Sudán del Sur se declara independiente

Encrucijada imperial

La secesión de Sudán del Sur, tras el triunfo del referéndum independentista, es presentada como la culminación de la rebelión contra el despótico poder central de Jartum, un paso imprescindible para poner fin a una interminable guerra civil, cuyo último episodio es el genocidio perpetrado de Darfur. Pero la realidad es mucho más compleja. Sudán se convirtió, tras el 11-S, en una de las más calientes encrucijadas de contradicciones mundiales. En el paí­s africano confluyen los intereses norteamericanos con la vertiginosa expansión china, la tradicional influencia francesa o la más reciente influencia del islamismo radical. Un cóctel, convenientemente azuzado desde las principales potencias, que ha acabado por hacer estallar el paí­s.

Una estratégica balsa de etróleo Las filtraciones de Wikileaks se encargaron de calentar el ambiente anunciando que el presidente sudanés, Omar al Bashir, esconde en bancos británicos 9.000 millones de dólares, defraudados de las arcas públicas mientras el 90% de la población malvive con menos de un dólar diario.El referéndum de autodeterminación, que ha otorgado una aplastante mayoría a la independencia, es el resultado de los acuerdos de paz firmados en 2005 entre el gobierno central y las milicias rebeldes. Un acuerdo que pretendía atajar el genocidio de Darfur, donde el enfrentamiento entre los grupos rebeldes del sur y las milicias árabes, con apoyo del gobierno central, provocó 300.000 muertos y más de dos millones de desplazados.El plan de paz sólo fue posible gracias a las presiones ejercidas por la administración Bush.¿Por qué el genocidio sudanés permaneció en el olvido, pasando a primer plano precisamente después del 11-S? ¿Es creíble que Bush se fijara en Sudán sólo por razones humanitarias?La realidad es que lo sucedido en Sudán, incluida la `partición del país, forma parte de una ofensiva norteamericana por recuperar el terreno en uno de los enclaves estratégicos de Africa.Sudán está situado al oeste del mar Rojo y al sur del canal de Suez por donde pasa gran parte del petróleo de Arabia Saudita y un buen porcentaje del comercio que se mueve entre África Central, el Medio Oriente y China.Precisamente Sudán del Sur -que ahora se convertirá en un nuevo Estado con una deuda pendiente con Washington- es el cuadro central desde el que controlar toda la partida. Su salida por el sur a la República Central Africana, Uganda y Congo, tres países con reservas de petróleo, es vital. Congo es además rico en coltán, el mineral que se utiliza para hacer la mayoría de los aparatos electrónicos.Darfur, escenario de las disputas más sangrientas, también ocupa un lugar clave. Geográficamente Darfur está situada al lado de una gran balsa de reservas petrolíferas que se extiende desde la provincia sudanesa de Bahr Al-Ghazal a través de Chad, Níger, Mauritania, Malí y Camerún.En la actualidad, Sudán es el tercer mayor exportador de crudo del África subsahariana, con una producción cercana a los de 480.000 barriles diarios.Y casi el 75% de las reservas están, ¿lo adivinan?, en el sur del país, el territorio que, gracias a las presiones norteamericanas, acaba de segregarse. Todos los caminos conducen a Sudán En torno a Sudán se dan cita algunos de los principales movimientos en el tablero mundial que explican porque este país africano ha pasado a primer plano de la actualidad.En primer lugar, nos tropezamos con el encontronazo entre la vertiginosa expansión china y los mismos cimientos que sostienen la hegemonía norteamericana.La penetración china en Africa tiene su base en las ventajosas condiciones que ofrece, en comparación con el saqueo perpetrado por las potencias tradicionales. A cambio del acceso a las materias primas que necesita imperiosamente para mantener su crecimiento, Pekín ofrece acuerdos que permiten el desarrollo local.China es ya el primer socio comercial de Jartum, e importa de Sudán, el 7% del petróleo que consume. Ha invertido cuantiosas sumas en oleoductos y refinerías, y participa en la explotación del crudo local ha través de