En la sociedad valenciana son importantes los latidos de la autoestima. Hay, en este tiempo, un deseo profundo de sacarse de encima el estigma de la corrupción. No ser motivo de escarnio en el resto de España. Recuperar el orgullo. En la Comunidad Valenciana ganará el partido qué más haga en favor de la respetabilidad. Hay que tener muy presente este dato para acabar de entender el movimiento táctico de última hora protagonizado ayer la coalición valencianista Compromís.
En la sociedad valenciana son importantes los latidos de la autoestima. Hay, en este tiempo, un deseo profundo de sacarse de encima el estigma de la corrupción. No ser motivo de escarnio en el resto de España. Recuperar el orgullo. En la Comunidad Valenciana ganará el partido qué más haga en favor de la respetabilidad. Hay que tener muy presente este dato para acabar de entender el movimiento táctico de última hora protagonizado ayer la coalición valencianista Compromís.
Los cuatro diputados de la corriente política hoy más dinámica en tierras valencianas plantaron una falla enfáticamente titulada El acuerdo del Prado. Su portavoz, Joan Baldoví, fue a ver al Rey con una propuesta de 30 puntos para la formación de un gobierno de izquierdas. Suyo fue el protagonismo de la jornada. Política a la valenciana. “Gobierno a la valenciana”, según la consigna de Pablo Iglesias.
La iniciativa fue de Baldoví, exalcalde de Sueca, vivaz parlamentario y miembro del menestral Bloc Nacionalista Valencià, uno de los dos partidos integrantes de Compromís. (En sus inicios, el Bloc mantuvo muy buenas relaciones con Convergència Democràtica de Catalunya). Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat valenciana y principal figura pública de la coalición, fue informada el lunes por la mañana. (Oltra pertenece a Iniciativa pel País Valencià, un grupo ubicado más a la izquierda que el Bloc, con excelentes relaciones con Podemos).
Durante unas horas, la propuesta valenciana parecía desmentir la crónica de una muerte anunciada. Parecía intuirse un acuerdo de última hora, a la catalana manera. Las especulaciones se dispararon con rapidez. El grupo dirigente del PSOE se reunió de urgencia y emitió un comunicado astuto: aceptaba 28 de los 30 puntos de los valencianos, ofrecía un gobierno sin participación directa de Podemos, Izquierda Unida y Compromís, pero con algunos ministros independientes que fuesen del agrado de estos partidos, y se negaba a romper el acuerdo con Ciudadanos, verdadera llave maestra de la estrategia de Pedro Sánchez durante los últimos cien días. El PSOE intentaba colocar la pelota valenciana en el tejado de Podemos.
La estratagema socialista, sin embargo, topó de entrada con el abierto rechazo de Ciudadanos. Albert Rivera menospreció la oferta valenciana: “Un documento de tres folios para un Gobierno de seis partidos”. Y Compromís no dio más carrete. Oltra –no Baldoví– recordó a Sánchez que la propuesta se ceñía a la formación de un Gobierno de izquierdas. Eso decía después de haberse entrevistado en Valencia con Íñigo Errejón, el Nikolai Bujarin de Podemos, la figura de más relieve intelectual del nuevo partido, animador del ala moderada, presuntamente inclinado a un cierto pactismo, alejado de la línea carbonaria de Juan Carlos Monedero y en horas bajas con Pablo Iglesias tras perder la lucha por el control de la secretaría de organización. Errejón fue seguramente el primer dirigente de Podemos que tuvo noticia del movimiento valenciano.
Flanqueado por el rechazo de Ciudadanos y por la puntualización de Oltra, Iglesias no tuvo dificultad para devolver la pelota al tejado socialista: “Depende de Pedro Sánchez que haya un gobierno a la valenciana”.
Por la tarde, el secretario general socialista comunicaba al Rey que no disponía de los apoyos necesarios para intentar de nuevo la investidura, culpando de ello al “inmovilismo” de Rajoy e Iglesias. Inmediatamente después, el presidente del Gobierno en funciones volvía a comunicar al jefe del Estado que el Partido Popular tampoco contaba con los votos necesarios.
Rajoy conseguía el objetivo que se había fijado el día 21 de diciembre: la repetición electoral, para convocar a los españoles a corregir el voto de protesta del 20 de diciembre en favor de la estabilidad y del orden. La legislatura quedaba sentenciada. Al filo de las nueve de la noche, el Rey comunicaba al presidente del Congreso, Patxi López, la imposibilidad de efectuar el encargo. Disolución del Parlamento el día 3 de mayo y convocatoria de elecciones para el 26 de junio, de no mediar un acuerdo de muy última hora que en estos momentos parece totalmente imposible.
Sensación general de fracaso. Dos meses más de vacío político, con ásperos reproches entre los partidos. El “ninot” de Compromís ardía ayer por la noche, después de una jornada de protagonismo valenciano.
Las propuestas del acuerdo del Prado
El acuerdo del Prado presentado ayer por Compromís contenía treinta propuestas. Entre estas destacaban medidas contra los desahucios, establecer un ingreso vital mínimo, reforzar en recursos la ley de Dependencia, un plan de empleo juvenil, medidas integrales contra la violencia machista y un plan multidimensional e integral contra la pobreza. El documento proponía también reformar la Ley de Transparencia, prohibir las “puertas giratorias”, derogar la ley Mordaza, crear una oficina antifraude, una reforma del sistema electoral y la “despolitización” del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial. En otro capítulo se pedía una reforma de la financiación autonómica y avanzar hacia un modelo federal del Estado, redactar una nueva ley de Educación y derogar la ley Wert, derogar las reformas laborales del 2010 y 2012, priorizar el gasto social y reestructurar la deuda. Y también fomentar las conexiones ferroviarias, reindustrializar la economía, transformar el Instituto de Crédito Oficial (ICO) en un banco público e impulsar la agricultura de proximidad.