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En el nombre de Dios, el compasivo y misericordioso.

En este artí­culo, el candidato reformista y principal lí­der de la oposición iraní­, Mir Hossein Musaví­ hace un valoración del movimiento verde que él ha encabezado. Después de consideraciones de carácter moral y religioso, y de una oda a la Revolución Islámica -que él mismo lidero a la diestra de Jomeini- y de comparar a las movilizaciones ciudadanas de ahora con las de entonces, el discurso de Musaví­ toma un carácter mucho más polí­tico. Advierte a las autoridades iraní­es de los riesgos que tiene la rigidez y la dureza inflexible con que han rechazado las demandas de la gente: una pérdida de credibilidad, «el fraude generalizado y los votos amañados (…) han tirado por tierra la confianza de nuestro pueblo», y por tanto exige que se dejen cauces para que las protestas de la gente puedan desarrollarse. Tal cosa, parece querer decir Musaví­, no pondrá en cuestión el régimen, sino que lo fortalecerá. Queda claro que Musaví­ no exhorta a enfrentarse a las autoridades, ni siquiera a las reaccionarias y represivas milicias basij -«ellos sin nuestros hermanos», dice Musaví­- sino a una lí­nea desviada que compromete el futuro de Irán

En el nombre de Dios, el comasivo y misericordioso.“Alá (Dios Todopoderoso) os ordena que restituyáis a sus dueños lo que se os haya confiado, y que cuando juzguéis entre los hombres, lo hagáis con equidad, debéis ser justos: ¡Qué bueno es aquello a lo que Dios os exhorta! Porque Alá ve y escucha todas las cosas.” (Corán 4:58)A la honorable e inteligente nación de IránDurante los últimos días y noches la historia de nuestra nación está viviendo momentos decisivos. La gente se pregunta qué debe hacer y qué dirección debe tomar. Asumo la responsabilidad de compartir con vosotros aquello en lo que creo, de hablar con vosotros y de aprender de vosotros, a la espera de que no descuidemos nuestra misión histórica ni eludamos el deber que el destino que generaciones anteriores nos ha confiado.Hace unos treinta años, bajo la bandera del islam, una revolución triunfó por el amor de la justicia; fue una revolución que renovó la dignidad humana, la sinceridad y la honradez. Durante el período que vino después y, sobre todo, durante la vida de nuestro esplendoroso imán Ruhollah Jomeini, se invirtieron recursos inmensos en la consolidación de esta empresa y se lograron valiosos resultados. Una brillantez nunca antes conocida rodeó nuestra sociedad y nuestro pueblo alcanzó una nueva vida más digna, a pesar de las más amenazadoras dificultades. Lo que el pueblo había obtenido fue la libertad, la dignidad y la luz de una vida noble. Estoy seguro de que quienes vivisteis aquellos días no podréis contentarnos con menos.¿Acaso tenemos menos méritos que entonces para gozar de nuevo de aquellos espacios? Yo creo que no, que no es demasiado tarde y que no estamos tan lejos de alcanzar aquel espacio resplandeciente. Yo me he presentado a las elecciones para demostrar que es posible vivir una vida espiritual y vivirla en nuestro tiempo contemporáneo. Me he presentado para reiterar los avisos de nuestro Imán sobre el peligro de la autocomplacencia. Me he presentado para afirmar que el alejamiento de la ley nos conducirá a la tiranía, para recordar que el hecho de tener en cuenta la dignidad del pueblo no debilita las bases de nuestro sistema, sino todo lo contrario, lo fortalece. Me he presentado para decir que nuestro pueblo exige honradez y sinceridad y que muchos de nuestros problemas proceden de la mentira. Me he presentado para decir que la indigencia, la pobreza, la corrupción y la injusticia no son nuestro destino. Me he presentado para invitar a la Revolución islámica y a la República islámica a que ocupen el lugar que les corresponde.No fui muy elocuente en mi invitación; sin embargo, el refinado mensaje de la Revolución islámica era tan encantador que, incluso a través de mis humildes palabras, cautivó a las jóvenes generaciones; a esas generaciones que no fueron testigos de aquellos días gloriosos y cuyas vidas discurrían separadas de aquella herencia incalculable; esas generaciones lograron así reconstruir las escenas que sólo nosotros pudimos contemplar durante los días del movimiento revolucionario y de la Santa Defensa. Nuestro movimiento popular, por sí mismo, ha escogido el color “verde” como símbolo. Confieso que yo les seguí la corriente en dicha elección. Y la generación que había sido acusada de alejarse de los principios religiosos comprendió que Allahu Akbar, que Alá es Grande, y se congregó en torno al nombre del Imán Khomeini y en torno a la consigna Nasro men-Alá va Fath-un qarib (con la ayuda de Dios la victoria es inminente), que canta en sus eslóganes, para demostrar que una vez que este árbol encantado da frutos, sus frutos son similares a los anteriores bajo las mismas circunstancias. Nadie sino el maestro de la naturaleza (Dios Todopoderoso) les había enseñado tal retórica. Son injustos quienes dicen, desde la complacencia de sus insignificantes beneficios, que este milagro de la Revolución islámica es “obra de extranjeros” o que se trata de una “revolución de terciopelo”.Sin embargo, como bien sabéis, en el camino que conduce a esta revitalización nacional y a la culminación de las aspiraciones que han arraigado en los corazones de nuestros jóvenes y nuestros ancianos, nos hemos topado con fraudes y mentiras, y las peores consecuencias que habíamos previsto tuvieron lugar de la manera más notoria y temprana posible.La masiva participación en las últimas elecciones se debió en primer lugar a los esfuerzos que se hicieron para dar esperanza a nuestro pueblo, prometiéndole respuestas adecuadas a las crisis