Arte

Esquizofrenia en el Reina Sofí­a

Una estética influenciada por el pop art, tanto inglés como americano, y elementos tan dispares de la cultura popular como el cine de Walt Disney, la cultura del cómic y por David Bowie o el compositor experimental John Cage. Estos eran los lugares comunes de una generación de artistas españoles, concentrados en Madrid aunque procedentes de toda España, que durante la transición se opusieron con su arte a la «neutralidad» de sus contemporáneos catalanes, como Barceló o Tapies, que acumulaban éxito con una expresividad abstracta que engullí­a por completo el discurso narrativo. Así­ entre ellos se acuñaron mutuamente los nombres de «esquizos», para los madrileños, y «oligos» (de oligofrénicos) para los catalanes. Pese a ser una corriente artí­stica reconocida nunca habí­an sido objeto de una exhibición retrospectiva.

Carlos Franco (Madrid, 1951), Carlos Alcolea (A Coruña, 1949), Chema Cobo (Tarifa, Cádiz, 1952), Luis Gordillo (Sevilla, 1934) o Javier Urtay (Madrid, 1945-2008), son los nombres de algunos de los artistas encuadrados en este movimiento de la figuración madrileña de los setenta, que hoy cuenta or fin con un reconocimiento institucional a través del Centro Nacional de Arte Reina Sofía, que les dedica una de sus salas… algo es algo. La exposición se propone reconstruir su contexto formativo y de desarrollo, delimitado por el arco cronológico establecido entre 1970 y 1985.Encuentros fortuitos, charlas camino a la vieja facultad de Bellas Artes de Madrid, recomendaciones boca a boca y algunas pequeñas exposiciones en galerías alternativas, fueron configurando la razón de ser de este grupo pictórico, que nunca gozó de demasiado afecto por parte de profesores y mandamases artísticos del momento. "El uso del color era muy sobrio y utilizarlo con exceso era como un sinónimo de superficialidad. Por eso no éramos bien vistos por nadie, ni política ni artísticamente", comenta Carlos Franco.Una época en la que, según su óptica, lo correcto era mantenerse en estado de espera hasta que se extinguiera la dictadura, haciendo alarde constante de una austeridad “políticamente correcta” para la progresía artística de la época. Ellos lo rechazaron y apostaron por ejercer su libertad desde ese mismo momento.Acabaron refugiados en el psicoanálisis, viviendo en calles contiguas en la capital (Costa Rica, Chile y Torpedero Tucumán), reuniéndose en un merendero o en el apartamento de Urtay (fallecido el año pasado), que se convirtió así en catalizador del grupo. Y allí hablaban de la creación de un arte nuevo que aunara lo conceptual y lo político, un arte que no estuviera disociado de la vida y sí ligado a la experimentación (también con las "sustancias psicodélicas"). Hoy por fin la historia les devuelve lo que es suyo, y podemos contemplar su obra en un centro público, que al mismo tiempo nos lleva a tras en el tiempo, y nos hace mirar adelante, pensar en que es lo próximo que hay que hacer en este mutante universo del arte patrio.

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