Entrevista a Elvira Lindo

Elvira Lindo, Premio Liber: «He tenido que ir por libre, forzosamente»

El Premio Liber ‘23 nos recuerda la trayectoria de una autora independiente que construye personajes que son como cualquiera, y por eso hablan de nuestro tiempo

Conocí a Elvira Lindo en la manifestación por el blindaje de las pensiones el 17 de marzo de 2018. Nevaba como hacía años que no lo hacía. Mucho antes de que Filomena arrasara con varios récords en Madrid. Desde entonces, nos une el compromiso social, que para ella es como su literatura, independiente e indomable. Ese mismo año rechazó ser ministra del gobierno de Pedro Sánchez.

Con 20 libros de literatura infantil, 15 novelas, 3 obras de teatro, 8 guiones… además de papeles como actriz en 10 películas, Elvira Lindo ha recibido el Premio Liber, que otorgan quienes son responsables de la industria del libro –la Federación de Gremios de Editores de España–, como la autora hispanoamericana más sobresaliente.

Hablamos por teléfono desde el hotel en el que ha pasado la noche después de participar en Burgos en un congreso.

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Felicidades por el Premio Liber. ¿Cómo lo recibes?

Creo que el jurado ha tenido en cuenta la conexión que he tenido siempre con los lectores. Las historias que yo cuento están muy enraizadas y se deben mucho a los personajes, a personas que si no fuera por la literatura no aparecerían en ninguna parte. Es una tradición literaria a la que pertenezco, la de los escritores que atienden las voces de las personas que se hacen visibles gracias a la literatura. Salen de una manera colectiva, en reportajes, estadísticas… pero la función de mi literatura, si alguna tiene, es escuchar las voces concretas, es lo que hecho, y no con voluntad de hacerlo, sino porque es lo que más me interesa, escuchar la voz de personajes desamparados o al margen, niños o mujeres, como el libro de las barrenderas –‘Una palabra tuya’ (2005, Seix Barral)–, con vidas complicadas y poco escuchadas.

¿En qué piensas más, en cómo te hacen recordar tu trayectoria o en en el vértigo del siguiente reto, en el que para empezar vas a competir contigo misma?

Lo que más me gusta es la alegría que provoca en los lectores que se identifican conmigo, ese cariño y acompañamiento que he sentido siempre es algo que está al margen de la crítica. Esa es mi mayor alegría. El entusiasmo con el que ciertas personas me han felicitado. Me recompensa.

Antes de recibir el premio acabé ‘En la boca del lobo’(2023, Seix Barral), y ya sentía vértigo. Es la novela que más me ha costado y la que más obsesivamente he escrito. El miedo es pensar en si no vas a hacer nada más. No sé si voy a poder. Es una mezcla de melancolía y angustia. No estoy nada segura del futuro.

Hablas del momento en el que empezaste a escribir como un juego más en un ‘cuarto de atrás’ en Palma de Mallorca, con 9 años. ¿Conectas con esa niña para escribir?

Ha sido muy patente en ‘En la boca de lobo’ que creo en la presencia de fantasmas, y no siempre de los muertos, sino de quienes hemos dejado atrás y dialogan con nosotros, que nos preguntan aunque no de manera nostálgica. Me tranquiliza sentir que hay una criatura que fui yo que está en los lugares en los que yo estuve. También es vivir una infancia con una presencia muy fuerte de los muertos y los fantasmas, como cualquiera que han pasado parte de su vida en un pueblo. Eran cosas que escuchábamos y estaban en los cuentos. Tu fantasía o tu delirio viene de ahí y yo soy bastante fiel a eso.

No es un realismo mágico porque tendí más a leer poesía de naturaleza o a Henry James para leer cuentos de fantasmas, pero sí tiene que ver con mi niñez, con haber crecido en una familia muy extensa, con muchas conversaciones de las que entendías la mitad, con tradiciones relacionadas con los muertos, los recuerdos y la presencia de los que ya no están. Eso sigue en mí y no lo quiero alterar. Mi madre murió cuando yo tenía 16 años y esa presencia ha estado conmigo de una manera muy fantasmal.

Yo, que soy muy racional, tú lo sabes, en las reivindicaciones de derechos sociales, en esto me gusta perder la racionalidad. Es lo que nos permite la literatura. Ver el otro lado de las cosas más misteriosas.

A los 12 años escribí un cuento para el colegio. Lengua y Literatura era la asignatura en la que yo más podía brillar. Se llamaba ‘La libertad es un puente’, y era la descripción de una niña, que era yo, cruzando uno de los pequeños puentes del Turia, y he tardado toda una vida en volver al mismo sitio. Porque ‘En la boca del lobo’ es ese paisaje. He necesitado vivir todo esto para volver al mismo sitio y para desarrollar el esbozo que era esa redacción. Estaba en mí de una manera tan fuerte que ha tardado tiempo pero ha brotado.

Es la novela que más obsesivamente he escrito’

¿Has pensado que las distintas facetas de tu trayectoria son como las profesiones que son una referencia en el libro para los personajes del rincón de Ademuz?, porque has pasado de la literatura juvenil a la novela de adultos, de la radio al guion, las columnas o el teatro…

La verdad es que he sido muy temeraria porque no lo he buscado sino que se me ha presentado y no he dicho que no. La primera vez que me surgió la oportunidad de trabajar en el cine, ‘La primera noche de mi vida’ (1998), estaba trabajando en guiones para televisión y no dije que no a una oportunidad que era un salto en mi vida, era como si supiera que la literatura era realmente mi oficio y mi vocación, aquello por lo que perdería todo lo demás. Creo que las artes se comunican y me gusta pensar que forman parte de un todo.

