SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

España necesita una campaña limpia y que tienda puentes

No es frecuente en este paí­s que los dirigentes polí­ticos rectifiquen sus errores. Ayer lo hizo Pedro Sánchez en el programa de Carlos Herrera al reconocer su desacierto al llamar «indecente» a Mariano Rajoy en el tenso debate que mantuvieron en la campaña electoral. «Me equivoqué», dijo el lí­der socialista, que precisó que deberí­a haber utilizado otra expresión. «Hay que hablar más de las cosas que nos unen y no de las que nos separan», afirmó.

No es frecuente en este país que los dirigentes políticos rectifiquen sus errores. Ayer lo hizo Pedro Sánchez en el programa de Carlos Herrera al reconocer su desacierto al llamar «indecente» a Mariano Rajoy en el tenso debate que mantuvieron en la campaña electoral. «Me equivoqué», dijo el líder socialista, que precisó que debería haber utilizado otra expresión. «Hay que hablar más de las cosas que nos unen y no de las que nos separan», afirmó.

Esto sería lo deseable en la nueva campaña electoral que se avecina. Entre otras razones, porque el electorado está harto de descalificaciones y personalismos y existe una saturación de debates políticos que no conducen a nada. Por tanto, tiene sentido una campaña corta y austera, centrada en propuestas y no en el triste espectáculo de la confrontación sectaria.

Sin ir más lejos, Rafael Hernando, portavoz del PP, comparó ayer el pacto entre el PSOE y Ciudadanos con el golpe blando de Primo de Rivera, convertido en dictador por un enjuage político. Sería deseable evitar, de ahora en adelante, este tipo de similitudes tan forzadas.

El debate que sostuvieron unos días antes de la cita con las urnas Rajoy y Sánchez ha tenido consecuencias, porque las acusaciones del líder socialista crearon un ambiente de hostilidad mutua que luego condicionó la posibilidad de llegar a acuerdos. Cabe preguntarse que hubiera sucedido si ambos hubieran mantenido una buena relación personal.

Nos parece, por tanto, evidente la necesidad de que la nueva campaña se desarrolle sin líneas rojas, insultos y golpes bajos y que, como proponía ayer Pedro Sánchez, se tiendan puentes al entendimiento.

Ello no es una mera apelación retórica sino una alternativa factible. Ayer mismo, en una intervención bastante prudente, Mariano Rajoy subrayaba las importantes coincidencias entre el PP y el PSOE que podrían servir de base para un pacto.

Rajoy manifestó que, con un escenario electoral similar, la única posibilidad de formar un Gobierno estable es una alianza entre las dos grandes formaciones, con la incorporación de Ciudadanos. Su afirmación es difícil de discutir porque una coalición entre los tres partidos emitiría una potente señal a la comunidad internacional y los inversores de que España va a volver a ser un país de referencia, con peso político y estabilidad económica.

Las últimas encuestas predicen una ligera subida para el PP y Ciudadanos, un estancamiento del PSOE y una bajada de Podemos, que podría remontar con una alianza con IU, pero nunca para tener posibilidades de gobierno.

Ante este mapa electoral, cabe pedir expresamente a Rajoy y Sánchez que hagan una campaña respetuosa que no dinamite la posibilidad de un posterior entendimiento. Eso no significa que no debatan y oculten sus diferencias. Ni tampoco que contemplen expresamente la virtualidad de un acuerdo. Solamente pedimos que haya un mínimo de consideración y tolerancia que no haga imposible que puedan sentarse en una mesa de negociación a partir del 27 de junio. Veremos entonces si las palabras de Sánchez son sinceras y no un mero tacticismo, como sugerían ayer sus adversarios.

Las elecciones ya son absolutamente inevitables y no merece la pena insistir en lo que pudo ser y no fue. Pero sería de necios negarse a aprender de los muchos errores cometidos en la anterior campaña y en los cuatro meses transcurridos desde los comicios, que han trazado un retrato muy negativo de las fuerzas políticas.

Hace un años, cuando entrábamos en la recta final de la legislatura, el bipartidismo estaba desacreditado y todas las esperanzas estaban puestas en un cambio del modelo.

El escenario ha sufrido una mutación por la irrupción de dos nuevos actores, pero ello no ha servido para regenerar la vida política ni para facilitar la gobernabilidad.

Tenemos una oportunidad de empezar de cero. Y debemos aprovecharla para resolver los enormes retos que se plantean en unos tiempos de cambio vertiginoso. Ello requiere unas políticas que miren al largo plazo y obvien la tentación del sectarismo que tanto daño ha hecho.

Deja una respuesta