo”. El apoyo del partido de Ada Colau a los presupuestos de la Generalitat se basa en mejoras en sanidad, movilidad,  industria o vivienda, además de proyectos sociales como la remunicipalización del agua.

Paralelamente, ERC apoyaba los presupuestos del ayuntamiento de Barcelona, presidido por Colau en coalición con el PSC.

Para certificar que los tiempos en Cataluña han cambiado, el PSC, presidido en el Parlament por Salvador Illa, se ha mostrado dispuesto a negociar el apoyo a los presupuestos, ofreciendo sus votos para que se aprobaran.

ERC ha aprobado los presupuestos con el apoyo de En Comú Podem y el rechazó público de muchos dirigentes de Junts a ese acuerdo

Que estos hechos pulverizan el relato del procés y sepultan el 1-O lo demuestra la reacción de varios dirigentes de JuntsxCat. Elsa Artadi ha afirmado que “supone el fracaso del independentismo”. Y Joan Canadell ha declarado que “es un giro de 180 grados hacia el autonomismo” y representa “el preludio de un tripartito”.

JuntsxCat se rebela furiosamente en contra de un acuerdo con los comunes… que permite la aprobación de unos presupuestos presentados por un conseller, el de Economía, que ellos mismos propusieron.

Las cosas han cambiado también, y mucho, en el Congreso de los Diputados. En 2019, ERC votó en contra de los presupuestos, provocando que el gobierno de Sánchez se viera obligado a convocar elecciones. Ahora, ERC ha aprobado los presupuestos del gobierno de coalición de izquierdas, a cambio de una cuota para el catalán en la Ley Audiovisual.

Y, algo que hasta hace muy poco era impensable, los diputados de JuntsxCat, que hasta ahora habían atacado furibundamente al actual gobierno, han acabado por dar el sí a su proyecto de presupuestos.

Ya no hay contenedores quemados

El Tribunal Supremo acaba de denegar el recurso presentado por la Generalitat contra una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obligaba a las escuelas catalanas a impartir en castellano el 25% de las clases.

El govern catalán ha reaccionado afirmado que se trata de un ataque al catalán que pretende liquidar la política de inmersión lingüística.

Hace muy poco tiempo, una decisión judicial como esta, que afecta a un punto especialmente sensible como es la lengua, habría provocado una contundente respuesta del mundo independentista, y seguramente se habría traducido en disturbios y contenedores quemados en las calles de Barcelona.

Ahora no ha sucedido absolutamente nada. Los tiempos de las exhibiciones de fuerza del independentismo en la calle ya han pasado.

Los presupuestos catalanes se han aprobado con el apoyo de una fuerza no independentista como En Comú Podem, a cambio de concesiones en cuestiones sociales.

Tampoco ha provocado ningún conflicto político, ni el enfrentamiento entre las fuerzas independentistas y el gobierno central. Pocas horas después de conocerse la noticia, ERC y Junts daban su apoyo a los presupuestos presentados por el gobierno de Sánchez.

La Generalitat anuncia que no cumplirá la sentencia. Pero todos anticipan que no habrá desobediencia. Se encontrará una salida que no supondrá cambios importantes en la política lingüística en la educación catalana.

¿Dónde está Puigdemont?

La mística del “president legítimo” con que se arropaba a Puigdemont jugó un papel importante en el procés. Desde Waterloo, el ex president pretendía seguir controlando la política catalana, aspirando incluso a que el Consell de la República que presidía estuviera casi por encima del Parlament.

Pero la influencia de Puigdemont en lo que sucede en Cataluña es un pálido reflejo de lo que sucedía hace cuatro, tres o dos años. En la Generalitat ya no hay un presidente vicario como Torra, sino uno de ERC, que tiene entidad propia, y que consiguió superar en votos a Junts abanderando una política pragmática que en los hechos renunciaba a seguir la vía unilateral.

Antes era imposible seguir la política catalana sin que en cada cosa se hiciera referencia a Puigdemont. Ahora pueden pasar días sin que ni siquiera se mencione el nombre del ex president.

Lo mismo ha sucedido con el 1-O. En septiembre la CUP presentó en el Parlament una propuesta que reivindicaba un referéndum por la independencia durante esta legislatura. Nadie lo votó. No lo hicieron las fuerzas no independentistas. Pero tampoco ERC ni Junts.

Y ante la insistencia de la CUP en reclamar una consulta por la ruptura en un plazo breve, Anna Erra, alcaldesa de Vic, diputada por Junts en el Parlament y presidenta del Consell Nacional del partido de Puigdemont, ha mostrado su rechazo afirmando que “el referéndum ya se hizo y es el 1-O, solo se sustituirá por otro reconocido y pactado”.

Todos, incluido Junts, asumen que no se podrá volver a la casilla del referéndum unilateral o la DUI.

Todo es diferente

La Cataluña de 2021 poco tiene que ver con la de 2017. En apenas cuatro años, todo ha cambiado.

El “procés” ha dejado de ser el centro sobre el que todo pivotaba. De una u otra manera, todos asumen su fracaso. Y la pandemia ha puesto en primer plano cuestiones sanitarias y sociales, muy por encima de las identitarias.

Todos, incluido Junts, asumen que no se puede repetir el 1-O, y la influencia de Puigdemont en Cataluña es mucho menor que antes

ERC y Junts comparten gobierno, pero sus disputas son cada vez más públicas. La subdirectora de La Vanguardia, Lola García, afirma que “en seis meses de gobierno, ERC y Junts se han peleado por la investidura, por el aeropuerto, por la mesa de diálogo, por la hoja de ruta independentista y por las alianzas para los presupuestos. Que no se soportan es una evidencia palmaria”.

La unidad independentista ha saltado por los aires. Y la realidad es que ERC gobierna apoyándose en los comunes para aprobar cuestiones tan importantes como los presupuestos, y con el respaldo externo de la CUP, con la que firmó un acuerdo de investidura.

Volverán a aparecer ataques contra la unidad, y no conviene bajar la guardia, pero el fracaso del procés, y especialmente de sus élites más reaccionarias, representadas por Puigdemont, es notorio.

Deja una respuesta