Huelga de los trabajadores de Metro Madrid

¡Ese es el camino!

La huelga de los trabajadores del metro de Madrid, incumpliendo los servicios mí­nimos abusivos impuestos por la Comunidad es el primer y más contundente aviso de hasta dónde llega la indignación y el rechazo popular a las medidas de ajuste y los recortes aplicados por el gobierno de Zapatero y rápidamente secundado por los gobiernos autonómicos.

Así lo han entendido inmediatamente los grandes medios de comunicación monoolistas que han tratado de crear “un cinturón de fuego” en torno a la lucha de los trabajadores del metro, buscando enfrentarlos con el resto de la población, acusándoles de no respetar la legalidad, de insolidarios e incluso, en el extremo, exigiendo que caiga “todo el peso de la ley contra los huelguistas”. A algunos sólo les ha faltado pedir que, como en tiempos de Franco, se militarice el metro de Madrid y se ponga un soldado detrás del conductor en cada cabina. Pero, ¿de qué ilegalidades nos hablan? Aquí, la primera ilegalidad la ha cometido un gobierno, el de Zapatero, incumpliendo impunemente el programa y el contrato electoral que firmó con 11 millones de votantes para que le llevaran a la Moncloa. Su compromiso de “una España de los derechos sociales y las libertades ciudadanas” ha saltado por los aires con un plan de recortes y ajustes que es un ataque masivo contra los intereses del 90% de la población. Y ahora que la población y los trabajadores se revuelven para defenderse de ese ataque, ¡se los acusa de no respetar la legalidad! La segunda ilegalidad es la del gobierno autónomo de Madrid, que se ha saltado a la torera y sin consultar a nadie un convenio que él mismo firmó hace ahora justo un año. Mientras el decreto del gobierno que rebajaba un 5% el salario de los funcionarios tuvo buen cuidado de dejar fuera a los trabajadores de las empresas públicas –justamente para evitar conflictos como el de Metro Madrid repartidos por toda la geografía–, Esperanza Aguirre, siempre más papista que el Papa cuando se trata de seguir los mandatos y exigencias de las grandes potencias, en este caso el plan de ajuste dictado por Washington y Berlín, ha entrado a saco a rebajar el salario de los trabajadores, no funcionarios, de las empresas públicas y se ha encontrado con la horma de su zapato. Los grandes medios de comunicación gimen como plañideras porque los trabajadores, por votación mayoritaria en asamblea, decidieron no cumplir los servicios mínimos. Unos servicios mínimos que son una burla y están pensados, de hecho, para romper los efectos de cualquier huelga. Poner en Metro Madrid durante las horas punta unos servicios mínimos del 70% significa que los trenes que pasan cada 3 minutos, lo harán cada 4,15 minutos. Y los que pasan cada 5 minutos, lo harán cada 7. ¿Es esto respetar el derecho de huelga? Evidentemente no. Pero lo gobiernos de turno conocen el truco y reiteradamente conculcan el derecho de huelga de los trabajadores, imponiendo unos servicios mínimos desproporcionados y abusivos que luego, dos o tres años más tarde, los tribunales reconocerán como ilegales. Y entonces, para mayor burla y escarnio, pagarán la multa correspondiente con el dinero de los contribuyentes, con nuestro dinero. La huelga del metro como primer aviso Sin embargo, el aspecto más importante de la huelga de los trabajadores de Metro Madrid, esto no se le escapa a nadie, de ahí la histérica reacción de los medios, es que está actuando como un “termómetro sensible”, capaz de indicar con bastante precisión tanto el nivel de descontento, indignación y rechazo popular a los recortes y planes de ajuste, como el grado de combatividad y radicalización al que están dispuestos los sectores más adelantados del pueblo trabajador. Y esto representa un serio aviso para la Huelga General del próximo 29 de septiembre. El gobierno, la clase dominante del país y los centros de poder imperialistas creen tenerlo todo controlado, y que la Huelga General no iría más allá de un acto formal de protesta, una especie de demostración del “derecho al pataleo”, más o menos exitosa, pero sin mayores consecuencias. La huelga de los trabajadores del Metro de Madrid ha tenido la virtud de empezar a sacar a la luz una realidad que hasta ahora permanecía oculta, aunque ya había empezado a vislumbrarse en la radicalidad y masividad de las últimas manifestaciones. La respuesta popular una vez puesta en marcha, puede alcanzar un grado de radicalización y antagonismo proporcional a la hondura de los ataques contra el 90% de la población. Hasta tal punto esto es así, que las propias cúpulas sindicales, siempre tan timoratas y respetuosas, se han visto obligadas a apoyar públicamente a los huelguistas de Metro Madrid y su decisión de no respetar los servicios mínimos. El mismo Cándido Méndez advertía ayer que lo ocurrido en la huelga del metro madrileño contenía “un aviso para las Administraciones: si fijan servicios mínimos abusivos, los trabajadores no los respetarán”. Hace sólo unas semanas, a comienzos de junio, dijimos en estas mismas páginas que aunque las medidas de recortes y ajustes se dirigen, “en un ejercicio de audacia inverosímil, contra los intereses del 90% de la población y del país, las grandes potencias y la oligarquía española confían en que lo tienen todo bajo control y que nada sustancial va a escaparse de sus manos.Para ello cuentan con un arco político parlamentario que al 90% ha acatado sumisamente sus exigencias, así como con unas cúpulas sindicales que en los últimos años han actuado como auténticos ‘apagafuegos’ de cualquier conato de lucha y oposición popular. Juegan también con que los grandes medios de comunicación en sus manos van a seguir instalando en la conciencia de la opinión pública la resignación y el conformismo”. Y cómo este clima político adverso que aparece en la superficie plagado de dificultades estaba llevando a muchos luchadores obreros y populares a una situación de desánimo, duda y paralización, “haciéndoles creer que dar hoy respuesta y levantar una alternativa a un ataque de esta envergadura es lo mismo que buscar una aguja en un pajar. Cuando la realidad es muy distinta. Y todo el problema reside en si nosotros nos atrevemos a encender una o muchas cerillas y lanzarlas al pajar, en lugar de dedicarnos a buscar la aguja en él”. La huelga de los trabajadores del metro madrileño es la confirmación de esto que dijimos no hace ni cuatro semanas. Atacando los intereses del 90% de la población, la oligarquía y el imperialismo están cometiendo un error estratégico. Y es inevitable que las chispas de la respuesta popular empiecen a saltar por todas partes. Los trabajadores de Metro Madrid se han atrevido a movilizarse audazmente contra la rebaja salarial que el gobierno autonómico pretende imponerles por la fuerza, han transformado una situación de debilidad e invisibilidad en otra de fortaleza y audacia. Y su ejemplo estimula a que se incorporen a la lucha todos aquellos que están hoy presos de la resignación, la apatía o la culpabilidad. ¡Ese es el camino! A medida que ellos intensifican sus ataques, ha llegado para nosotros, el 90% del pueblo, la hora de empezar a organizar la respuesta. La huelga de los trabajadores del metro está siendo la primera chispa sonada a la que se enfrentan. Y la alarma ha saltado inmediatamente. Ahora es el momento de hacer que prendan otras diez, cien, mil chispas de iniciativas y repuestas populares. Veremos entonces que ocurre con el pajar.

Deja una respuesta