la “Great Nile Petroleum Operating”, en colaboración con Malasia y Canadá.Pekín se ha convertido en el principal apoyo político del régimen sudanés en todos los foros internacional, ante el acoso al que lo ha sometido EEUU.Y, como casi siempre que se trata de Africa, en Sudán nos encontramos con la voracidad francesa para saquear las riquezas naturales.El gobierno central de Jartum otorgó gran parte de los derechos sobre el petróleo del sur a la francesa Total Fina Elf. El problema es que hasta que en el sur las minorías que se oponen a la islamización forzosa no abandonen su resistencia armada, los taladros franceses no pueden empezar a funcionar. De esta manera, París se ha convertido en un aliado incondicional de Jartum, boicoteando numerosas veces una denuncia internacional a las masacres contra las minorías cristianas del sur.La expansión del islamismo en el continente africano, que se ha convertido en uno de los mayores quebraderos de cabeza para Washington, tiene también en Sudán uno de sus centros emisores.Con el golpe de Omar Hassan al-Bashir, a finales de la década del ochenta, triunfaron las fracciones radicales del islamismo que impusieron la islamización del Estado con la promulgación de las llamadas "leyes de septiembre" y desplegaron una política de expansión del Islam hacia los países del Cuerno de África.De hecho, el régimen de al-Bashir se convirtió en pieza clave para la expansión islamista en África, con la creación de organizaciones como la Conferencia Popular Árabe e Islámica, a través de la cual se patrocina a una serie de agrupaciones políticas y militares extremistas que impulsan cambios radicales desde el Cairo hasta Kampala. Por ende, Sudán se ha constituido en centro de operaciones de cédulas de organizaciones extremistas como Hezbolá, el Frente Islámico de Salvación argelino y Al Qaeda y en refugio de líderes extremistas, entre ellos el extinto Abul Nidal y Osama Bin Laden.Ha sido evidente el respaldo que le ha dado desde los años noventa a los procesos políticos de impulso de organizaciones y líderes islámicos extremistas en Somalia, Egipto, Eritrea, Etiopia y Uganda. Balcanización made in Washington El interés norteamericano por Sudán está determinado tanto por intereses propios como por la necesidad de evitar la expansión de sus posibles rivales.Adquiriendo el control de las ingentes riquezas petroliferas del país africano, Washington impide que Pekín tenga acceso a ellas, debilitando la seguridad energética necesaria para mantener el ritmo de crecimiento del gigante asiático.Al mismo tiempo, EEUU arrebataría a Francia una más de sus joyas africanas, y eliminaría una de las bases de apoyo del islamismo radical en una de las zonas sensibles del continente.Para EEUU, asegurarse el acceso al petróleo africano, el gran fondo de reserva energético global, es una cuestión estratégica. En los años cincuenta, EEUU importaba un 10% de su consumo de crudo. En el año 2000 esa cifra ascendía ya al 53%, y según todos los expertos en el 2025 EEUU deberá comprar en el exterior más de dos tercios de su consumo de petróleo y gas. Esta condición se ha traducido en una forma particular de dependencia por parte de la primera potencia mundial. Para enfrentar tan complejo desafío, Estados Unidos se ha visto urgido estratégicamente a garantizar su acceso preferencial a las principales regiones productoras de hidrocarburos del planeta.En el año 2.000, el congreso norteamericano aprobó un informe sobre Sudán que será la base de la estrategia estadounidense en el continente negro. Allí se establece el objetivo de forzar la aparición de un Estado independiente en Sudán del sur con el objetivo de controlar la situación de seguridad y las interacciones políticas en Egipto, Sudán, Libia, los Estados africanos y el Mar Rojo.A partir de este momento, Washington pone todo su empeño en propiciar la balcanización del país. EEUU a partir del 11-S ha mostrado un renovado interés por África y particularmente por Sudan. EEUU quiere participar del reparto de Africa, de las concesiones petroleras, de la expoliación de los recursos naturales y