Cuando leen mi currículum, en una situación que suele ser enojosa de escuchar, cuando hablan de las cosas que has hecho me siento extraña. Lo he hecho todo con naturalidad pero no siento ser tantas cosas. Me agobia más por lo que piensen los demás, de alguna manera me ha marcado que dijeran ‘que poco sería esta persona’ o ‘por qué se dedica a tantas cosas’, o ‘qué vocación más confusa’, ‘qué ganas de estar en todas partes’… hay veces que te lo dicen con admiración, pero muchas veces me ha pesado como una losa, algo que es una forma de ser.

Es como si hubiera estudiado en el nocturno, un sitio fuera de juego’

Nunca has pertenecido a un grupo literario que te ha arropado o con el que has caminado, o a un movimiento concreto. Eso te ha convertido en una autora más independiente…

Yo venía de la radio. Tenía un trabajo maravilloso, presentando un programa en Radio 3, que era lo máximo para mí. Salgo de la radio y siento que estaba en el vacío. Era alguien que no era nadie, porque empiezo con un libro juvenil, que para mucha gente eso no es nada. Tenía 32 años o así y no aparecía entre los nuevos y jóvenes escritores que estaban en los suplementos literarios. No era nada. Después sigo haciendo esos libros con ese toque humorístico y popular, que los hacía menos todavía… pasé mi juventud sin estar dentro de ningún grupo de la nueva literatura española. Mis libros tenían un fondo social que no se llevaba, en los 90 tenías que explicar por qué salía el dinero, la hipoteca o los apuros, y tampoco los barrios, ni ese lenguaje. Ahora parece que es todo social. Y a continuación escribo ‘El otro barrio’ (1999, Ollero & Ramos, Alfaguara, Seix Barral) y parece que tengo un empeño en sacar los barrios, pero es lo que conocía.

Si no perteneces a ningún grupo, si vienes de la radio y coqueteas con el humor… no era clasificable, en ningún sentido. Es como si hubiera estudiado en el nocturno, un sitio fuera de juego. Me he sentido sola, no con tristeza, pero sí estaba sola e iba por libre forzosamente.

Ahora se estima mas esa trayectoria rara, que va de un lado a otro, pero en el momento he ido trabajando, con el apoyo de Antonio, que es una persona con una visión absolutamente igualitaria. Nos hemos apoyado mucho.

¿Cómo ha sido construir el personaje de Julieta de ‘En la boca del lobo’?

Los lectores toman el libro como si la narración fuera muy fácilmente comprensible y se encuentran un libro donde lo fantástico está incluido e incluso hay que volver al principio para entender ciertas cosas.

La voz de Julieta me costó mucho, y decidí que no tenía que ser costumbrista, que hablaba el alma. Aquí no habla la niña sino su alma, no tiene tiempo. Eso me permitió ese aliento poético, me permitió hacerlo sin pensar en cómo hablaba una niña en realidad.

Los niños tienen una infinita capacidad de sentir, como la nuestra, solo que no tienen las palabras para expresarse. Lo que hago es concederle a la niña ese vocabulario, porque lo que habla es su alma. En el segundo capítulo ya se sabe la naturaleza de quien habla y ves que no tiene por qué ser realista. Es una de las emociones del libro. Otra es el personaje de Emma, una mujer libre sexualmente que se ha topado con la realidad, y toda la gente del pueblo, donde queda patente que no quería tener una mirada urbana. Los personajes están mirados como yo miraba a mis mayores, sin ninguna separación entre la ciudad de la que venía y al pueblo que llegaba, una gente con oficios a los que yo miraba. Me acerco a ellos como individuos que sienten, que se enamoran, que sienten rencores y tienen personalidades complejas. El libro está hecho desde el más profundo respeto a toda ese gente que yo he conocido.

Me gusta perder la racionalidad con la literatura’

Me llama mucho la atención cuando dices que una enseñanza que tu madre os dejó es que una mujer tenía que tener dinero.

Elvira Lindo presentando ‘Alguien que cuide de mi’ en el Festival de Málaga

Mis padres se fueron haciendo a un país con más libertades. Es una generación que tuvo que cambiar a través de los hijos y las hijas. Recibimos una educación tradicional, pero cuando empezamos a ser mayores cambió. Mi padre tenía mucha confianza en mí y quería que hiciera lo que yo quisiera. La enseñanza de mi madre de ‘tú tienes que tener dinero’ ha significado mucho para mí. Siempre vi a mi madre pidiendo dinero y eso me dolía mucho.

Valoro a los hombres que han ido cambiando poco a poco. Procuro no utilizar algunas palabras como ‘señoro’, prefiero utilizar las mías. He visto a hombres de 60 o 70 años que han cambiado a través de sus hijas e hijos, que han progresado adecuadamente y no hacen alarde. Y he visto gente en política que eran machistas anteayer, y que se vuelven los más conversos. Echan un mitin feminista para ser los primeros con el banderín. Conviene no sobreactuar.

El poder de los cambios discretos….

Son gente a los que les han corregido sus hijos y la sociedad. Conozco muchos hombres que tienen una opinión muy ajustada de lo que ha pasado estos días con el presidente de la RFEF, y notan cómo han cambiado. No me gustan los conversos que se convierten en Torquemadas, pero que hasta hace cinco años eran un machito con las mujeres. No te pongas el primero… estos hombres deberían ser más discretos.

Hay que recordarlo para no tener un discurso tan segregado y para que los que sobreactúan se tranquilicen. Es la cosa del converso ideológico.

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