Ensamblando la OTAN de Oriente Medio

Oriente Medio ha sido el destino de la primera gira internacional de Donald Trump, con un objetivo diáfano: renovar y reforzar los vínculos entre Washington y sus dos principales gendarmes, Arabia Saudí e Israel, en lo que se configura como una gran alianza militar en la zona.

EEUU trata de contrarrestrar así los reveses sufridos en los últimos años de la era Obama, y que han tenido como resultado una notable erosión del control norteamericano en Oriente Medio, en paralelo con el ascenso del poder de potencias como Irán o Rusia en la región.

Que el nuevo presidente norteamericano haya elegido como destino de su primera gira internacional a Arabia Saudí e Israel, y que aterrice en Riad el mismo día en el que se celebran las elecciones iraníes es un signo inequívoco de que la nueva Casa Blanca ha dinamitado el acuerdo nuclear con Irán -que significaba el levantamiento del bloqueo político y económico- y que ha colocado de nuevo a la república chií en el centro de la diana. “Ni los sauditas ni los israelíes desean saber más de la política anterior de Obama y se encuentran fascinados con Trump”, dice Alfredo Jalife en La Jornada.

La parada de Trump en Arabia Saudí ha tenido varios objetivos combinados. Por un lado renovar los lazos de alianza y dependencia entre Washington y la familia real saudí, vigentes desde la II Guerra Mundial, pero que no atravesaban sus mejores momentos tras los últimos años de Obama. Trump ha cerrado con Riad el mayor acuerdo de venta de armamento de la historia comercial estadonidense, un trato por valor de 110.000 millones de dólares que significa una mayúscula inyección de beneficios para los monopolios del complejo militar-industrial norteamericano. Arabia Saudí tiene el ejército mejor dotado de la zona después del de Israel: cuenta con 227.000 efectivos y es cuarto en el mundo por gasto armamentístico, con 63.700 millones de dólares en 2016. Además Trump ha reunido a los líderes de cuarenta países musulmanes de confesión sunnita, en una cumbre que relanza la influencia norteamericana entre las clases dominantes árabes.«Washington quiere ensamblar una “santa alianza” entre la OTAN europea, una ‘OTAN sunnita’ e Israel para recuperar el terreno perdido en Oriente Medio, y poder concentrarse en Asia.»

Además del armamentístico, Trump ha cerrado importantes negocios con los saudíes, que han suscrito importantes acuerdos comerciales con dos decenas de empresas norteamericanas, como Boeing, Citibank o General Electric, cerrando esta última un contrato de 15.000 millones de dólares. La Casa Blanca espera ampliar estos acuerdos con 270.000 millones de dólares en megacontratos comerciales con Riad.

Despues de abandonar Arabia Saudí, Trump tomó tierra en Tel Aviv, donde fue recibido por Netanyahu con un gran despliegue de cortesía. Las fricciones entre Obama y el gobierno Netanyahu habían agriado las relaciones entre el gendarme israelí y su patrón hegemonista, pero los vínculos entre la clase dominante sionista y los centros de poder de Washington son tupidos, profundos y robustos. Ha bastado que vuelva al Despacho Oval un presidente de la línea dura y militarista para que el maridaje entre Washington y Tel Aviv brille como nuevo. Las proclamas contra Irán de Donald Trump suenan como música para los oídos para los halcones del Likud. A pesar de que la Casa Blanca ha pedido a Netanyahu que “contenga” la expansión de las colonias en Cisjordania, la promesa de trasladar la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén es un signo inequívoco de que Trump -cuyo yerno y asesor Jared Kushner es un destacado miembro del lobbie judío en Washington- va dar amplios poderes a Israel para seguir oprimiendo al pueblo palestino a cambio de ser su principal gendarme en Oriente Medio.

Lo que parece buscar Trump es un arreglo mínimo del contencioso palestino a cambio de que Tel Aviv pueda participar en una santa alianza de la OTAN europea-“OTAN sunnita”-Israel contra el eje Teherán-Moscú-Damasco, con el objetivo de restablecer el poder norteamericano en Oriente Medio.

La OTAN sunnita-sionista

Los reveses de EEUU en Oriente Medio -sobretodo a raíz del fracaso en el intento de derribar el régimen sirio, con la entrada de Rusia en la guerra y el salto en la influencia de Irán en la zona- han supuesto una importante pérdida de capacidad norteamericana para decidir el rumbo de Oriente Medio. Algo que la nueva línea de la Casa Blanca no está dispuesta a consentir. Pero obligado a concentrar su fuerza militar en Asia-Pacífico y en la contención de China, la administración Trump busca reforzar a dos de sus tres principales gendarmes en la zona (el tercero es Egipto) para armar junto otros vasallos árabes una especie de OTAN sunnita-sionista que le permita retomar la iniciativa en el Próximo Oriente.

Esta nueva arquitectura de poder hegemonista en Oriente Medio no sólo cuenta con la alianza de la familia real saudí -una satrapía de tiranos fundamentalistas-, sino con las otras seis seis petromonarquías árabes del Consejo de Cooperación del Golfo. La estrategia de una Alianza militar árabe-israelí-estadounidense para contener a Irán y retomar la iniciativa en Medio Oriente ya fue pregonada hace dos años por James Stavridis, almirante retirado y ex comandante supremo de la OTAN. De esa manera, los estrategas del Pentágono buscan combinar las capacidades y recursos de los aliados europeos -la OTAN ‘clásica’- con el poder militar de sus gendarmes saudíes, egipcios e israelíes para imponer férreamente su dominio en Oriente Medio y norte de Africa, dejando las manos libres a la superpotencia para concentrarse en Asia. Así lo ha reconocido un portavoz de la Casa Blanca: «El contrato de material y servicios de defensa refrenda nuestro tradicional apoyo a la seguridad de Arabia Saudí y del Golfo ante las amenazas iraníes, y contribuye a incrementar la lucha antiterrorista en la región para liberar la carga que recae sobre las tropas de EE UU»

El diseño busca además ahondar en la división del mundo islámico entre sunnitas (un 85% por ciento del total de 1.570 millones de musulmanes) y los chiítas (15%), tanto desde el punto de vista sectario religioso,como del étnico (mediante la colisión de árabes contra persas). Un infernal esquema para enfrentar, dividir, y crear un caos sangriento y explosivo en la zona del que Washington pueda erigirse como árbitro y señor.

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