administrativas y al generalizado descontento social, cuya acumulación podría minar las bases de nuestro sistema y de nuestra revolución. Si la sinceridad del pueblo no recibe la respuesta que merece mediante la protección de sus votos y si no se le permite reaccionar de manera cívica y pacífica en defensa de sus derechos, se abrirán amplias y peligrosas avenidas y la responsabilidad de haber entrado en ellas será de quienes no toleraron acciones pacíficas.Si el fraude generalizado y los votos amañados que han tirado por tierra la confianza de nuestro pueblo se aceptasen como testigos e indicios de que no hubo manipulación, la democracia del Estado quedaría destruida y eso equivaldría a dar cartas de legitimidad a la idea de que la religión y el sentir republicano carecen de valor alguno. Un destino así sería beneficioso únicamente para dos grupos: uno es el que desde el principio de la revolución hizo campaña contra el Imán Jomeini al considerar que un gobierno religioso era la “tiranía de personas honradas” que, sobre la base de sus falsas creencias, pretendían llevar al pueblo al paraíso por la fuerza; el otro grupo es el que, bajo pretexto de la defensa de los derechos del pueblo, considera que el islam y la religiosidad son un obstáculo para el cumplimiento del sentir republicano. La inmensa perspicacia del Imán Jomeini logró desactivar a ambos grupos. Yo, que he seguido al pie de la letra las directrices del Imán Jomeini, logré anular los esfuerzos de esos embaucadores que se habían envalentonado de nuevo.Ahora, las autoridades del país, al confirmar lo ocurrido en las elecciones, han aceptado su responsabilidad, pero han coartado las investigaciones que estaban en marcha para no invalidar los resultados ni anular las elecciones, incluso si en unos 170 distritos electorales el número de votos supera con creces al de votantes.Se nos pide que dirijamos nuestras quejas al Consejo de los Guardianes, incluso si dicho consejo ha demostrado su parcialidad antes, durante y después de las elecciones; la imparcialidad es la piedra angular de cualquier juicio.Sigo estando convencido de que nuestra petición de que se anulen las elecciones y se vuelvan a convocar es un derecho fundamental que debería ser estudiado con imparcialidad por un comité digno de confianza, en vez de rechazarla de antemano; o que bajo la excusa de posibles derramamientos de sangre se impida que el pueblo acuda a manifestaciones; o que el Consejo de Seguridad acuse a otros y los haga responsables de las recientes tragedias, en vez de responder a las legítimas peticiones que se le hacen sobre el papel de elementos infiltrados en los movimientos populares para ejercer violencia contra individuos y propiedades públicas o crear caos.Tal como yo lo veo, creo que se trata de un plan destinado a imponer un gobierno no deseado a la nación; se trata de imponer un nuevo estilo de vida política en el país. Yo, como acompañante que ha sido testigo de la belleza de vuestra ola verde, no me permitiré nunca poner en peligro ninguna vida humana a causa de mi comportamiento e insisto en mi creencia de que la mejor solución pasa por la anulación de las elecciones para recuperar los derechos del pueblo, pues a pesar de la escasez de posibilidades a nuestro alcance, creo que la motivación y la creatividad de la nación pueden todavía acceder a sus legítimos derechos de forma cívica.Podéis estar seguros de que estaré siempre a vuestro lado. Lo que este hermano os aconseja para encontrar nuevas soluciones, en especial a los jóvenes, es que rechacéis a los tramposos y siniestros y toméis en vuestras manos la bandera de la defensa del gobierno islámico. Os aconsejo que rechacéis a los indignos e impuros para que no confisquen el inestimable tesoro de la Revolución islámica, construida sobre la sangre de vuestros padres. Con confianza en Dios, esperanza en el futuro y seguridad en vuestras capacidades, continuad vuestros movimientos sociales, que se basan en las libertades garantizadas por nuestra Constitución y en los principios de la no violencia. No nos estamos enfrentando a las milicias Basij: son nuestros hermanos. No nos estamos enfrentando a los Guardianes de la Revolución: son ellos quienes defienden nuestra revolución y nuestro sistema. No nos estamos enfrentando al ejército: es él quien protege nuestras fronteras. No nos estamos enfrentando al sagrado sistema ni a sus estructuras legales: sus estructuras son el centinela de nuestra independencia, de nuestra libertad y de la República islámica. A lo que nos estamos enfrentando es a la desviación y a la mentira, para corregirlas, tomando como referencia los principios originales de la Revolución islámica.Mi recomendación a las autoridades es que no solamente ofrezcan la posibilidad de que puedan organizarse manifestaciones pacíficas, según el Artículo 27 de la Constitución, que garantiza la tranquilidad y la estabilidad en las calles, sino que también alienten dichas manifestaciones y eliminen la demonización y la parcialidad que se observan en la televisión. Que permitan que las voces fluyan, corrijan y moderen el formato de los debates para que se pueda razonar en vez de gritar. Que permitan la crítica en los periódicos, que publiquen las noticias tal como son y que, por último, creen un entorno libre para que el pueblo exprese su acuerdo y su desacuerdo. Que puedan exclamar “Alá es Grande” sin que eso se considere disidencia. Está claro que en una situación así no habrá necesidad de militares y policías en las calles y no veremos ni escucharemos absolutamente nada sobre incidentes que ofenden los corazones de todos aquellos que aman la Revolución y el país.Vuestro hermano y compañero,Mir-Hossein Moussavi

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