Hace más de diez años Elías Querejeta me dio uno de los consejos más útiles para sobrevivir moralmente en el espacio público. La exposición pública puede convertir a las personas en personajes y los personajes pueden llegar a la caricatura, a lo grotesco, a lo patético.
Hace más de diez años Elías Querejeta me dio uno de los consejos más útiles para sobrevivir moralmente en el espacio público. La exposición pública puede convertir a las personas en personajes y los personajes pueden llegar a la caricatura, a lo grotesco, a lo patético. Y a la disolución de la identidad personal. La exposición a los focos, muy de repente, muy intensa también puede generar el mal de alturas, la vanidad máxima, la autoglorificación en aquellos que tienen algún tipo de poder.
Elías conocía todas estas cosas, porque había participado en actividades públicas de gran relevancia y había visto mucho en la vida para cuando me lo advirtió. Llevaba décadas conviviendo con la notoriedad pública como productor, casi tanto como ciudadano comprometido, y creo que preservaba con cuidado su humanidad y su libertad personal, la más íntima, la que tiene que ver con recorrer un camino propio aunque no guste, a veces, a quien siente tener algún derecho sobre alguien conocido públicamente, por sentir algún tipo de vínculo con lo que cree que alguien ha dicho o ha hecho con anterioridad.
Elías era discreto y enseñó esa finura a su familia. El consejo que me regaló fue que viviera conscientemente y que me cuidase cuando me expusiera públicamente. Que cuidase el interior. Que no me cegase.
He buscado recordarlo estos días. Creo que sobre todas las cosas, Elías buscó expresar su libertad en cada recodo de la vida. La patria de la infancia de Elías era Hernani, el pueblo donde nací y crecí yo misma algunos años más tarde, y es el espacio que se fue convirtiendo desde los primeros años de la democracia en uno de los feudos de la vieja y nueva Batasuna. Un espacio donde se busca legitimar una historia de crueldad y horror injustificable.
Los sueños de Elías se condensaban junto a sus más hermosos recuerdos de niño. Cuidó sus recuerdos con mimo y sus historias se conservaron inocentes, perfectas, mágicas en el niño que amaba la vida, la hermosura y la libertad. Me pregunto si sabremos guardar las historias de sus travesuras, ésas que vivió junto a sus hermanos y su mejor amigo, en Hernani, Muñoa. Me pregunto si sabremos guardar la magia de la búsqueda incansable de la libertad, la personal, y de las libertades, las comunitarias. Lo echamos de menos. Mucho.