de su control político, y para ello tiene un plan. Tal y como planteó un redactor de The Economist, “Ruanda es el último en una cadena de países africanos, que llega hasta Eritrea que se han transformado en estrechos aliados de los norteamericanos. Ha recibido ayuda militar vital de su parte. Otros tres países, Eritrea, Etiopía y Uganda, recibieron 20 millones de dólares en equipos militares para luchar contra el islámico Sudán”. Desde su independencia, la balcanización ha sido una de las armas utilizadas por las potencias imperialistas para dominar Sudán. Hasta la independencia de Sudán hubo un fuerte movimiento para mantener a Egipto y Sudán unidos como un solo estado árabe, en lucha contra los intereses británicos. Londres, no obstante, alimentó el regionalismo sudanés contra Egipto, del mismo modo que se ha usado en Sudán del Sur contra el resto de Sudán. El gobierno egipcio fue presentado del mismo modo que ahora se muestra al de Jartum. Los egipcios fueron caracterizados como explotadores de los sudaneses, de la misma manera que los sudaneses que no son del sur han sido retratados como explotadores de los sudaneses del sur. El supuesto conflicto entre un Norte Islámico y un Sur cristiano y multi-étnico ha sido utilizado y avivado por EEUU y la URSS durante la guerra fría con el objetivo de controlar políticamente la región y expoliar sus recursos. Provocando una interminable guerra civil que ha causado 2 millones de víctimas y provocado el desplazamiento de 4,3 millones de personas en los últimos 16 años.EEUU ha financiado y armado a las guerrillas rebeldes, como el Movimiento Justicia e Igualdad (JEM). Como “encargado regional” de EEUU, Israel ha enviado armas a los grupos de oposición y los movimientos separatistas de Sudán. Esto se ha hecho a través de Etiopía durante años hasta que Eritrea se independizó de Etiopía, lo que hizo que Etiopía perdiera su costa del Mar Rojo y las relaciones entre etíopes y eritreos se deterioraron. Después de eso, las armas israelíes entraron en Sudán del Sur desde Kenia. Tras el 11 de Septiembre, Estados Unidos comienza su mediación en el conflicto sudanés patrocinando unas conversaciones que conducen a la declaración de una tregua por seis meses en enero de 2002, y a un acuerdo de libre tránsito de la ayuda humanitaria. En julio 2002 se inician las conversaciones de paz en Machakos, cerca de la capital de Kenya, entre el Gobierno de Omar al-Bashir y el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (EPLS). Estas negociaciones concluyen en su primera fase con la firma de un importante protocolo de acuerdo en el que se establece un alto el fuego, el compromiso de negociar una nueva organización política en Sudán y un referéndum de autodeterminación.Un pacto que se dirige a dividir el país, con unas nuevas unidades políticas y geográficas reconstruidas en un proceso en el que EEUU tiene un papel protagónico, el control de Sudan frente a sus rivales imperialistas puede estar garantizado.Ahora, la balcanización, concebida y financiada en despachos de Washington, se ha consumado, como una pieza más de la estratégica norteamericana para incrementar su control de la región.Washington presenta al régimen de Jartum como una ingnominiosa dictadura, y patrocina el enjuiciamiento del presidente sudanés por la Corte Penal Internacional. Pero no le importa que el gobierno de Sudán del Sur -que controla a través de múltiples vínculos- destine el 60% del presupuesto a gastos militares mientras el 90% de la población sobrevive con menos de un dólar diario.Estas razones de poder imperial, y no la preocupación por la libertad del Sur o la paralización del genocidio en Darfur, son los auténticos motivos de la intervención norteamericana en Sudán, apoyando decisivamente la secesión.Sudán debe liberarse de los déspotas del norte y del sur, utilizando sus ingentes recursos petroleros para impulsar un desarrollo que beneficie a la mayoría de la población. Y para ello la primera e ineludible premisa es impedir la intromisión de las grandes potencias como EEUU.

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